Capítulo 2

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Me equivoqué. Y tanto que me equivoqué. Hubiese preferido mil veces haber pensado sobre mi asesinato que haberlo soñado, como si estuviese yo delante. No me tocaban, no podían, y esto solo sucedía porque mi mente creaba mil formas de matar, mil armas homicidas distintas, y, al no haber presenciado nunca ninguna ejecución, no podía descartar ningún objeto, ni tampoco ningún escenario o acto. Me ataban a una pira y me quemaban, como hacían antiguamente con las brujas, hace muchísimos siglos. Me atrapaban pies y manos y me arrojaban por un acantilado, o bien dejaban mi cuerpo inerte y apuñalado abandonado en el suelo. Mi garganta no reaccionaba y ningún sonido salía de él, además de que la tenía seca. Pero, gracias al cielo, el gusto salado de mis lágrimas hizo que mi cuerpo reaccionara y me despertase, si bien el recuerdo de la pesadilla y mi respiración pesada no me lo pudo arrebatar.

Mis pies descalzos pisan el parqué frío. Ni siquiera me molesto en ponerme mis habituales calcetines negros de lana. Me dirijo medio dormida hacia el baño, con miedo a lo que se pueda reflejar en el espejo. Oh, genial. No he visto unas ojeras más grandes en mi vida, ni tampoco más marcadas. Además la perfecta coleta que me hice anoche para dormir ahora parece un nido de pájaros. Me quito la goma del pelo e intento desenredármelo con un cepillo. Aunque el resultado no me convence demasiado, para ser sinceros. Me sobresalto cuando veo una sombra reflejada detrás de mí en el espejo.

-¡William! Lárgate, ¿se puede saber quién te ha dejado entrar?

-Tu madre, está claro. Nadie se puede resistir a esta sonrisa. ¿Una mala noche, princesa?

-Horrible, ¡vete!

- Vamos, Julia, te he visto mil veces con ese chándal fino, horrible y apestoso que usas como pijama. Y si te preocupa tu aspecto, piensa que al menos tú te acabas de levantar; Tamara, la rarita del instituto, siempre intenta arreglarse, y ya quisiera estar como estás tú ahora.

Me sonrojo ligeramente, pero parece que Will es capaz de notarlo.

-¿Vergüenza, guapa?

-No, calor. Me he lavado la cara con agua hirviendo. ¿Podrías al menos esperar en mi cuarto, por favor?

Me cuesta mucho, pero al final accede. No sé qué hacer con él. Ni con mi pelo. Ni con mi cara. Y me debería apuntar que tengo que tirar este chándal y comprar un pijama decente. Me da pena, me gusta porque es cómodo, pero es de un color grisáceo muy feo, y la tela está tan desgastada que hay pequeños agujeros por todos lados. Afortunadamente, ninguno en lugares extraños. Finalmente decido que no hay nada que hacer con mi cabello, así que solo me peine el flequillo y me hago un moño informal de "andar por casa".

Cuando llego a mi habitación, Will se gira. Cuando entró en el baño no me fijé en lo guapo que estaba, pero ahora que le miro mejor soy capaz de darme cuenta. Su piel morena y sus ojos castaños resaltan con la camiseta negra que lleva puesta, y su pelo está tan seductoramente despeinado que quieres peinarlo, y a la vez no, porque está perfecto.

-¿Qué estabas mirando, William? No me gusta que cotillees, ya lo sabes.

-Estaba mirando nuestra foto. Me gusta.

Clavo mi mirada en su mano derecha. Es cierto, a mí también me encanta esa foto. Nos la hicimos hace un año, en nuestro sitio preferido. Los dos salimos sonriendo.

-Oye, Julia, he encontrado algo.

-¿Algo de qué?

-Algo para salvarnos. He encontrado a otro contaminado.

-¿Cómo puede ser que lo hayas encontrado? Los contaminados nos escondemos lo mejor que podemos, ¿quién sería tan idiota como para revelarte lo que es? ¿Y por qué justamente a ti?

Contaminados #wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora