Capítulo 11

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Sicilia, 1988

Eran tiempos no tan buenos. La madre de Aldo tristemente había fallecido meses atrás por una enfermedad, y él a sus 20 años tuvo que gestionarlo como podía, teniendo en cuenta que su familia ya era una mafia. No había tiempo para derramar lágrimas más que algunas noches que no había trabajo que hacer. Su entorno no era más que armas, sangre y dinero.

Algunos días libres se juntaba con un amigo suyo de la misma edad, Gianni. Ambos sabían que sus familias eran rivales pero no les importaba, su amistad seguía en pie incluso en las fiestas a los que asistían juntos. Solían juntarse muchas veces en un mirador mientras se fumaban un cigarrillo y se desahogaban, cosas de amigos sin mucha vida social.

Gianni fue su hombro para llorar cuando surgió la muerte de su madre, los cigarrillos y las palabras con su amigo fueron una vía de escape que agradecía con toda su vida, pero si su padre o la familia de Gianni llegaban a enterarse, ambos acabarían en muy mala posición.

En la mafia familiar, Aldo era el encargado de salir a los alrededores para dar ojeadas y verificar que no hubieran problemas y todo estuviera correcto. Aún no había tenido la experiencia de matar a alguien, sin quererlo, pues un día accidentalmente había disparado contra un hombre cuando se encontraba con su padre, viendo como el primero se acercaba a su progenitor con enfado notorio. Los nervios ganaron esa vez.

Un día, después de dar su rutinario recorrido, llegó a su casa para avisar a su padre de que todo estaba bien. Por él, sentía respeto y aunque no lo dijera, algo de miedo. Pero todos estaban muy unidos. Las mafias eran una familia, ninguno se quedaba atrás o con menos importancia.

—Aldo, ven un momento.

Escuchó la voz de su padre cuando el joven estaba dispuesto a irse a su habitación. Junto al resto de la familia, planeaban ir a por la mafia de la familia de Gianni. Ir a por el padre de este iba a ser complicado, casi nunca estaba en el lugar de la familia, se encontraba viajando o en otros establecimientos que habían en Italia donde mujeres en contra de su voluntad servían a los hombres hambrientos de lujuria.

—Y tú hijo, eres el indicado para sacar información de todo lo que puedas. Su mano derecha es su hermano, asegúrate de saber todo sobre él, lugares que recurre con frecuencia, relaciones... Está en tus manos, sé que no me defraudarás.

Vio la sonrisa de su padre antes de asentir y, finalmente, subir a su habitación. ¿Traicionar a su amigo? ¿Deslealtad a su padre? Su cabeza daba vueltas. Sabía que este momento tenía que llegar aunque nunca habían dejado de existir problemas entre ellos, pero no esperaba estar dentro. No tenía opción.

Las veces que solía ver a Gianni después del plan familiar, intentaba curiosear sobre su tío. Llegó a saber que prácticamente fue criado con él ante la ausencia de su padre. Hablaba de él con una sonrisa, cosa que en cierto punto llegaba a romperlo. Intentaba mostrar su alegría cuando Gianni contaba anécdotas fuera del entorno sangriento de una mafia, pero por otra parte solo podía pensar en las consecuencias que tendría si defraudaba a su padre.

Cada día que salía, llegaba a casa con nuevas noticias. Por muy pequeñas que fueran o parecieran insignificantes, eran un paso adelante para su familia, la cual aún no tenía idea de cómo recaudaba esa información pero tampoco se molestaban en preguntarle, solo les importaba obtener algo al final del día.

Se acercaba el día y Aldo cada vez estaba más nervioso. El ocultarle a su amigo, casi se podría decir que mejor amigo, que lo iba a traicionar con su familia estaba destrozándolo, es por eso que los días anteriores al enfrentamiento intentaba evitar quedar con él como era de costumbre. Se sentía culpable y un cobarde, pero era todo por su padre. Solía ponerle alguna excusa a Gianni, tenía gripe, debía hacer su turno por la noche... Cualquier cosa era válida.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora