Prólogo

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No siempre se puede elegir lo que sentimos. A veces, la vida nos sorprende con encuentros inesperados, desdibujando las líneas que una vez creímos inquebrantables. Siempre he vivido en un mundo de reglas: las de mi familia, las de la sociedad en que nací, y aquellas que yo misma me he impuesto. Cada decisión y cada paso, siempre calculados y controlados, como si fuera una marioneta cuyos movimientos ya están planeados antes de abrir el telón.

Pero entonces llegó él. Con su andar despreocupado y su forma de ver la vida.

Era como si el universo hubiera decidido que era momento de mover mi mundo, y él era el catalizador. Al principio pensé que era solo otra persona más, alguien que, como todos, no tendría un impacto real en mi vida. Pero me equivoqué.

A veces, el cambio no llega de manera violenta, ni como un torbellino ni un terremoto, sino más bien como una brisa, lo suficientemente sutil para no ser notada al principio, pero con el poder de alterar cada rincón dentro de mí.

Su presencia trajo caos, no del tipo que se ve a simple vista, sino del tipo que se siente en lo más profundo, desafiando la sólida burbuja en la que siempre había vivido. Al principio me resistía, aunque en el fondo anhelaba con salir. Pero hubo un momento en que esa burbuja inquebrantable comenzó a resquebrajarse, y, poco apoco, me vi aventurándome a lo desconocido junto a él.

Un tatuaje sin tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora