Eldrid se había levantado de muy buen humor, por lo que quiso llegar temprano a la biblioteca para ir preparando las cosas mientras tarareaba una melodía inventada por ella.
—Vaya, que contenta te veo hoy. —señaló Emilie entrando, dejando su bolso sobre la silla del escritorio. —¿Qué pasa?
—¿No puedo simplemente estar feliz? —preguntó la pelirroja con una sonrisa que provocaba que se achinaran ligeramente sus ojos.
—Sabes que no. —rió negando con la cabeza su amiga. —¿Es porque hoy viene tu enamorado?
—Dios mío Em, es tan... —dejó escapar un suspiro largo mientras cerraba los ojos. —No tengo palabras.
—¿Os habéis acostado ya? —preguntó Emilie alzando sus dos cejas de forma curiosa, deseando escuchar un sí.
—Emilie, claro que no. —chasqueó su lengua. —Es muy pronto. —murmuró.
—¿Pronto? —rió poniendo una mano en el hombro de la ojiazul. —Tómate el tiempo que quieras pero si hubiera venido Dante... —bromeó, provocando que Eldrid se relajara entre risas.
La gente ya estaba llegando, algunas personas solo iban a pasar el tiempo con un buen libro mientras otras esperaban sentados al comienzo del taller. Eldrid les daba la bienvenida con una cálida sonrisa, esperando a la mejor visita.
Al ver el coche de Alessandro aparcando fuera, dio un pequeño saltito de alegría para luego colocar su ropa con las manos para darle la bienvenida.
—Casi llegas tarde. —bromeó al tenerlo delante mientras el chico se sacaba las gafas de sol.
—A tiempo para poder saludarte. —sonrió antes de inclinarse ligeramente para dejar un corto beso en sus labios.
Cuando se incorporó, vio la mirada de Emilie, quien lo saludó con la mano y una sonrisa.
—Espero que te guste el taller, mientras no dibujes cosas satánicas estará bien. —bromeó la rubia haciendo reír al italiano.
—Luego me das tu opinión. —dijo con una sonrisa, mirando al escritorio vacío de Robert.
—Rob llegará más tarde, cuando hay talleres suele llegar a la hora de comer. —informó Eldrid antes de mirar hacia la sala. —Ya están todos listos, ¿vamos?
Y con esa invitación, Alessandro siguió a Eldrid hasta llegar casi al final de la sala, donde ya habían ocupadas dos mesas para el taller. El pelinegro cogió una silla y se sentó un poco más atrás, agradeciendo cuando Eldrid le dio una libreta. Al mirarla, ya tenía dibujos dentro por lo que frunció el ceño confuso, era la libreta que ella usaba normalmente.
—No quedan más folios. —susurró Eldrid a su lado, aunque sabía que era mentira.
Inspeccionó los dibujos que tenía delante de sus ojos mientras Eldrid hablaba con los demás, eran preciosos y con un trazo fino que sorprendía. Cogió el lápiz que estaba entre las primeras hojas y, cuando vio que todos empezaban a dibujar, se acomodó en la silla y comenzó a trazar. El silencio era acogedor, solo se escuchaban los lápices de las mesas que tenía delante y el pasar de las páginas de la gente que solamente leía.
Detalló los últimos detalles y cerró la libreta, alzando la mirada para ver cómo algunas personas ya se marchaban por finalizar. Habían dibujos realmente admirables, otros no los llegaba a comprender del todo pero prefirió no ser él quien dijera nada sobre eso. Se levantó acercándose a Eldrid para dejar la libreta en sus manos sin molestar a los que aún seguían con la cabeza agachada pendientes de su dibujo.
—No fue un mal intento. —susurró con una dulce sonrisa, viendo a la chica abrir la libreta.
—Aless... —lo miró con sorpresa. La había dibujado a ella, su trazo era muy suave y los detalles le habían quedado perfectos. Volvió a mirar el dibujo, pasando sus dedos por encima con cuidado de no estropearlo. —Es precioso. —susurró antes de echar un vistazo a los que seguían dibujando. —Vuelvo en un momento, seguid con el dibujo, por favor. —Dijo con un tono suave antes de ir con Alessandro a la entrada. —Dijiste que no se te daba tan bien. —dijo con un tono algo más normal.
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Entre dos mundos
Teen FictionLa vida de Eldrid nos enseña que todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Los sueños se convierten en pesadillas en el momento más inesperado y ella lo comprobó de la peor manera posible. Italia, su destino soñado, se transformó en su infier...