Capítulo 10

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La posición que hemos adoptado me recuerda mucho a aquellos días que parecían tan lejanos, pero en realidad eran tan cercanos. Aquellos días en los que William y yo compartíamos sueños y pensábamos en un futuro próspero. En esos instantes muchas veces yo aprovechaba para demostrar todo lo que sabía de mitología clásica, y él callaba hasta que terminaba las historias. No sé si todas le interesaban, pero si no era así lo fingía muy bien. Otras veces era él mismo quien me preguntaba por personajes de los cuales había oído hablar en cualquier lado. Su favorita, y la última que le había contado, era el mito de la furia de Aquiles. Lo había relatado mil y una veces, y Will no se cansaba y me seguía preguntando por ella cuando no sabíamos de qué charlar. De pronto, empiezo a anhelar con fuerza esos momentos.

-¿Has oído alguna vez la historia de Aquiles?- le pregunto a Mark.

-He oído hablar del tendón y del talón de Aquiles, ¿por qué?

-Me refería al personaje. Se ve que no. ¿Quieres que te cuente su final?

-Vale- me dice, encogiéndose de hombros.

-Vale. Resulta que Aquiles es un héroe griego. Participó en la guerra de Troya.-me detengo un momento.- ¿Sabes cuál es la guerra de Troya?

-¿La del caballo de madera?

-Esa misma. Bien. Pasó que en medio de la batalla, el rey troyano Agamenón le quitó una esclava llamada Briseida a Aquiles. Éste se enfadó mucho y se negó a seguir luchando.

Mark levanta la cabeza de mi regazo, se aleja un poco, se tumba bocabajo y se ayuda de los codos y las manos para sostener su cabeza en alto. Quizá ya se haya cansado de la historia.

-¿Qué pasa? ¿Te aburro?

-No, no. Me gusta la cara de concentración que pones, y así te veo mejor. Continúa.

-Está bien. Como iba diciendo, Aquiles abandonó la batalla. Un oráculo había predicho que sin él los griegos no podrían vencer, así que la confianza de los troyanos aumentó y los griegos comenzaron a decaer. Ahora aparece Patroclo, mi personaje favorito. Algunas versiones cuentan que era el primo de Aquiles, otras que eran amigos y otras dicen que era su amante.

-¿Y tú cual prefieres?

-Me gusta que sean amantes. Sé que vas a preguntar el por qué, pero mejor espera a que acabe y entonces sacas tus conclusiones.

>>Patroclo se disfrazó del héroe y fue a combatir. El enemigo, creyéndose la patraña, se achantó, pero no se detuvieron. Ocurrió que Héctor, un troyano, lechó contra Patroclo y lo mató. Aquiles, al enterarse de su muerte, fue a vengarle y asesinó a Héctor. Se cuenta que Aquiles era casi invencible porque su madre, la diosa Tetis, le había sumergido de pequeño en las aguas de la Estigia para hacerle inmune a cualquier daño producido por armas. Mojó todo su cuerpo, excepto su talón. Por eso, el talón de Aquiles era la única parte del héroe que se podía dañar. Tuvo la mala suerte de que Paris, otro troyano, le disparó una flecha, que fue a parar justamente a su punto débil. Y ese fue su final.

-Pero una flecha en el talón no te mata.

-No, tienes razón, no lo hace. Pero la flecha le hizo perder el equilibrio, Aquiles cayó y se dio un golpe mortal en la cabeza con una piedra.

-Brutal. ¿Tienes más historias?

-Claro que sí, docenas de ellas. Pero te las contaré en otra ocasión. ¿Sabes? Esta historia es la preferida de William.

-No es extraño.

-Es increíble. Me fascina absolutamente como después de siglos, guerras, masacres... tras todo eso, todavía se conserven estos mitos. Por eso me gustan, perduran en el tiempo y en la memoria de la gente.

-Me resulta raro el hecho de que esa historia tenga un final, pero no un principio.

-Sí lo tiene. Empieza cuando la guerra de Troya se desata.

-No me refiero a eso. Me refiero a Aquiles. Mira, intentaré hacerte comprender. Me has transmitido su indignación por el arrebatamiento de su esclava. Me has dado el motivo de su furia. Incluso me has descrito cómo murió. Pero no me has hablado de cuando le concibieron, ni de cuándo ni dónde nació, ni quienes eran concretamente sus padres. Sólo sabemos su final.

-Seguro que hay algo más sobre su madre, la diosa Tetis, pero te confieso que si es así yo no tengo conocimiento de ello.

-¿Ves? Parece que solo importa dónde se acaban las cosas. Me da miedo que nuestra historia sea así. De todos modos, eso es una soberana estupidez. Si morimos nadie se enterará. Pero supongamos por un segundo que se llegara a saber de nosotros. Nadie lamentaría lo que sufrimos para sobrevivir,  solo hablarían de la muerte, y a lo mejor ni la lamentarían.

-La muerte no es lo único que se recuerda. Ponme un solo ejemplo.

-Imagino que has leído Romeo y Julieta. Pero, antes de leerlo, ¿qué sabías de ellos? Que se suicidaban, nada más. Sabes que es así.

-Vale.- no sabía que más decir.

-Te confesaré algo. Mi historia siempre ha sido "Alicia en el país de las maravillas" y en cierto modo, en estos momentos, me parece estar atrapado en este cuento.

-¿Cómo es eso?

-Pues verás. Hay una reina de corazones que es el gobierno. Lo único que desea es cortarle la cabeza a Alicia, igual que ellos quieren hacer con nosotros. Además de la soberana hay unos discípulos con forma de cartas, ¿te acuerdas? Ésos son la sociedad en general. Digamos que la gente adulta. Y luego están las rosas blancas que somos todos nosotros tal y como nacemos. La reina las quiere rojas, las cartas las pintan y las rosas se acaban convirtiendo en lo que su Majestad deseaba. Aquí pasa lo mismo. Los adultos maquillan las personalidad de las nuevas almas hasta que más que humanos parecen androides acorde con lo que los superiores dictan. Y nosotros somos las pequeñas Alicias a las que la reina quiere, literalmente, cortar la cabeza. Las mismas Alicias que huyen.

-Fascinante comparación.

-Sí, puede que sí. 

-¿Y el conejo?

Mark me mira con la duda en sus ojos.

-Alicia llega al País de las Maravillas porque persigue al conejo blanco. Sin él no hay historia. ¿Quién es el conejo?

-Por ahora no hay conejo. Pero quizá en un futuro seas tú. O tal vez otra persona. O quizá nadie. 

-¿Y por qué yo?

-¿Por qué no tú?

-Porque no me parezco a un conejo.

- Ni el gobierno tiene forma de reina, ni los niños son flores ni los adultos son cartas. Lo que importa es el papel que tienes en la función. Algún día te contaré quién y por qué es el conejo blanco. Pero no será ahora.

No quiero presionarle, así que no insisto.

-Me parece bien.

Él me sonríe y entrecierra los ojos mirando al cielo.

-Volvamos a la cueva. Si se despiertan tendremos problemas.


Hola, queridos lectores! Espero que os haya gustado este capítulo. Me apetecía hacer uno dedicado a los grandes de la literatura y éste me parecía el momento idóneo. He incluido tres de mis lecturas preferidas: la cultura clásica en general, el genial Shakespeare y la fantástica novela de Lewis Carrol. Compartid mi historia, dadle a me gusta, comentad... todo eso. Y pasaros por mi blog de libros loslibrosdenieves.blogspot.com 

Besines ;)




Contaminados #wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora