Capítulo 4

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El tiempo pasa lento, tanto para William como para mí. No hacemos nada especial durante los siguientes 25 días, y se nos hacen una eternidad. Sin embargo, no podemos disfrutar del placer de aburrirse, aunque la verdad, lo preferiría. Mi cerebro está a punto de estallar, y el pensar en la prueba no me permite disfrutar de otros lujos tan simples como leer. Will se siente igual, lo sé, y lo siento muchísimo por él. Quizás yo sea un poco egoísta, porque, aunque intente que no sea así, pienso todo el rato en MI momento. En cómo me descubrirán. En cómo me torturarán. En como moriré. ¿Será lento? ¿O tal vez (sería lo mejor) rápido? Espero que sea rápido. Soy tan tremendamente cobarde que no aguanto el pensar que me dolerá. Odio el dolor. Le tengo pánico. Las veces que no pienso en eso, imagino los labios y los ojos de Will, aunque solo sea para demostrarme a mí misma que también sé pensar en los demás. Pero eso también duele, no ayuda. Fue un beso corto, muy corto, pero parece ser que a mí me bastó. A lo mejor es que le gustan los chicos, y no las chicas... aunque no lo creo. No lo creo porque recuerdo la cara de asombro que puso cuando se me ocurrió preguntar si le gustaba Mark. O tal vez es solo que no le gusta Mark en sí. Estoy echa un lío. No sé qué hacer con Will, no sé qué hacer con ese imbécil al que llaman Mark y no sé qué hacer con el maldito 31 de julio. Dichosa fecha.

Y solo quedan tres malditos días. Tres. Y yo no paro de agonizar. Me doy un guantazo mental, para ver si me espabilo. En los libros y las películas esto no es así. Los protagonistas son habilidosos, tienen facultades, virtudes. Ni siquiera sé cómo me voy a defender si algo ocurre. No tengo fuerza para pegar ni velocidad para huir. Ya deberían haber inventado artilugios que nos diesen poderes o algo así, ¡pero no! Insisten en que la tecnología, y todo en general, se quede tal y como estaba antes de la destrucción. No quieren avanzar, prefieren quedarse ahí, estancados en un pasado, sin evolucionar, sin nada. Me resulta extraño tener la misma televisión, los mismos móviles... todo lo mismo que tuvieron personas de hace cientos de años. <<La gente es estúpida>>, pienso. Y luego me enfado conmigo misma. Esa clase de pensamientos es justo lo que hace que sea un desecho social, una extraña, una contaminada. No debería tenerlos.

-Pégame.

-¿Qué?- me dice Will, atónito

-Que me pegues.

-Pero ¿por qué? ¿Qué has hecho?

Pongo los ojos en blanco ante su cara de desaprobación. No sé quién cree que soy, ¿qué voy a hacer yo que merezca pegarme? Nada. Solo quiero ser como una roca frente al gobierno. Eso no es malo, ¿verdad?

-No he hecho nada, William. Si me hacen algo, quiero estar preparada para el dolor.

-No nos pasará nada, Julia.

-Vale. Pongamos el caso de que, por algún motivo, nos descubren y debemos actuar. Podemos elegir entre pelear, correr o rendirse. Sabes que no soy muy rápida, así que o lucho o me rindo, y en ambos casos lo más probable es que me maten. Quiero saber antes lo que es el dolor, aunque sea un dolor muy leve. También quiero aprender a luchar.

-Lo sé. Pero una torta no va a ser igual a lo que ellos te puedan hacer, ni de lejos. Mira, yo también he pensado en eso. Pero se lo consulté a Mark y me dijo que nada de eso sería necesario.

-¿Le pediste que te pegara?

-No. Le pedí que nos aconsejara, nos entrenara o algo así. Y dijo que no hacía falta, que nada de eso iba a pasar y cosas así.

-Ya, pero eso él no lo puede saber. Es un niñato cuya hermana superó las adversidades, pero poco más. No es un experto en el tema, ni un infiltrado, no tiene ningún mérito. No es nada ni nadie.

-No hables así de él.

-¿Por qué?

-¡Porque no!

Contaminados #wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora