Capítulo 5

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<<Quiero ser aire, fuego, agua, tierra... lo que sea menos una humana contaminada. El aire es puro, limpio... pero puede defenderse provocando tornados, vendavales... lo que sea. El caso es que puede protegerse. El fuego da calor y la sensación de hogar, pero puede quemar. El agua... es vital para tu vida y para tu higiene, es necesaria, pero si falta, te mueres. Y el último elemento, la tierra, hace que las plantas crezcan, que el ciclo vital sea posible. ¿A quién no le gusta la sensación de enterrar los pies sobre la fina arena de la playa? Pero también es tierra el material que usan para enterrarte. Es irónico. Todos ellos te dan la vida y te matan también. Pero yo no hago ni una cosa ni la otra. Lo único que hago es dar dolor de cabeza, y eso solo es incómodo... pero no me va a ayudar a librarme del enemigo. Estúpido don. Ni siquiera es un don, es una apestosa desgracia...>>

-Sabía que estabas aquí. Dudaba si venir, pero Mark me ha dicho que ha estado contigo y entonces me he dicho... ¿por qué no yo?

Me cuesta unos breves segundos enfocar la vista tras haber estado con la cabeza apoyada en mis rodillas y los ojos cerrados fuertemente. Pero cuando se enfoca, veo esos ojos castaños que me recuerdan a todas mis cosas favoritas: el chocolate, el olor del café recién hecho, la madera que se quema en invierno para hacer lumbre.

William me observa, esperando a que yo le conteste.

-Hola- es lo único que consigo decir.

-Hola- contesta rascándose la nuca.- Escucha, siento lo de antes. Me alteré, y no te tuve en cuenta. Sé que te cae mal. Pero le necesitamos para sobrevivir, Julia. No podemos rendirnos como si nada... y es nuestra salvación.

-Ya lo sé.

Hay un silencio durante un momento, pero final decido hablar. Con alguien tengo que expresarme, y solo puedo hacerlo con Will.

-¿Sabes? Como todos los días la gente cumple años, siempre se va alguien, continuamente, y vienen otras personas al instituto para sustituirlas. Y una vez que se van, es probable que no les vuelvas a ver hasta dentro de unos meses. Siempre me ha preocupado saber qué pasará con nosotros. Nos iremos como una persona normal y luego ¿qué? Desaparecemos, nos disiparemos como si nada. Y todos sabrán lo que somos. Nuestras familias se decepcionarán.

-Yo también lo creo. Pero, si te anima, he pensado sobre lo que ha pasado en tu casa, y, ¿sabes? Tienes razón.

-¿En qué?

-En que sería bueno entrenarnos un poco. Tengo un saco de boxeo, creo que se llama.

-¿Cómo has conseguido eso? Sabes que es ilegal.

-Y tú sabes que existen camellos. Te los venden como te pueden vender droga, y cosas así. Lo tengo escondido en mi cuarto, hasta ahora nadie lo ha visto. Si quieres también te puedo enseñar algunas cosas que aprendí del tío que me lo vendió; me explicó un poco como pegar correctamente sin hacerte tú daño, y cosas por el estilo.

-¿Los vendedores ilegales saben todo eso?

-Bueno, son ilegales. Si los venden tendrán que informarse un poco.

-No creo que esa gente sea de la clase de personas que se informa.

-A lo mejor no venden toda su mercancía y se quedan algo para ellos: así prueban y averiguan.

-Sí, a lo mejor.

-Volviendo al tema: ¿entonces quieres que hagamos eso? ¿Ir a mi casa y ver lo que conseguimos en una sesión? Aún tenemos tres días, igual logramos algo.

-Tres días y medio- replico yo con diversión, repitiendo lo mismo que en algún momento de la tarde le había dicho a Mark.

Me hago la dubitativa, para que vea que yo también he pensado en la discusión y crea que yo (casi) me había convencido de sus palabras. Pero la verdad es que eso no ha sucedido. Sí que había pensado en nuestra pelea, pero lo único que me había poseído entonces era un sentimiento de tristeza, no de reflexión. Ni por un segundo había renunciado a mi plan de entrenamiento.

Contaminados #wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora