Familia China

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En una pequeña ciudad en las afueras de Pekín, vivía la familia Wang. Mei, una madre soltera y disciplinada, se encargaba de criar a su hija, Li Hua, de 11 años. En la cultura tradicional china, la obediencia y el respeto hacia los mayores eran valores fundamentales, y Mei se aseguraba de que su hija creciera bajo esos principios.

Aquella tarde, después de volver del trabajo, Mei descubrió que Li Hua no había terminado sus deberes de la escuela. En lugar de estar estudiando, la encontró jugando con su tableta, algo que Mei había prohibido durante las horas de estudio. Al entrar al cuarto, Mei se detuvo y miró a su hija con seriedad.

-Li Hua, ¿qué estás haciendo? Te dije claramente que no podías usar la tableta antes de terminar tus tareas -dijo Mei, con una mezcla de decepción y firmeza.

Li Hua, sorprendida, dejó caer la tableta y bajó la cabeza. Sabía que había roto una de las reglas más importantes de la casa, y su madre no iba a dejar pasar esa desobediencia.

-Lo siento, mamá. Pensé que podría terminar después... solo quería jugar un poco -respondió Li Hua con una voz temblorosa.

Mei no respondió de inmediato. Caminó hacia el armario donde guardaba una vara de bambú, una herramienta común en muchas familias chinas para corregir el comportamiento. La vara representaba la disciplina, algo que Mei había aprendido de su propia madre cuando era niña.

-En esta casa hay reglas, y esas reglas están para cumplirse. No hay excusas, Li Hua. Sabes bien lo que pasa cuando desobedeces -dijo Mei con un tono firme, mientras sacaba la vara.

Li Hua, con el corazón acelerado, sabía lo que venía. Sin necesidad de más palabras, se colocó de rodillas en el centro de la sala, asumiendo la posición de respeto y aceptación del castigo. En su cultura, entender las consecuencias de los actos era fundamental.

Mei se acercó y levantó la vara. -Esto es para que recuerdes que en esta casa se respeta la disciplina. Quiero que te esfuerces y que entiendas lo importante que es seguir las reglas -dijo antes de comenzar el castigo.

Cada golpe de la vara resonaba en la sala, haciendo eco de la severidad de la situación. Li Hua apretaba los dientes, aguantando el dolor. Sabía que su madre lo hacía para enseñarle una lección importante, aunque en ese momento no podía evitar las lágrimas.

Después de varios azotes, Mei bajó la vara y se inclinó hacia su hija. -Ya está, Li Hua. Ahora ve y termina tus tareas. No quiero volver a verte desobedeciendo, ¿entendido? -dijo Mei con una voz más suave pero aún firme.

Li Hua, con las lágrimas en los ojos, asintió y se levantó. Sabía que su madre era estricta, pero también entendía que lo hacía por amor y para que ella se convirtiera en una persona responsable.

Mei, aunque severa, observó a su hija con cariño mientras la veía regresar a su escritorio. Sabía que, al igual que ella lo había aprendido de su madre, la disciplina ayudaría a Li Hua a enfrentar los desafíos del futuro con fuerza y determinación.

Castigos a través del mundo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora