Capítulo 4

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Al llegar al salón, Shouto vio el cuerpo de Louise en el suelo

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Al llegar al salón, Shouto vio el cuerpo de Louise en el suelo. Abrió la boca para gritar, pero enseguida ahogó el grito con la mano, mientras negaba con la cabeza. No podía estar pasando, no podía ser. Louise tenía los ojos entornados por debajo de los párpados, la boca abierta y el cuello roto. Estaba muerto.
Keigo frunció el ceño al ver el cadáver. ¿No habían dicho que sólo iban a tomar a Feiyu y a Shouto? Sólo a ellos. No había necesidad de matar a nadie.

—Sota —gruñó Keigo notablemente
irritado.

Sota no contestó.

Keigo instó a Shouto a que siguiera caminando. El chico estaba bloqueado, casi en shock. Se tapaba el torso con los antebrazos, intentando abrazarse a sí mismo, mientras los temblores y el sudor frío la sacudían.

—Sota —Keigo volvió a llamarlo mientras observaba al chico, que no podía controlar los espasmos.

Al llegar al salón, Sota tenía cogido a Feiyu del cuello. Lo había alzado y estaba bebiendo sangre de su cuello desgarrado. Shouto cerró los ojos con fuerza intentando recuperar el control de su respiración. Estaba hiperventilando. El cuerpo de su padre colgaba sin vida de las manos de ese hombre. La sangre chorreaba desde su cuello, manchando su camisa blanca, sus pantalones y sus zapatos. Los pies todavía sufrían algunos tics involuntarios y de la punta de la suela, el líquido rojo goteaba hasta formar un gran charco en el suelo.

—Sota, no —gritó Keigo corriendo hacia él.

Sota dejó caer el cuerpo sin vida del padre de Shouto haciendo que su cabeza golpeara fuertemente sobre el parqué. Luego, el vanirio inclinó la cabeza hacia atrás, apretó los puños y rugió como lo haría propiamente un león. Shouto quiso taparse los oídos pero, si se los tapaba, dejaría descubierto su torso. Le daba igual. Habían matado a Louise, a su padre y su perro Yuki yacía inconsciente en su habitación. ¿Qué más le daba que le vieran semidesnudo? Aun así, no se descubrió. Con el rostro pálido y la mirada ausente, se dejó caer de rodillas al suelo.
Keigo observó cómo se rendía, y se debatió entre ir a por el menor y ayudarlo a levantarse o coger a Sota y zarandearlo.

—Los chicos ya vienen hacia aquí, Keigo —la mirada hambrienta de Sota repasó a Shouto de pies a cabeza. Con el antebrazo se limpió la sangre que caía por las comisuras de su boca. —Fíjate, qué bueno está el muy...

Keigo lo agarró del cuello de la camiseta y lo alzó zarandeándolo.

—¿Te has vuelto loco, Sota? —le enseñó los dientes. —¿Por qué lo has matado?

—Ahora sí que he vengado a mi hermano.

—No has vengado a nadie si no nos sirve para coaccionar a los demás. ¿Crees que nos llevarán hasta los capos si lo has matado? ¿Qué crees que temerán perder ahora? ¿Eh? —lo zarandeaba con rabia.

—Estúpido. Te has cargado a su mejor científico.

—Aún lo tenemos a él —replicó agarrándole de las muñecas y fijando sus ojos en Shouto.

El libro de Rei┋HawkstodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora