DOS

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Capítulo dos.
« Un escape temporal »

Era casi media noche cuando Ni-ki decidió no seguir escuchando los gritos de sus padres, y salió de casa sin un rumbo fijo

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Era casi media noche cuando Ni-ki decidió no seguir escuchando los gritos de sus padres, y salió de casa sin un rumbo fijo. El frío de la noche lo recibió como un abrazo incómodo, pero lo prefirió mil veces antes que la tensión sofocante que se respiraba dentro de su hogar. Caminó sin un destino claro, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta y la mente perdida entre pensamientos contradictorios. No era la primera vez que se escapaba de esa manera, pero algo esa noche se sentía diferente.

Las calles desiertas parecían un eco de su propia soledad. Las luces de los faroles parpadeaban débilmente, proyectando sombras largas y distorsionadas en el pavimento húmedo por la reciente llovizna. Ni-ki pateaba pequeñas piedras a su paso, tratando de distraerse, pero los gritos aún resonaban en su cabeza, mezclándose con recuerdos de otras peleas, de promesas rotas y de esa sensación constante de estar en el lugar equivocado.

Siguió caminando, casi de forma automática, hasta que sus pies lo llevaron al parque que antes solía visitar con Jungwon. El lugar no había cambiado mucho: los columpios oxidados aún se balanceaban con la brisa, y el viejo árbol, donde alguna vez talló sus iniciales con su mejor amigo, seguía allí. Ni-ki se sentó en uno de los bancos y soltó un largo suspiro. La noche avanzaba lentamente, y el frío comenzaba a colarse por su ropa, pero no le importaba. Cualquier cosa era mejor que volver a casa. De repente, un ruido suave lo sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza y vio una figura acercándose desde el otro extremo del parque. Al principio, no pudo distinguir quién era, pero a medida que la figura se aproximaba, se dio cuenta de quién se trataba. Y eso solo le hizo sentir peor.

Jiyoon tenía una expresión tranquila, casi indiferente. Los ojos de Ni-ki se cristalizaron al verla cada vez más cerca, hasta que tomó asiento a su lado.

—¿Qué haces aquí a esta hora, Nishi? —preguntó la chica, su voz resonando en el silencio de la noche.

Ni-ki se encogió de hombros, sin saber muy bien cómo responder. Le avergonzaba hacerlo.

—No tenía adónde ir —respondió finalmente, con la mirada fija en el suelo.

Jiyoon dejó escapar un suspiro largo, lleno de frustración. No era justo. Ni-ki, apenas tenía once años y cargaba con una tristeza que ella misma no sabía cómo aliviar. Cada vez que lo veía de esa manera, sentía un nudo en el estómago, como si su propio corazón se rompiera un poco más. Lo conocía desde hacía tiempo, y aunque él intentaba disimular, Jiyoon siempre veía el dolor en su mirada, y la soledad en sus gestos. Algo que solo se esfuma cuando él y Jungwon estaban juntos.

—¿Otra vez tus padres? —preguntó en voz baja, aunque ya conocía la respuesta. Ni-ki asintió sin decir nada. Estaba cansado, no solo físicamente, sino emocionalmente. Cada pelea en casa era un golpe más a su resistencia, y sentía que estaba llegando al límite. Miraba al suelo, como si las palabras pesaran demasiado para salir. A su alrededor, la ciudad seguía en su quietud nocturna, indiferente a su tormento interno.

 𝐈𝐍𝐕𝐈𝐒𝐈𝐁𝐋𝐄 𝐓𝐇𝐈𝐍𝐆𝐒 | Nishimura Riki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora