XXVII. MI HOMICIDA

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En la noche de octubre dormí con normalidad;
Transcurrieron las horas y al despertar; la nada nublo el resto de mi hogar.

Debió ser que me levanté antes de la hora.
Distinguí los pasos de mamá en dirección hacia mi habitación.

Desperté y continuaba sin ver.
Aunque no observé a mamá, fue notoria su expresión de impresión y horror.

Ante su alteración, la reacción de un intenso dolor se acrecentó en forma desmedida.

Pues por dentro me asesinó, y mi alma canibalizó.

Humana con careta, caminando como la cáscara de un alma hueca.

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