UNO

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Capítulo uno.
« El primer amor »

A sus seis años, Ni-ki ya sabía lo que era tener un mejor amigo

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A sus seis años, Ni-ki ya sabía lo que era tener un mejor amigo. Alguien con quien reírse de las bromas que sólo ellos entendían, compartir las galletas en el recreo, y buscar juntos las piedras más brillantes en el patio trasero de la escuela. Ese alguien era Jungwon, el niño de sonrisa alegre y ojos gatunos que siempre estaba a su lado en el salón de clases. Ambos compartían todo, desde juguetes hasta secretos, y en su pequeño mundo, no había lugar para más preocupaciones que las que implicaban correr más rápido que el otro o encontrar la mejor forma de escapar de los regaños de los maestros.

Ni-ki recordaba con precisión el día en que Jungwon, con su sonrisa característica, se giró en su asiento y le propuso ser mejores amigos. Era la primera vez que alguien le hacía esa oferta, pero algo en la forma sincera y directa de Jungwon lo hizo aceptar sin dudarlo. Desde entonces, fueron inseparables, un dúo que nadie podía romper. Se cuidaban mutuamente, compartían todo y, sobre todo, se entendían de una forma que sólo los niños podían.

Pero la verdadera historia, comenzó en un día normal, o al menos lo parecía. Ni-ki había ido a casa de Jungwon para hacer la tarea juntos, como solían hacerlo. Usualmente, siempre era Jungwon quien visitaba la casa de Ni-ki, pero ese día, había sido la excepción. Estaban sentados en la alfombra de la sala, con los cuadernos abiertos y la televisión de fondo, aunque a ninguno de los dos les interesaba lo que transmitían. De pronto, una voz suave pero firme resonó desde las escaleras.

—Jungwon, mamá dice que dejes de ver la televisión y te concentres —dijo aquella voz. Ni-ki levantó la vista por pura curiosidad, y fue entonces cuando la vio por primera vez.

Allí, de pie al pie de las escaleras, estaba Jiyoon, la hermana mayor de Jungwon. Tenía casi once años, pero ante los ojos de Ni-ki parecía mucho mayor, más madura y sin duda, mucho más bonita que cualquier otra niña que él hubiera conocido antes. Su cabello largo caía sobre sus hombros de una forma que a él le pareció perfecta, y sus ojos grandes y expresivos, brillaban con una mezcla de autoridad y amabilidad.

Ni-ki se quedó paralizado, como si el mundo hubiera dejado de girar por unos segundos. Nunca antes había sentido algo como eso. No sabía cómo describirlo, pero en ese momento, todo lo que quería era seguir mirándola, aunque sin saber exactamente por qué. Sentía una extraña mezcla de admiración y timidez que lo obligó a bajar la mirada rápidamente, fingiendo que volvía a su tarea, aunque su mente seguía anclada en ella.

—¡Deja de molestarnos! —protestó Jungwon, sin darle mucha importancia a la presencia de su hermana. Para él, Yoon no era más que su hermana mayor, siempre controlando lo que hacía y diciéndole qué debía hacer.

Pero para Ni-ki, era diferente.

Desde ese día, algo cambió en la forma en que Ni-ki percibía las cosas. Cada vez que iba a la casa de Jungwon, sus ojos buscaban a Yoon sin darse cuenta. Incluso cuando no la veía, la simple posibilidad de que apareciera en cualquier momento le producía una emoción que no podía explicar. Era como si el aire a su alrededor se volviera más liviano cuando ella estaba cerca, como si su sola presencia iluminara todo lo que lo rodeaba.

Sin embargo, a pesar de la fascinación que sentía por Yoon, era consciente de su lugar. Para ella, él no era más que el mejor amigo de su hermano pequeño, alguien a quien tratar con el mismo cariño con el que se trata a cualquier niño menor. Sabía que era más pequeño que ella, que no compartían el mismo tipo de conversaciones o juegos, y que para Yoon él siempre sería sólo "el mejor amigo de Jungwon". Pero eso no importaba. Él era feliz simplemente con verla desde la distancia, con estar cerca de ella, aunque no fuera directamente parte de su mundo.

Los días pasaron, y el tiempo que Ni-ki pasaba en casa de Jungwon seguía siendo igual de divertido, pero con una pequeña diferencia: ahora había una razón más para que quisiera ir. Aunque no lo admitiera, esperaba con ansias cada visita, sabiendo que tal vez podría ver a Yoon pasar por el pasillo o escuchar su voz desde el otro lado de la casa. Jungwon no tenía ni idea de lo que pasaba por la cabeza de su mejor amigo. Para él, las cosas seguían igual que siempre. Pero para Ni-ki, algo había cambiado profundamente.

Su primer enamoramiento, aunque inocente y silencioso, comenzó a crecer con el paso del tiempo. Yoon era todo lo que él no sabía que podía admirar: inteligente, amable, y con una belleza que, aunque él aún no comprendía del todo, lo cautivaba de una forma inexplicable. Ni-ki, sin darse cuenta, empezó a hacer pequeños esfuerzos por impresionarla, aunque esos esfuerzos a menudo pasaban desapercibidos para ella. Trataba de comportarse mejor cuando estaba en su casa, hablaba un poco más alto cuando sabía que ella podía escuchar, e incluso trataba de aprender cosas nuevas, solo para que en algún momento ella pudiera notarlo. Pero Yoon, siempre ocupada con sus propios asuntos, apenas lo veía como algo más que el compañero de juegos de su hermano.

El cariño que Yoon sentía por él era auténtico, pero no iba más allá de eso, cariño. Para ella, Ni-ki siempre sería el pequeño niño que había crecido a su lado, alguien a quien cuidar y proteger, pero no mucho más que eso. Y Ni-ki, aunque aún no podía comprenderlo por completo, aceptaba ese rol sin quejarse. En su infancia, la felicidad residía en los pequeños momentos: una sonrisa fugaz, un comentario al pasar, una simple interacción en la que ella le preguntara algo trivial.

Así pasó el tiempo, y Ni-ki se acostumbró a admirarla en silencio, a vivir con esa mezcla de emociones que lo hacían sonreír sin razón aparente. Era un enamoramiento puro, uno que no pedía nada a cambio. A los ojos de Ni-ki, Yoon siempre sería esa figura inalcanzable, pero eso no lo desanimaba. Estar cerca de ella, era más que suficiente.

En esos días, Ni-ki aún no sabía que el primer amor, por muy inocente y pasajero que fuera, siempre deja una huella profunda. Y mientras él seguía creciendo, esa huella comenzaba a formarse en su corazón, silenciosa pero persistente, como el eco de una melodía que sólo él podía escuchar.

 𝐈𝐍𝐕𝐈𝐒𝐈𝐁𝐋𝐄 𝐓𝐇𝐈𝐍𝐆𝐒 | Nishimura Riki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora