Entré en el pequeño estacionamiento de un bar. Motos, camiones viejos y golpeados y algunos antiguos modelos de coches deportivos llenaban el limitado espacio.
Miré por encima de Justin.
-Es un bar.
Retiré mis manos de su cintura bajándome de la moto, miré alrededor y él soltó una pequeña risa. Esto sonaba como una mala idea. En realidad, sabía que era una mala idea. Justin bajó de la moto, puso la cadena y se detuvo justo a mi lado.
-Vamos muñeca, te prometo que nadie de aquí te va a morder.
Tragué saliva nerviosamente y enredé mi mano con la suya. Quería vivir un poco y esto era sin duda vivir un poco.
Me apretó la mano antes de llevarme dentro.
Una banda tocaba una versión muy mala de L'atmosfera de Bruno Cuomo en un escenario pequeño mientras entrabamos. La nicotina, la cerveza y perfume barato se combinaron para hacer un olor desagradable. Luché contra la urgencia de taparme la nariz. Todo tipo de hombres casi todos con botas altas y pantalones vaqueros, tatuajes en los brazos y mujeres que bailaban con ellos -y contra ellos- llenaban el lugar. Justin soltó mi mano y me pasó el brazo alrededor de la cintura.
Inclinó la cabeza hacia abajo y me susurró:
-Tengo que mostrar posesión aquí para mantener a los demás lejos de ti.
No tenía ninguna queja, así que asentí con la cabeza y me apreté contra él.
-Un lugar... -Apreté mis manos contra las suyas.- Inquietante.
Justin se echó a reír y me llevó a una mesa de billar vacía.
-Algo fuera de lo común.
Le echó un vistazo más al bar y le dio a alguien una leve inclinación con la cabeza, luego agarró dos palos de billar y me entregó uno.
-Ahora es el momento en que te enseño jugar al billar.
El brillo maligno de sus ojos me hizo querer estar de acuerdo con todo lo que pidiera.
-¿Lo de siempre Bieber? –preguntó una joven de ojos oscuros con el pelo largo y apenas ropa mientras ponía un Bacardi delante de él.
Ella volvió su mirada hacia mí y vi unos ojos oscuros que me miraban celosos.
-Pero que sean dos Mandy, bien cargados. –dijo Justin antes de tomar un trago de su Bacardi mientras esperaba el siguiente.
Le sonreí a pesar de que me estaba estudiando como si fuera un extraño animal en el zoológico.
-¿Desde cuándo la dulce novia de Justin Bieber empezó a frecuentar un bar de los barrios bajos?
Me tensé y le eché un vistazo a Justin.
-Ese es un asunto que a ti no te importa Mandy. –espetó Justin.
Ella ladeó la cabeza y un mechón de pelo largo y oscuro cayó sobre su hombro. La morena me miró de arriba abajo antes de volverse hacia la barra del bar. Justin sonrió y se acercó por detrás de mí.
-Ahora, para tu primera lección de brillar, vamos a hacer una serie de rondas de práctica antes de que realmente juguemos. –me dijo en el oído antes de dirigir su palo hacia abajo. –Vas a golpear la bola blanca hacia las otras bolas y romperlas. –explicó.
Cogí el palo, me incliné sobre la mesa y traté de recordar todas las veces que había visto a la gente jugar en el billar en la televisión. Aunque maldita sea, allí se veía tan tremendamente fácil...
Antes de que pudiera pensar demasiado, el cuerpo caliente de Justin se cerró detrás mí. Su mano cubría la mía haciendo que me mareara. Me tomó un segundo recordar respirar.
-Esta es la parte que he estado esperando. –murmuró en mi oído mientras ajustaba mis manos en el palo.
Traté de mantener la concentración, pero podía sentir su aliento cálido en mi oído y su cadera estaba tocando mi trasero.
-Ahora, estás lista para hacer el tiro.
Su voz envió escalofríos a mi cuerpo y temía que si asentía con la cabeza mirando hacia él me tiraría en sus brazos. En cambio, dejé que me guiara para hacer el tiro. Un montón de pelotas de colores rodaron sobre la mesa, pero me parecía que no podía concentrarme.
-Buen trabajo Maslow, aprendes rápido eh. –dijo sin reír pero regalándome su estúpida sonrisa torcida.
Su mirada hizo que mis mejillas se sonrojaran. Una sonrisa de satisfacción apareció en sus labios y de repente me moría de ganas por atrapar ese labio inferior con mis dientes. No podía apartar mis ojos de ellos. Incluso cuando su sonrisa se desvaneció seguí mirando su boca.
-Vas a tener que dejar de hacer eso, Maslow. –susurró con voz ronca y redujo el espacio entre nosotros, presionando su cuerpo contra el mío. Me las arreglé para sacudir mi fascinación por sus labios y lo miré a los ojos. Miraba hacia mí con un brillo hambriento que no estaba acostumbrada a ver. Pero me gustó. Me gustó mucho.
-Gatita, estoy esforzándome mucho para ser bueno. Ser bueno no es lo mío, ya lo sabes. Por favor, recuerda que estamos en un bar, jugando a un billar, que estoy tomando un Bacardi, que tengo mis límites y que estudies mi boca como si quisieras un trozo me pone peligrosamente cerca del borde de esos límites.
Menudo colapso. Eso sí que es terrorismo emocional. Nunca se me dieron bien los cálculos rápidos pero en esta ecuación lo que importa no es la velocidad. Mi problema es que tampoco controlo eso de evitar mirarle a los labios, pero... ¡Joder! ¡Su maldita manía de lamerse los labios antes de hablar algunas veces!
Dejé escapar un sonido de frustración y luego me di la vuelta para hacer frente a la mesa de billar.
-Tu bola azul está en el mejor lugar. La tienes casi dentro para meterla en la esquina de allá, y la bola blanca está muy cerca de ella.
Me las arreglé para mantenerme enfocada en lo que él me estaba diciendo hasta que se trasladó una vez más detrás de mí para corregir la forma en la que estaba sujetando el palo. Tomé una respiración profunda y golpeé la bola blanca. Segundos después le di directamente y la bola azul se hundió en el agujero.
-¡Já! ¡Chúpate esa! –canturreé triunfadora.
Él estudió toda la mesa y asintió con la cabeza.
-Es normal, muñeca, soy un gran profesor. –dijo con aires de grandeza mientras una sonrisa burlona aguantaba su segundo cigarro.
Sí, había retomado ese jodido vicio que yo tanto odiaba.
-Alguien tiene el ego muy alto aquí.
Dos juegos después logré encontrarle el truco al juego. Nunca me había dado cuenta de que un hombre inclinado sobre una mesa de billar pudiera ser tan sexy, pero sí, lo era. Aparte del hecho de que estuviese inclinado sobre el palo, me encantaba la mueca que aparecía entre sus ojos cuando se concentraba, lo que me daba más ganas de besarlo.
La morena volvió con dos Bacardi y los dejó sobre la pequeña mesa de madera en forma de bidón. Después de analizar de arriba abajo a Justin que estaba apoyado contra la pared, le deslizó un pequeño papel sobre la mesa. Él la observó con un rostro tranquilo y se guardó el pequeño papelito en el bolsillo. Entrecerré los ojos observándolo. Se dio cuenta de cómo le miraba y elevó una ceja para más tarde dar paso a una ladeada sonrisa. Tiró el cigarrillo al suelo y lo ahogó con su bota mientras se acercaba a mí.
-Es tan sólo la cuenta, no le des vueltas muñeca, nos conocemos.
Un segundo más tarde clavó sus manos en mi cintura y sin apenas hacer fuerza me sentó sobre la mesa de billar. Me quedé observando sus labios carnosos durante segundos, hasta que llevó su mano a mi cuello y mandó al diablo a un par de milímetros. Me quedé sin respiración cuando me acarició el muslo con la otra mano y se lanzó a mis labios. Sabía tan jodidamente bien controlar las situaciones que a veces me desconcertaba. Parecía especialmente creado para esto. Enredé mis manos en su cuello y le seguí el beso, el cual ya se estaba convirtiendo en un beso peligroso. Me mordió el labio inferior y soltó una pequeña risa malvada sobre mi boca cuando se me escapó un suspiro.
-Hmm... Te advertí que no jugaras con mis límites.
-Yo no he jugado con tus límites. –susurré.
-Ya te he dicho que no me controlo cuando me miras a los labios. Es como si quisieras arrancármelos, y de repente como que me entran ganas de hacerlo a mí.
Elevé una ceja y él soltó una pequeña carcajada para volver a besarme ésta vez más suave. Cinco minutos más tarde unas risas se escucharon detrás de nosotros. Me separé de Justin y ladeé la cabeza. Las dos chicas se miraron y cruzaron una sonrisa. Una era rubia, un poco más alta que la otra, de piel tostada por el sol y ojos verdes. La otra, un poco más bajita, era morena, de piel clara y dos ojos negros como el carbón. Señalaron a mi novio y luego se giraron hasta perderse entre la multitud. Aquella banda había sido sustituida por un "pum, pum" repetitivo y yo cada vez estaba más mosqueada. Justin me dio un beso fugaz en los labios y me bajó del billar.
Estaban pasando cosas muy raras.
-Ven, vamos a bailar un poco.
Estuvimos bailando casi una hora entre cervezas, motoristas, mujeres vestidas de negro y labios rojos. Justin solía frecuentar lugares de moteros, pero en Atlanta solíamos ir a lugares más... Ya sabes, más comunes y menos cutres. Además, allí había algo que no me hacía sentir segura. Estaba en alerta. Todo el mundo le miraba, pero no era esa mirada que solían regalarle de: "Oh, yo te conozco, tú eres Justin Bieber, me gusta tu música." Era una mirada diferente. Una mirada que me estaba comenzando a preocupar.
-¿Podemos irnos? –le susurré al oído mientras bailábamos ahora una canción más lenta.
-¿Te encuentras mal? –su tonó se endureció.
-No, sólo...
-Sé que es la primera vez que vienes, y no es el mejor lugar ni el sitio perfecto. Ya te acostumbrarás.
-Odio éste lugar Justin.
-Te he traído aquí para que veas que éste bar no es tan malo, sí, quizás no es lo que solíamos frecuentar antes, pero es Roma nena, las cosas cambian.
-Hay mil sitios aquí Justin, tú lo has dicho, estamos en Roma. Sin embargo me traes a éste lugar, me siento... -me interrumpió.
-Espérame aquí un momento ___, voy a pagar las copas y nos vamos. No te vayas de aquí.
-Está bien.
Desapareció entre la gente y se acercó la barra. Ladeé la cabeza y me encontré a un tipo observándome con una sonrisa que no me gustaba ni un pelo. Me metí entre un grupo de mujeres y dos segundos más tarde el mismo hombre estaba a mi lado. Era un tipo joven, con el pelo oscuro y los ojos grandes y azules como el cielo. Llevaba un tatuaje en el pecho y otro en la mano izquierda. Quizás me detuve demasiado observando sus tatuajes pues cuando me encontré con su mirada estaba sonriendo otra vez de aquella forma. Di la vuelta buscando a Justin, pero ya no estaba en la barra y me estaba comenzando a poner nerviosa. Chocaba contra la gente y mientras me regalaban insultos por lo bajo, yo seguía caminando. Me mordí el labio inferior y me giré rápidamente cuando una mano me tocó el hombro.
-¿Buscas a Justin Bieber verdad?
El mismo tipo de antes. Tragué saliva nerviosa y me obligué a mí misma parecer segura.
-Sí. ¿Dónde está?
El tipo ladeó la cabeza un segundo y le hizo una seña a otro. Luego volvió a mirarme.
-Se fue por ahí.
Con un leve movimiento señaló los baños. Caminé hasta ellos y le llamé un par de veces, pero no, no recibí respuesta. Me iba a matar. Aunque tenía la sensación de que quizás podría hacerlo otro antes. Aceleré el paso y entré en el baño femenino, me encerré en uno de ellos y mientras buscaba mi teléfono sentí unas botas caminando firmemente a escasos metros. No encontraba el jodido teléfono y para colmo el tipo que estaba a fuera no paraba de dar vueltas. Un golpe. Fuerte. Claro. Estaban abriendo los putos baños. Encontré el teléfono, no me veía capaz de llamar, estaba asustada, no coordinaba y apenas había cobertura. A la tercera señal saltó el buzón de voz. Y sonaron dos golpes más. Cada vez más cerca. Y me quedé en silencio. Muerta de miedo y temblando. Y ésta vez no era entre sus brazos.
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Desafío al corazón .{Justin y ___}.
FanficImpulsivo. Irrespetuoso. Provocativo. Mujeriego. Egocéntrico. Vicioso. A sí me describen. Todo lo que quiero, lo consigo. Todo lo que deseo, lo consigo. Todo lo que me propongo, lo consigo. Así soy yo. ¿Y por qué no? Con tan solo chirriar un dedo, l...