Capítulo 4

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Saber qué persona va a formar parte esencial de tu vida es como formular una hipótesis en un experimento de química: simplemente, no sabes con exactitud qué va a pasar. Tienes los conocimientos sobre lo que debería ocurrir, pero nunca sabes si al realizar la práctica el resultado será el esperado. Porque, por más cuidado que pongas, puede que se te pase una mínima cantidad de reactivo o añadas de menos, y en ambos casos, se arruina todo. Así ocurre en la vida: algunas personas son reactivos y otras son productos, y no tenemos idea si nuestra mezcla saldrá como esperamos.

—¿Por qué estás sola? —dice alguien, sacándome de mis pensamientos y sentándose a mi lado.

Volteo a ver a esa persona: alto, delgado, con rizos desordenados, ojos marrones, piel clara y rasgos afilados.

Es Noah.

—Porque sí —contesto sin más.

—¿Por qué sí?

—Porque no tengo algo mejor que hacer.

—¿Por qué no vas con tus amigos?

—Porque no vinieron y Andrew está jugando.

Andrew es un chico que conozco desde preescolar y vive cerca de mi casa. Está en el equipo de baloncesto de la escuela, así que aprovecha los recesos para entrenar.

—¿No vinieron? —pregunta, ignorando el comentario sobre Andrew.

—Julieth no ha venido —aclaro—, es mi única amiga en la escuela.

Cuando eres una persona como yo y estás acostumbrada a siempre tener a alguien a tu lado (aunque sea un tipo de seguridad o empleado de mis padres), los días en la escuela son difíciles si no asisten tus amigos. Cuando suena el timbre, indicando la hora del receso, es una completa tortura.

Recuerdo que en mi infancia, cuando sucedía algo así, me iba a almorzar con los profesores o me quedaba sola en el aula. Pero ahora estoy en el último año de secundaria, y aunque quisiera, ya no puedo hacer eso.

—¿Y Liam?

Liam… ni siquiera sé si somos amigos.

—Está con mis compañeros, y no quiero ir con ellos.

—¿Por qué?

—¿Por qué preguntas tanto?

Tal vez en otra ocasión no me hubiera molestado responder, pero estar aquí, sentada en una banca comiendo mi almuerzo y sintiendo las miradas de los adolescentes que pasan como si fuera un bicho raro, me baja los ánimos.

—Porque quiero saber.

—Vaya…

—¿Y bien?

—¿Qué?

—¿Por qué no vas con ellos?

—Es mejor estar sola —digo con sinceridad, porque no encajo mucho en su ambiente.

—Qué directa. Solo hubieras dicho "Noah, me molesta tu presencia, ya vete" —dice con tono exagerado.

—Qué dramático.

—Has herido mis sentimientos —se lleva una mano al pecho y hace unos gestos extraños que me parecen graciosos.

—Me refería a que es mejor estar sola que con ellos —señalo el círculo de compañeros a unos metros de distancia.

—¿Entonces no te molesta mi presencia?

—¿Tú qué crees?

—No lo sé, tú dime.

—Me molesta el calor.

¿Por qué he dicho eso?

—¿Qué? —levanta una ceja, confundido.

Un tatuaje sin tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora