A un solo paso de tropezar con la misma piedra

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La mañana era tranquila en la casa de Ichiro. El sol del domingo se filtraba suavemente a través de las cortinas del comedor, iluminando la mesa donde Alya, Kumiko e Ichiro compartían un desayuno. Alya, siempre inquieta, jugueteaba con su pulsera inteligente, la misma que su padre le había dado unos días atrás. La pantalla delgada parpadeaba en su muñeca con datos sobre sus signos vitales, pero ella no parecía prestarle mucha atención.

Kumiko, sentada frente a ellos, leía un libro de cocina japonesa que parecía de otra época. Ichiro, por su parte, había terminado su desayuno en silencio, como solía hacerlo. Se levantó con calma, ajustándose la camisa mientras miraba el reloj de la pared.

—Hoy parece que va a ser un día largo —comentó Kumiko sin apartar la vista de su libro.

—Sí, pero no para mí —respondió Alya, estirándose en la silla—. No tengo clases hoy. Es domingo.

—Espero que hagas algo productivo—  dijo neutral— si me necesitan estaré en mi habitación vale.

—Esta bien papá no te preocupes.

Ichiro asintió brevemente y, sin decir mucho más, se dirigió hacia la habitación al fondo de la casa, donde guardaba todos sus inventos y trabajaba en sus proyectos.

Alya lo observó irse. No tenía planes para el día, y aunque la casa era grande y tranquila, sentía una ligera incomodidad en la monotonía del fin de semana. No era raro que Ichiro pasara horas en su laboratorio improvisado, pero hoy algo la impulsó a seguirlo.

Se levantó, despidiéndose brevemente de Kumiko, y caminó hacia la habitación de su padre.

Al entrar en la habitación, lo primero que notó fue la serie de pantallas y herramientas desparramadas en las mesas. La habitación parecía una mezcla entre un laboratorio futurista y un taller de electrónica casero. Al fondo, Ichiro estaba inclinado sobre su escritorio, soldando cables finos que sobresalían de un artefacto de aspecto peculiar.

El artefacto tenía la forma de un brazalete grande, pero con un diseño intrincado que le daba un aire de tecnología avanzada. Lleno de placas metálicas, luces LED en miniatura, y componentes pequeños que emitían un leve zumbido, la máquina proyectaba un halo de luz tenue. En el centro, una esfera de cristal contenía un líquido que parecía reaccionar a cada movimiento de los cables que Ichiro manipulaba.

Alya miró de reojo la pulsera que su padre le había regalado anteriormente. "Esta tampoco se queda atrás," pensó, pero sus ojos volvieron de inmediato al nuevo aparato.

—¿Y eso qué es? —preguntó, acercándose a su padre.

Ichiro levantó la vista por un segundo, con una sonrisa apenas perceptible en su rostro.

—Este... —empezó, con su tono pausado— se llama Regenerador TX-23. Es un artefacto diseñado para curar heridas del cuerpo en tiempo real. Aquí dentro —señaló la esfera de cristal— hay un compuesto químico especial que acelera los procesos de curación artificialmente, casi como si le dieras al cuerpo una ventaja sobre el tiempo.

Alya levantó una ceja, intrigada.

—¿Y cómo funciona exactamente?

Ichiro soltó las pinzas y se levantó de la silla, mostrando el artefacto con orgullo.

—Este bello aparato combina nanotecnología con estímulos eléctricos controlados. Cuando se aplica sobre una herida, los nanosensores detectan el tipo de daño y activan las células del cuerpo para que se regeneren más rápido. A la vez, emite pequeñas descargas que estimulan la circulación y la producción de colágeno. Y este líquido —apuntó a la esfera de cristal— es una mezcla de compuestos que aceleran la coagulación y la reparación del tejido.

Recuerdos del pasado (Yaemori X Kazuya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora