Capítulo 4

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El sol fue el protagonista del día siguiente, dando oportunidad a ambos chicos a salir y conocer algunos lugares del entorno. Las bulliciosas calles de Nueva York estresaban a Dante, quien a cada momento soltaba alguna que otra queja sobre la gente caminando a toda prisa por las aceras. El coche lo habían dejado bastante cerca, por lo que no les iba a ser problema conocer la primera parada, la Quinta Avenida.

—Vaya... —susurró Alessandro, viendo los apartamentos de aspecto lujoso y la arquitectura en general que se podía apreciar a simple vista.

—Mira eso. —las manos de Dante giraron la cara de Aless hacia las tiendas de lujo, como Louis Vuitton, Prada, Versace... —¿Hacemos unas compras? —rió ante la mirada de reojo de su amigo. —Venga Aless, por un vistazo tampoco pasa nada, las tenemos en Italia también pero aquí tal vez tienen cosas distintas..

Con Aless dándose por vencido, entraron a algunas de las tiendas. Se podían permitir comprar en ellas, tanto en Nueva York como en Italia, pero no podían ser tan cantosos, al fin y al cabo nadie sabía sobre el trabajo de ambos.

—Venga Dante, tenemos mucho día por delante.

—Pasaremos luego, prometo no comprar toda la tienda. —bromeó. —La calle de los ricos no es para nosotros, entendido.

Aprovecharon para ir al coche y avanzar poco a poco para poder ver todo en el día entero. Pusieron una música en volúmen medio bajo que apaciguaba el ruido de las calles y observaron todo lo que se iban cruzando. Aless se dirigía al Empire State, siempre había querido subirse y tener delante de sus ojos las mejores vistas que se podían apreciar desde allí.

—¿Sabes que aquí estuvo King Kong? —alzó Dante sus cejas, haciendo reír a su compañero mientras se bajaban del coche.

—Nadie puede darme ya un dato mejor de este sitio.

Pagaron la entrada y escucharon la información que les ofrecía una señora sobre los pisos donde se encontraban los observatorios y la forma de poder subir a ellos. Más de cinco ascensores invitaban a los visitantes a subir en menos de cincuenta segundos a una planta de las más altas, en cambio si preferían subir las escaleras, mil ochocientos sesenta escalones les dirigía a la planta ciento dos. Al escuchar esto, ambos no dudaron en escoger el ascensor a pesar de la no muy larga cola de espera.

Después de la subida en ascensor con Dante informando a algún que otro turista sobre la historia de King Kong en el lugar, llegaron al primer observatorio, piso ochenta y seis.

—Joder qué bonito, por la noche debe ser precioso. —susurró Aless nada más salir del ascensor, el paisaje se veía a través de una rejilla, pero se veía realmente espectacular. Caminó a pasos lentos acercándose más hacia las rejillas, admirando a cada detalle lo que sus ojos apreciaban. Italia era hermosa, pero no se podía negar que estas vistas eran espléndidas. Todo tenía su encanto.

—Vamos a sacarnos una foto. —sugirió el rubio, sacando su teléfono móvil del bolsillo. Puso la cámara frontal para hacer una selfie y luego pidió amablemente a un turista si le hacía el favor de sacarles una. A pesar de alguna que otra mirada de desconfianza por parte del turista, lo consiguió. —No iba a robarle, ¿has visto su cara? —preguntó incrédulo.

—Pinta de eso si tienes. —bromeó Alessandro, mirando como habían quedado las fotos. —¿Vamos al otro observatorio de arriba?

—Esta vez pides tú que nos hagan la foto. —murmuró asintiendo.

Después de otros largos segundos en el ascensor, pero esta vez con Dante en silencio, llegaron a la planta ciento dos. En esta planta, las ventanas llegaban desde el suelo al techo, dando así una vista de 360° más clara de todo el paisaje, el cual cada vez era más bonito. Alessandro había logrado su cometido de pedir que les hicieran una foto, cosa que a Dante lo hizo maldecir en voz baja porque a él lo veían como un niño bueno.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora