El corazón me iba a mil por hora. Venir aquí no había sido una buena idea, eso estaba claro.
¿En dónde demonios se había metido?
- Bonita, ¿dónde estás? –murmuró una voz ronca.
- No tengas miedo, no te voy a hacer nada, sólo nos vamos a divertir...
Sentí arcadas. Me estaba mareando y el pulso no me podía ir más rápido. Como si me estuviera leyendo el pensamiento. Miedo. Autentico y verdadero miedo. El mismo. Estaba ahora aquí, conmigo, presionándome el pecho con demasiada fuerza. Miles de imágenes de todas esas películas que solía ver cuando estaba aburrida en casa se me pasaron por la cabeza, el sonido de sus botas se escuchaba tétrico sobre aquel frío parquet, y de repente ya no sólo era miedo, ahora era el terror personificado. El teléfono se me cayó al suelo, y dos segundos más tarde ya estaba intentando abrir la puerta. Joder. Esto era horrible. No sabía dónde demonios meterme. Luché contra la puerta, intentando que no consiguiese abrirla, apretando con toda mi alma el manillar. Pero él era un hombre, él tenía más fuerza, y él ahora estaba acompañado.
La puerta se abrió de golpe. Y yo sólo pude dar un paso hacia atrás.
Al ver unos ojos oscuros y fríos me congelé. Roma nunca había sido de fiar, eso estaba claro. Pero con su compañía todo parecía mucho más fácil. Me sentía protegida y segura. Y ahora, me sentía débil e indefensa. Las manos de aquel tío se aferraron a mi cintura forcejeando para sacarme del pequeño baño. Al ritmo de, "suéltame hijo de puta" y "vaya, pensaba que a las chicas como tú les enseñaban modales" logró sacarme de aquel pequeño agujero. Sus fríos ojos azules se habían convertido en unos fríos ojos rojos, como el mismo fuego. Fue entonces cuando me di cuenta que era el mismo tipo de antes. Me mordí el interior del labio reprimiendo un llanto. Una de sus manos se clavó con fuerza sobre mi boca a la vez que me acorralaba contra la pared. Los fríos azulejos me hicieron temblar, aunque dudé si había sido ante el frío, o ante el pánico.
-Más te vale que no me hagas nada. –murmuré cuando retiró su mano de mi boca.
-¿Y si no? –elevó una ceja mientras una mueca divertida se curvaba en sus labios. De repente me entraron unas tremendas ganas de escupirle en la cara. Pero eso no iba a mejorar las cosas. -¿Y si no qué? –trazó un recorrido desde mi clavícula hasta mis labios con su dedo índice. Apreté los ojos con fuerza y asco.
-¿Qué demonios quieres? –pregunté.
-Hmm... -masculló riendo. –Rob, creo que nos vamos a divertir mucho ésta noche.
El tal Rob, se reía hablando por el teléfono móvil. Aunque no tardó mucho más, se llevó la mano a la nuca, y se lo guardó en el bolsillo trasero. Parpadeó varias veces cuando se giró, me miraba de arriba abajo y tenía el ceño ligeramente fruncido. Miró al rubio que luchaba contra mí, intentando ponerme una cinta negra en la boca.
-Tío... -susurró. –Es la chica de... -fue interrumpido por un tono de voz áspero y fuerte.
-De nadie. Las novias no se dejan solas en un bar de mierda en medio de cientos de hijos de puta. A no ser que seas uno de esos hijos de puta.
-Creo que no es buena idea. –masculló observándome.
El rubio ladeó la cabeza y fulminó con la mirada al castaño.
-Y yo creo que no me has entendido Rob. ¿O quieres que te lo explique de la misma forma que se lo expliqué a Jimmy Kurton? –sonrió. No sabía a qué demonios se referían, pero aquella sonrisa y aquel tono amenazador no me transmitieron mucha confianza.
El tal Rob negó con rapidez sin ni siquiera pensárselo dos veces. Me miró un segundo y justo después volvió la mirada hacia su teléfono móvil. La cinta me apretaba la boca y me dolían las muñecas de la presión que estaba ejerciendo contra mí. Sentí como me levantaba la barbilla y dos segundos más tarde me presionaba un poco más contra la pared. Tragué saliva y me mordí el interior del labio, reprimiendo mis miedos y mis enormes ganas de salir corriendo. Me moví con fuerza intentando escapar, pero era absurdo, parecía que le gustaba cuando me removía intentando sacar sus manos de mí, y para colmo no podía gritar. Tenía la boca vendada y todo aquello era una puta mierda.
-Shh... -susurró contra mi oído. –No te portes mal, no te conviene.
Aproveché que tenía los pies ligeramente separados para propinarle un golpe en sus partes, y aunque logré darle con fuerza, terminó cogiéndome cuando estaba a punto de salir de aquel calvario.
-Te lo dije preciosa, no te convenía.
Se llevó una mano al bolsillo trasero y sacó de allí una pequeña cuerda marrón y algo vieja. Me giró con fuerza y desprecio y sosteniéndome con brusquedad me amarró las manos sin compasión alguna, quitándome dos de mis sentidos más importantes. Una vez amarrada me giró y volvió a colocarme contra la pared. Tenía miedo, demasiado. Aquello parecía una puta pesadilla. Una lágrima se deslizó por mi rostro hasta perderse en uno de sus dedos, que luego se llevó a la boca. No me esperaba nada bueno. Eso estaba claro. Recogió todo mi pelo en un sentido y se acercó a mí. Y yo no podía hacer nada. Sentí como empezaba a recorrer mi cuello con su lengua, gritar no servía de nada, porque apenas se podía escuchar mi voz.
Gemía con desesperación moviéndome con impaciencia debajo de las manos de aquel cabrón que aprovechaba para meterme mano por donde podía. Me retorcía en sus brazos a la vez que él se reía con indiferencia.
-Suéltame. –balbuceé entrecortadamente. Él levantó una ceja y soltó una carcajada a penas inaudible.
Se detuvo por unos segundos mirándome a los ojos y le sostuve la mirada, aquel tipo me estaba traspasando el alma con unos ojos oscuros, fríos y distantes como el diablo.
Siempre me habían dicho que no podías verte débil frente al enemigo, porque le regalarías mil y una razones para seguir con sus planes de dejarte bajo subsuelo, allí, justo al lado de los dinosaurios. Intentaba no verme débil frente a ese tío, pero me resultaba tan malditamente complicado no sentirme indefensa y llena de miedo... Bajó la mirada justo a mis labios y recé cuarenta "padre nuestros" para que no hiciera lo que le estaba pasando ahora mismo por la cabeza o me pasaría las próximas veinte semanas lavándome la boca con lejía y agua bendita. Eso si salía con vida de allí, claro. Vaciló con una media sonrisa y se acercó a mi cuello, tras darme un pequeño beso mojado en esta zona sopló justo ahí, regalándome un escalofrío. Joder, tenía ganas de llorar. Murmuré miles de palabras incontables que eran totalmente canceladas por aquel trozo de cinta negra, grité, maldecí, y me estremecí cuando sentí su mano deslizarse hacia mi entrepierna. Justo encima del vestido. Él sonrió con malicia y tocó mi muslo mientras yo me movía para esquivar sus asquerosas manos de mi piel.
-Ahora entiendo de qué hablaba Bieber cuando llegó aquí por primera vez. –masculló contra mi cuello. –Ahora lo entiendo todo. –susurró tirando del lóbulo de mi oreja. Cerré los ojos con fuerza, y al abrirlos se me volvieron a escapar un par de lágrimas. Volvió a repetir la misma acción de antes, llevó su dedo pulgar a mis mejillas, recogió las lágrimas y se llevó el dedo a la boca.
-Hasta tus lágrimas son dulces, no me quiero ni imaginar lo que me voy a encontrar debajo de éste vestido. –susurró con voz ronca. Y volvió a deslizar su mano hasta mi muslo, pero esta vez me subió ligeramente el vestido.
-Estate quieta. –el tono de su voz se tintó un poco más áspero y fuerte. –Te estoy diciendo que te estés quieta.
Negaba con todas mis fuerzas, había llegado a mi punto máximo. Me movía frenéticamente y gritaba bajo aquella cinta intentando –sin resultado alguno- ser escuchada por alguien. ¿A caso a nadie le entraban ganas de ir al baño? Y aún peor, ¿En dónde coño se había metido Justin?
-Está bien, está bien. –con un fuerte empujón me lanzó al suelo. Sentí crujir varios de mis huesos, las muñecas me dolían demasiado, me había amarrado la cuerda con demasiada fuerza y la boca me quemaba.
Se llevó la mano al bolsillo trasero sin quitarme la mirada, sacó su teléfono móvil y marcó un par de números a la velocidad de la luz. Se lo llevó a la oreja mientras me miraba con la mandíbula tensa. Justin la ponía siempre que estaba con diez mil diablos encima y aquello no significaba nada bueno.
-En cinco minutos. –masculló. –Sí. ¿Está por ahí? –se quedó en silencio unos segundos. –Me importa una mierda Rob, hazlo antes de que salga. –se llevó la mano a la nuca y luego sonrió. -¿Sangre? –carcajeó. –Me encanta. Desaparécelo.
Me moví en el suelo mientras colgaba el móvil y lo devolvía a su sitio. El pánico que sentía que era indescriptible. Y ahora no sólo temía por mí, sino también por él. Mis pensamientos se habían lanzado al vacío tras llegar a la conclusión de que no estaría pasando esto si no hubiera algo detrás. ¿Quién me iba a querer hacer daño a mí? ¿Por qué? No me metía en líos y estaba fuera del mundo oscuro. Y lo único "oscuro" que tenía en mi vida, era él. Aunque habría jurado que eso había quedado en el pasado. Un miedo atroz, silencioso, abrumador, me saltó de arriba abajo.
-Tranquila preciosa... -se arrodilló frente a mí y me acarició la mejilla. Bruscamente giré mi cara y él volvió a sonreír de aquella forma. –Me gustan las chicas difíciles.
Le abría escupido en la cara de no tener aquella mierda sobre mis labios.
-Levanta.
-He dicho que te levantes.
-Te aconsejo que me hagas caso si no quieres pasarlo mal. –masculló.
Claro, porque ahora me lo estaba pasando de puta madre. Me levanté a duras penas y volvió a sonreír alagando mi acción. Me picaban los ojos y notaba como poco a poco se me iban secando las lágrimas. Con un rápido movimiento me colocó justo delante de él y me agarró con fuerza desde atrás, colocando su mano derecha en mi boca. Caminamos hasta la puerta y después de echar un vistazo me empujó con rabia haciendo que mi cuerpo se desplomara hacia adelante, no tardó mucho en volverme a estabilizar. Salimos de los lavabos y me apoyó en una de las esquinas, justo antes de salir al bar. Y aunque la música estaba bastante alta se podían escuchar gritos. El corazón me iba a mil por hora a toda hostia.
El tipo me miró y sacó de nuevo su teléfono móvil. Marcó un par de teclas y apretó el botón verde. Tras dos señales, pude escuchar una voz ronca detrás de la línea. Al darse cuenta que podía escuchar, bajó el volumen y se alejó unos centímetros de mí. Maldecí.
-Espero que hayas sacado a ese cabrón de aquí, porque lo último que quiero es encontrármelo por el camino.
Me soltó las manos un momento, pero aún llevaba la horrible cuerda atada. Me mantuve pegada a la pared. Él hablaba con un tono serio mientras yo movía las muñecas sin que se diese cuenta, quizás y con suerte lograría deshacerme de ésta mierda. No me quita la mirada de encima. Disimulo. Miro a lo lejos y puedo divisar a un chico y a una chica. Están alegres, ríen con fuerza y ella se enciende un cigarrillo, lo cual para mí en ese momento equivale a una especie de declaración de independencia. Sin embargo, es evidente que hoy el mundo conspira contra mí. Sus manos volvieron a clavarse sobre las mías y tiró de mí en el otro sentido.
-Ben, escúchame bien. –susurró entre dientes. –En menos de tres minutos estamos ahí.
¿Ahí? ¿En dónde demonios era "ahí"? Tragué saliva y cerré los ojos un segundo. Posiblemente ahora mismo tendría esa expresión en la cara que tendría una madre si su único hijo varón estuviese a punto de irse a la guerra. Y no he tomado drogas. No que yo sepa.
Mientras seguía absorta en una especie de delirio, mi mirada se clavó en una rubia, la misma tía que nos sirvió las bebidas cuando Justin y yo estábamos jugando al billar. Me estaba viendo con sus propios ojos y no hacía absolutamente nada. Estaba siendo secuestrada, atada, acosada, y tenía una jodida cinta negra en la boca que se podía ver a kilómetros de distancia. ¡Cómo demonios no hacía nada! Estaba claro que era una perra, y desde luego aquí estaba pasando algo muy raro.
En menos de tres minutos estamos fuera del local y un BMV de color negro estaba aparcado justo delante. Me moví con fuerza intentando escabullirme de las manos de aquel cabrón mientras él presionaba su cuerpo contra el mío. Miré hacia todos lados, buscando quizás una pequeña ayuda. No había absolutamente nadie.
-Sube. –masculló el rubio con decisión. Concentré toda mi fuerza en cada parte de mi cuerpo. –He dicho que subas. –dijo entre dientes. Volví a negar con la cabeza y logré propinarle una patada en sus partes, mientras él maldecía sin quitar ni un solo dedo de mi cuerpo, me empujó hacia el asiento trasero. Luego se acercó y hecho una furia me anudó bien las cuerdas para que no pudiera moverme de allí.
Acto seguido, el rubio dio un portazo tan fuerte que yo juraría que había hecho eco por todo Roma. Fruncí los ojos con fuerza, necesitaba limpiarme la cara, las lágrimas me molestaban, el pulso me iba demasiado rápido, sentía una presión en el pecho y Justin no aparecía. Quizás la culpa era mía por haber leído tantas novelas de Federico Moccia y sus historias perfectas en las que el chico siempre venía a rescatar a la chica que le gustaba. Ahora estaba bien jodida y sólo esperaba que esta mierda terminara pronto. Y si a Justin le hubiese pasado algo... Respiré hondamente. Deseaba gritar, llamar a alguien, pedir ayuda. El coche giró con fuerza, miré las nubes que pasaban en el cielo oscuro y se me escaparon un par de lágrimas. Vi como el rubio me observaba por el espejo retrovisor, luego soltó una sonrisa irónica y se llevó el cigarrillo a la boca.
Una curva llega muy inoportuna. En el ángulo perfecto, y además de mi lado. Una de las cuerdas se desata y consigo mover una de mis manos. Él susurra un, "mierda". Trago saliva. Siento su mirada sobre mí por el espejo retrovisor. Le regalo una mirada intensa llena de odio y furia, él vuelve a sonreír. Suspiro. Intento desatar la otra cuerda con la mano sobrante. Otra curva. Me retuerzo en el asiento.
-¿Por qué demonios te mueves tanto? –dice entre dientes. Yo como no puedo hablar elevo mis hombros dándole a entender que conduce de puta pena. Tira el cigarrillo por la ventana, tiene la mandíbula tensa.
Otra curva y un frenazo. Se acerca un coche. Es oscuro, pasa a media velocidad, hace luces y toca la bocina. Después escucho un frenazo algo más adelante y el ruido de una marcha atrás acelerada. Es un Porshe. Retrocede a toda velocidad, ladeándose ligeramente. El rubio maldice y mis ojos se abren como platos. Nos bloquean el paso.
-¡Salte de mi camino hijo de puta!
El rubio se bajó del coche y en ese mismo instante divisé a Justin salir del Porshe. El rubio dio un paso atrás y Justin miró hacia el BMV con un rostro que daba realmente miedo. No ocultó su impotencia llena de rabia. ¡Maldita sea! ¿Qué clase de broma era esta? Me llevé rápidamente la mano que había logrado desatar y me quité la cinta de la boca. Justin avanzó dos pasos hacia adelante y el rubio retrocedió uno. Aquello no pintaba nada bien. Moví las manos con rapidez, la otra estaba mucho más apretada y no podía ver el nudo, por lo que me resultaba realmente imposible encontrar la forma de desatarlo. Escuché mi propio gemido de impotencia. Ellos maldecían y se gritaban cosas que no escuchaba con claridad, la situación me estaba llevando al límite, estaba a punto de sufrir un ataque de ansiedad.
El rubio estaba en alerta, y después de decirle algo que apenas logré entender, Justin apretó los puños.
-¡Maldito cabrón!
Se le echó encima.
Furioso y lleno de rabia le empujó contra la pared, aplastándolo con su peso.
-Dime dónde cojones la tienes. –masculló Justin.
-¡Dime dónde demonios la tienes! –repitió en un grito ronco.
-¿A quién? –contestó esta vez el rubio.
-No te hagas el gilipollas, ¡Dime dónde cojones está!
-¿Para qué iba a esconder yo a tu zorrilla, Justin?
El rubio intentó quitárselo de encima y Justin cargó aún más contra él, aprovechándose de su ventaja. Subió su brazo izquierdo hasta apoyárselo en el cuello y restarle el resuello. La mano derecha, con el puño cerrado, esperó a media distancia.
-Dime dónde está mi chica, o te juro que acabarás muy mal. –susurró entre dientes. Su mandíbula estaba tensa y las venas parecían que le iban a estallar. El rubio le regaló una sonrisa irónica, estaba sopesando si valía la pena contestarle. Es decir, si puede con él o no.
-No tengo a tu puta.
Se equivocó. Le lanzó un puñetazo certero, perfecto. Ni siquiera lo vio, bastó para romperle la nariz. Lo vi tambalearse sobre las piernas y hacer un amago de reaccionar. El rubio tomó un poco el control y le regaló un perfecto golpe en la cara a Justin. Éste se llevó la mano al labio inferior, estaba fuera de sí. Y lo golpeó de nuevo, con la izquierda, encima de la ceja derecha, un impacto fuerte, preciso, con malicia. Cayó al suelo con ruido seco y ni siquiera le da tiempo a moverse cuando le sale al encuentro con una patada en toda la cara. En cuanto retiró la pierna del rubio, se forma un charco de sangre.
Tiré con fuerza logrando deshacer el nudo. Le lancé una patada al sillón delantero y conseguí salir del coche.
-¡Para! –grité entre lágrimas.
Justin se giró rápidamente y juraría que le sentí suspirar. Un golpe fuerte y claro, en su rostro. El perfecto despiste. Un hilo de sangre se deslizó por sus labios y cayó al suelo. Reventaba de pura ira. Con la mandíbula tensa giró la cabeza, ignorando mis gritos arrasó con el rostro del rubio, un golpe que él no daba jamás, si no es que se había salido de sus casillas. El muchacho trata de escapar. Escapa varios metros hasta el BMV. Justin lo alcanza de inmediato y se abalanza de nuevo sobre él. Le da patadas en la espalda, en las piernas, mientras el rubio se aferra al suelo, intentando levantarse, huir de él. Siento que mi chico se convierte en una bestia, un terrible animal, y no me gusta, no me gusta nada, me da miedo, golpeando con maldad, con rabia.
-¡Justin, joder! ¡Te he dicho que pares!
Tenía miedo. Su respiración era agitada, todos sus músculos estaban contraídos. Se separó del rubio y escupió al suelo. Me pasé el puño por la cara, recogiendo mis lágrimas. El tipo se quedó en el suelo, respirando con dificultad, pero consiente.
-Déjalo, ya, por favor. Quiero irme de aquí. Sólo llévame a casa. –balbuceé mientras la mayor de las tormentas me pichaba en los ojos.
Él se llevó la mano a la nuca y miró a aquel tipo. No podía más, necesitaba volver a casa, necesitaba olvidar toda esta mierda. Despertar. Caminé hasta el coche en el que él venía, sin mirar lo que pasaba a mis espaldas.
-Escúchame bien Paul, -masculló Justin entre dientes. –Que sea la última vez que tocas a mi chica, -escupió. -Que sea la última vez, porque te juro que te mato.
Me metí en el coche y apoyé mi cabeza en la ventanilla, Justin no tardó en venir. Cerró de un portazo y me miró. De arriba abajo. Analizándome.
-¿Estás bien? ¿Te encuentras mal?
-Quiero irme de aquí. –dije en apenas un susurro.
Silencio durante casi un minuto. Luego miró al frente y arrancó a toda velocidad. Adelantó en zigzag a dos o tres coches, acto seguido, metió la tercera y aceleró. Justo cuando pensaba que este sueño iba a terminar, giró a toda hostia, y después de algunas maniobras, detuvo el coche.
-¿Qué haces?
Se bajó del coche, dejando otro jodido portazo detrás de él. Ya me estaba comenzando a cabrear aquel sonidito. Bajé del coche y le busqué. ¿En dónde demonios estaba ahora? Miré hacia todos lados, no estaba, una tos seca, giré la cabeza, clavé mi mirada en la acera. Estaba sentado fumándose un cigarrillo. Me senté a su lado, en silencio. Tenía los nudillos cubiertos de sangre, seca. Como cuando pintas tu habitación y la pintura lucha por quedarse ahí, justo en tu piel. No importa cuántas veces te laves las manos, no se va a ir. Te va a joder la vida.
-No estabas. Volví, y no estabas. No te encontraba, te habías ido, te dije que no te movieras de dónde te dejé. Te lo dije. –le dio una calada al cigarro y me miró. Aún tenía la mandíbula tensa, y los ojos rojos. Tragué saliva. No quería llorar, yo sólo quería irme a casa.
-Llévame a casa.
-Me estaba volviendo loco ___.
-¡Quiero irme a mi puta casa Justin! ¿Me entiendes? –grité. – ¡Tú no sabes lo mal que lo he pasado esta noche! ¡Casi me violan, en un puto baño! ¡Fui secuestrada durante más de dos jodidas horas y ahora casi veo como mi novio mata a un tipo que ni siquiera conozco y que, para colmo, él sabe su nombre! –sollocé. Lanzó el cigarro al suelo. Me puse en pie y caminé hasta el coche. Murmuró algo que no logré entender y me giré. –Llévame a casa.
El trayecto hasta ésta, fue en silencio. Miradas furtivas y suspiros por las dos partes. Teníamos que hablar demasiadas cosas. Bueno, al menos toda esta historia me había servido para algo: no volvería nunca jamás a un bar de moteros en Roma. Y aún me quedaba saber de dónde demonios había salido este coche.
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Las gotas de sudor corren alrededor de toda la musculatura de Justin. De arriba abajo, brotan y le bañan el cuerpo. De espaldas, lleva haciendo más de ochenta barras esta mañana. Tiene mucho en qué pensar. Mucho que aclarar en su propia cabeza. A penas habían hablado la noche anterior. Se pasa la toalla por la cara y toma un poco de agua. Dos muchachos más jóvenes, ocupados con un aparato cercano, se miran, sin saber muy bien qué hacer. A lo lejos, un grupo de chicas hacen ejercicio. Una rubia con las mallas negras y la camiseta del mismo color, le hace gala de una espléndida sonrisa. Cruza las miradas con las otras dos que ahora le observan curiosas. Justin bebe el último sorbo, guarda sus cosas e intenta levantarse, pero las piernas parecen cederle por un momento. Un señor que está justo al lado se da cuenta y se levanta de inmediato.
-¿Te encuentras bien, muchacho?
-Estoy bien, gracias.
Es suficiente por hoy. Se pone en pie y se seca la nariz con la pequeña toalla que lleva en la mano. Luego exhala un profundo suspiro. Aún le duelen algunos golpes de ayer. Sale del gimnasio dejando algunas miradas curiosas detrás de él. Se acerca al coche y tira la mochila al asiento copiloto, treinta segundos más tarde el motor ruge. Rebusca entre sus cosas y saca un cigarrillo que se desliza hasta sus labios. Acelera dos veces y baja por la principal. El cielo está tan rojo que parece el infierno. De verdad, el maldito infierno. Se fija en las personas que pasean por las calles, caminan con la mirada perdida. Se miran unos a otros intentando no chocar. Ni sonríen, ni se prestan atención, los árboles han terminado desnudos y muertos y los edificios son todos iguales. Le da otra calada al cigarrillo que se consume poco a poco. Ya está en casa.
Abre la puerta y deja caer las llaves en la pequeña mesita de cristal. Suelta la mochila y la busca por el salón. No está. Se quita los zapatos y los deja allí, en medio, ya luego ella se encargará de echarle la bronca. Sube las escaleras.
-¿___?
No responde, no está. Se pone nervioso y se rasca la nuca. No está en la habitación, y tampoco en el estudio. Abre la puerta del cuarto de baño, uf, ahí está. Tomando una ducha en la bañera, en silencio. Tiene puesto los auriculares, y los ojos cerrados. Hace poco que está ahí, toda la espuma la cubre y a un lado tiene una copa de "vete a saber qué". Justin entra, y cierra la puerta con cuidado, sin que se dé cuenta. Se muerde el labio inferior y camina casi de puntillas hasta ella. Se sienta al lado, en el suelo, y aprovechando que tiene todo el pelo hacia el lado izquierdo, considera que le hace falta un beso en el cuello. Se lo da. Y ella pega tal brinco que logra asustarlo hasta a él.
-Joder nena. –murmura Justin con una sonrisa tirándole de los labios.
-¿Joder nena? –le imita con cara asustada. –Me acabas de pegar un susto de muerte. No hagas eso nunca más. –susurra con la mano en el pecho, conteniendo el aliento. Él suelta una risa.
-¿Qué estabas haciendo?
-¿A ti qué te parece? –responde con una ceja elevada.
-Hmm... Sin duda seguimos de buen humor. Tendremos que hacer algo al respecto.
Se pone en pie y se quita los pantalones, dejándolos caer al suelo. Luego la camiseta.
-¿Qué haces?
-¿A ti qué te parece? –responde imitándola. Se le escapa una sonrisa burlona. Luego deja caer los boxers y cuando está a punto de deslizarse hasta la bañera ella le detiene.
-No te dejo.
-Ah, ¿no? ¿Y eso por qué? –finge enfadado. ___ lo mira de arriba abajo y se le escapa una risa.
-Porque no.
-Bueno, pero ya sabes que siempre hago lo que me apetece. Te prohíbo que te prepares duchas en la bañera si yo no estoy.
-¿Y por qué se supone que debería de hacer eso?
-Porque conmigo te lo pasas mejor.
La bañera es grande, caben a la perfección e incluso sobra espacio. Justin se desliza y quedan de frente. Mirándose a los ojos. Ella niega con la cabeza mientras una pequeña sonrisa tira de sus labios. Coge en la palma de su mano un poco de espuma y se la lanza con fuerza.
-Coño __, ¿qué haces?
-Te lo crees demasiado.
Tira de ella con fuerza, pero logra soltarse, se ríen y vuelve a cogerla, por la cintura.
-No, eso no se vale.
Niega con la cabeza intentando no sonreír. Justin eleva una ceja y aprieta la mandíbula. Se muere por tenerla cerca, desde ayer no cruzaban una palabra. Odia estar enfadado con ella, y lo peor es que es por su culpa. Traga saliva, ahuyenta sus pensamientos y la arrastra hasta él.
-Claro que se vale, aquí todo se vale, y ahora quiero que me des un beso.
Su voz cálida y profunda le produce un escalofrío. Buscando castigar se coloca a horcajadas encima de él.
-No me apetece. Estoy enfadada contigo.
Lleva su mano izquierda a la espalda de ella y la desliza hacia arriba repetitivas veces. La distancia se va rompiendo y los ojos de ___ se cierran de manera inconsciente esperando su beso. Él se acerca a su oído y le susurra:
-Claro que te apetece, no paras de pasarte la lengua por los labios de manera inconsciente esperando que te de alguna excusa para que podamos besarnos.
Tres segundos más tarde la lengua de Justin roza levemente la de ella, presionando sus labios a la vez que sus dientes arañan los labios de ___. Más tarde, la lengua de ella se ha rendido, dejando también la timidez a un lado, incluso sus dientes muerden el labio inferior de Justin y tiran tras de sí. Suelta un suspiro sobre su boca. La extrañaba demasiado. Ella sonríe sobre los labios de él. Puede notar todos sus músculos en tensión mientras se devoran en el agua, sus dientes se clavaban en el cuello de él y vuelven rápidamente a sus labios. Empieza a bajar sus labios por su cuello, dedicándole pequeños mordisquitos y besos cortos a la vez que sus manos acarician sus abdominales, los cuales se marcan más al tensionarse por clavar sus dientes en su cuello. Vuelve a subir a su boca y su lengua juega con la suya. Justin aprovecha la privilegiada posición de sus manos para apretarle el trasero. El deseo y los besos cada vez suben más de tono impregnando el lugar de suspiros y gemidos mientras recorren sus cuerpos con caricias.
-Así que estabas enfadada conmigo... –masculla él contra su cuello con voz ronca mientras le mordisquea. Se escucha un jadeo apenas audible, las manos están sobre sus pechos; y aquel pulgar inquietando su pezón. Y le arranca un suspiro inconsciente.
-Sí. –susurra ella.
-¿Sí? –susurra Justin mordiéndole el lóbulo de su oreja. -¿Sí qué?
-Sí, estaba enfadada contigo. –arrastra las palabras. Se está mordiendo el labio.
Baja dando pequeños besos a cada uno de sus lunares, por su cuello hasta legar a su hombro.
-Me encantas... -masculla.-Me enloqueces.
___ cierra los ojos ante las palabras y el calor de su boca que bajaba en línea recta desde su pecho hasta su estómago. Enreda los dedos en el cabello del castaño y aprieta tratando de controlarse. Justin vuelve hasta su boca, y a pellizcar. La excitación la hace temblar y la lleva a una parte que le ínsita a querer arañar, morder, desgarrar y hacer cosas malas.
Cuando los besos ya le parecen insuficientes, Justin decide dejar la labor a su lengua y así, entre lamidas, succiones y pequeños mordiscos, va bajando del cuello hacia su pecho. Le muerde un pezón, casi sin aviso, una y otra vez, mientras escucha los gemidos que le provoca. Rápida y atrevida ___ deja caer sus manos hacia abajo regalándole unas caricias, nota como él se tensa y traga saliva, apretando la mandíbula. Entre besos comienzan un vaivén que cada vez les excita más y les obliga a ser consecuentes con sus movimientos... Los cuerpos comienzan a arquearse en búsqueda de más placer, las respiraciones cada vez más aceleradas, sonoras y cerradas, y pequeños temblores evidentes de la necesidad. Justin se muerde el labio inferior ante la habilidad de las manos de ella. Y cuando la mano de él se mueve curiosa por debajo durante más de tres minutos, percibe como su chica no podrá soportarlo mucho más. La mira a los ojos, y más tensión, y más deseo... Sus dedos se mueven ágiles y no soporta ver como se muerde el labio delante de él, así que, comienza a pasar su lengua por el labio inferior de ___ con cada beso... provocando. La escucha gimotear y de repente, abre sus ojos y abandona su boca. Sus ojos claros bañados en lujuria, la boca entreabierta y deseosa de más.
Empieza a mecer con más ímpetu sus caderas contra las de él, el ritmo se vuelve más cadencioso y sus manos descienden con suavidad al trasero de ella. El calor y la humedad le llevaron a introducirse con facilidad en ella. Ve como cierra los ojos y se humedece los labios con la lengua. Su mano libre la toma por la nuca para que no se aleje, comiéndole la boca una vez más. Obtuvo una gran bocanada de aire cuando ella se dejó caer. Se mueve debajo de ___ mientras muerde su labio inferior. El rozado de sus mejillas, la respiración cada vez más agitada y sus uñas tirándole del pelo. Aumentó el ritmo, y con ello ___ llamó a un jadeo incesante que iba acompañado del sonido de la fricción. Joder, pero si se lo estaba follando. Los movimientos subían paulatinamente de velocidad e intensidad y aquel beso ardiente comenzaba a dejarlos sin aire. Rompiendo en suaves gemidos, ella apoya la cabeza sobre el hombro de Justin, moviéndose en círculos y poniéndolo aún más cachondo, gracias a los jadeos en su oído, si es que aquello era posible. Sus uñas vuelven a clavarse, esta vez en su blanca espalda. Acelera el ritmo mientras toma con furia los pechos de ella, tirando de sus pezones y devorándolos, mientras sujeta sus nalgas con sus manos acariciándola y empujándola contra su sexo. ___ responde al orgasmo con un fuerte gemido, cerrando los ojos y tensándose entera. Y un minuto más tarde, él se derrite. Puede sentir la agitación de su pecho golpear contra el propio. Y entonces se besan, acarician, tocan y follan de nuevo, sin restricciones. Rápido, lento, salvaje, no importa. Él la muerde. Ella gime. Él gruñe. Ella grita.
Roma a veces peligrosa. Pero Roma siempre Amor al revés.
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-¿Miedo? ¿Miedo yo? ¿Y de quién? Tú no me das miedo. Solo me produces risa. ¿Quieres saber algo? Esta noche te he denunciado. Y más te vale que no te vuelvas a cruzar por mi camino.
Se guarda el móvil en el bolsillo y entra en la cocina, se sienta enfrente de ella.
-¿Entonces? –pregunta ___ llevándose un trozo de Lasaña a la boca.
-¿Entonces qué? –Justin frunce el ceño.
-¿De dónde sacaste ese coche?
-Lo compré.
-¿Cuándo?
-Pásame una. -___ se moja los labios y le alcanza una cerveza. –Lo compré hace unas semanas.
-¿Y dónde lo tenías? ¿Por qué no me dijiste nada?
Justin levanta la mirada y la mira fijamente. Ella frunce el ceño. Y él le regala una sonrisa ladeada.
-¿Por qué tantas preguntas?
-Porque no es normal que aparezcas de repente con un Porshe. Lo lógico habría sido que me avisaras, no tenía ni idea de que te ibas a comprar un coche.
Se pone en pie y deja su plato en el fregadero. Ha terminado. Ella le sigue.
-¿Y la moto? –pregunta de nuevo. -¿Dónde está? Fuimos al bar en moto.
-En el taller.
-¿En el taller? –frunce el ceño. -¿Por qué está en el taller?
-Algún hijo de puta muñeca, ¿por qué crees que tuve que coger el coche?
Se queda mirándole durante unos segundos. Luego se rinde, no quiere pensar mucho y esa conversación la está poniendo nerviosa. Sale de la cocina y corre escaleras arriba hasta la habitación. Se lava los dientes. Coloca sobre la silla un par de camisetas. Se queda mirando por la ventana, está un poco distraída. Agita la cabeza y baja al salón.
-Me voy ya, te llamo en unas... -mira el reloj y curva los labios. –Tres horas o así. No sé, depende. ¿Vas a salir?
Justin desliza el cigarrillo de sus labios y suelta una nube de humo, pensativo. Se pone en pie y se acerca hasta ella.
-No tardes.
-Ya te dije.
-¿A qué hora te voy a buscar?
-Quizás me pueda traer Aaron cuando terminemos. No te preocupes.
Se gira y camina hasta la puerta, coge el paraguas. Está lloviendo.
-No, llámame en cuanto termines. ¿Por qué te tiene que traer ese tío?
Ella frunce el ceño.
-¿Estás celoso?
-¿Celoso? ¿Yo? –suelta una carcajada y vuelve a darle una calada al cigarro.- Por favor, nena, no me hagas reír. Su cara se acerca demasiado peligrosamente a la de ella. ___ lo esquiva haciéndose a un lado.
-Muy bien. Entonces volveré a casa con Aaron.
Y lo deja allí, con la palabra en la boca. Menuda vacilada. Funde el cigarro en el cenicero. ___ mira distraída, luego echa de nuevo a andar, tropieza con un tipo moreno, una cazadora negra de piel y un pendiente en la oreja izquierda. Parece tener prisa.
-Mira por dónde cojones vas, ¿no?
___ se disculpa. Sigue caminando. Una pareja justo enfrente. Un rubio rapado sobre una moto mientras charla alegremente con una chica que tiene abrazada entre las piernas. La chica viste una cazadora con las mangas blancas, un par de mallas oscuras y se ríe moviéndose divertida mientras el chico le roba algún beso. Joder, qué recuerdos. Cruza la calle, ahora un semáforo en rojo. Espera impaciente, jodidos lunes, se le está haciendo tarde.
Justin se termina un café y coge su chaqueta de cuero. Sale de casa y pilla el primer taxi que encuentra. No mucho más tarde llega al taller, casi dos mil pavos le ha costado los arreglos de la moto. Prácticamente la destrozaron. Le da un tocho de billetes y saca la moto del taller. Se despide del mecánico y pone la moto en marcha. Luego avanza, reduce, da gas. La moto se desliza por el asfalto, aumenta de revoluciones. Cien. Ciento treinta. Cada vez más rápido. El aire le pincha en la cara. Un semáforo. Los coches a su derecha tocan el claxon, frenando nada más arrancar. El viento silba y la moto sigue con su carrera.
Un poco más lejos, ___ llega al edificio. Varios chicos, guapos y vestidos de vaquero, mejor que una publicidad pero en vivo. Siguen a un tipo, joven, atractivo. Ella avanza escaleras arriba y se encuentra con sus compañeras. Ha llegado unos minutos tarde, pero Aaron ya la conoce, no pasa nada. Le regala una mirada intensa y ella sonríe disculpándose, "venga, que es lunes, y ya sabes qué pasa los lunes".
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Desafío al corazón .{Justin y ___}.
Fiksi PenggemarImpulsivo. Irrespetuoso. Provocativo. Mujeriego. Egocéntrico. Vicioso. A sí me describen. Todo lo que quiero, lo consigo. Todo lo que deseo, lo consigo. Todo lo que me propongo, lo consigo. Así soy yo. ¿Y por qué no? Con tan solo chirriar un dedo, l...