Capítulo 17

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Desde que Alessandro salió de la biblioteca, el día se volvió pesado. Empezando por Matthew, a quien se  había encontrado mientras iba de camino a su coche. El impresentable lo miraba con una sonrisa de burla en la cara, cosa que no pudo evitar dejar pasar.

—¿Cuál es tu problema? —le preguntó acercándose al más bajo con paso firme.

—Oh, ninguno amigo, ¿vas a estar mucho por aquí? —preguntó con la misma sonrisa.

—Lo suficiente para dejarte las cosas claras. —sentenció.

Cogió al chico del hombro, agarrándolo con fuerza para caminar junto a él hacia su coche, estampándolo contra este.

—No me ha gustado nada lo que has dicho de mi chica. —murmuró con su mirada fija en el chico.

—Solo hay que verla amigo, es obvio que esa pelirrojita está tremenda. —rió burlón, sin esperarse el puño de Alessando en su boca, la cual comenzó a sangrar.

—No sabes lo que me gusta que me enfaden, "amigo". —enfatizó en la última palabra, volviendo a dar un puñetazo en la cara del contrario, dejándolo tirado en el suelo. —Respeta a los que trabajan ahí dentro, ¿te queda claro? —lo agarró por el cuello de la camisa mientras Matthew intentaba poner las manos delante de su cara para que no le volviera a pegar. —Más te vale que no vuelvas a aparecer porque para la próxima no solo serán dos puñetazos. —lo dejó caer con desprecio.

Cuando llegó al hotel donde se estaba hospedando, después de dejar tirado en la calle a Matthew, llamó a Aldo. A primera hora de la mañana su jefe le había enviado un mensaje haciéndole saber las ganas que tenía de saber cómo iba el plan. Ese plan que él quería y que Alessandro no era capaz de llevar a cabo. Llegaba la hora de mentirle por primera vez a Aldo y eso lo tenía nervioso.

Con su cajetilla de cigarros y los nudillos algo rojizos de los puñetazos pasó gran parte de la mañana en el balcón, donde solo pensaba en cómo mentir de manera que Aldo no sospechara de nada. Debía tener todo claro, por lo que antes de llamar al jefe, llamó a Dante.

"—Me ha hablado Aldo esta mañana.

—Ha estado preguntando por aquí por cómo te va, lo único que le puedo decir es que todo está bajo control.

—Joder Dan, ¿qué coño hago?

—Miente como puedas. Cuando lleguéis aquí seguramente quiera conocerla, intenta que ella tampoco se dé cuenta de lo que ocurre.

—Es demasiado.

—Aless, estoy contigo, te ayudaré en todo lo que pueda pero hay que proteger a Eldrid antes de que nada ocurra.

—¿Martino y el resto saben algo?

—Lo mismo que Aldo, quizás hay que ser precavidos también con ellos, por si acaso.

—Antes de que le pase algo a ella, prefiero que me mate Aldo.

—Nadie va a salir muerto. Os recogeré en el aeropuerto, mientras, disfruten.

—Avísame de cualquier cosa que pase.

—Quédate tranquilo"

Y aunque fuera fácil decirlo para Dante, Alessandro no lo sentía así. Sabía que Aldo era un hombre difícil, mentirle nunca fue una opción para nadie, pues siempre se daba cuenta tarde o temprano de que algo no iba como planeaba.

Después de fumarse un cigarro, buscó el contacto del mayor. Ahora su miedo no era porque le pasara algo a él mismo, su miedo era por Eldrid.

"—Buenos días, Aldo.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora