Capítulo 6

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Los días transcurren de forma monótona pero ocupada, y ni siquiera tengo un momento para descansar. El tiempo que no gasto memorizando preguntas trampa y respuestas falsas lo paso entrenando, dándole puñetazos y patadas al estúpido saco de boxeo o saliendo a correr por el vecindario.
En tres días apenas he mejorado, pero me machaco todos los días a base de bien, así que deberá servir de algo. Tengo agujetas por todos lados y la prueba es dentro de tan solo una hora. Feliz cumpleaños, Julia. Y, además, ya me puedo ir olvidando del consuelo familiar. Nadie espera que su hijo, sobrino o cualquier pariente esté contaminado, pero, por si acaso, no hay un alma que reciba un regalo por sus dieciocho años hasta que no supere la prueba. Es más, si tienes suerte y tu familia es como la mía, al menos te felicitan. La de Will, en cambio, se muestra mucho más distante con las personas, y con él tampoco se saltan esa norma.
Miro mi despertador, ya que es lo único que tengo en mi cuarto para saber la hora. Son las 9:32 de la mañana. Tengo unos muy escasos diez minutos para vestirme y peinarme, así que será mejor que me ponga al lío cuanto antes. Mi madre entra en mi habitación, seguramente movida por el mismo pensamiento.
-Julia, ¿por qué no te pones el vestido marrón que te regalamos tu padre y yo el año pasado?
Ya empezamos. Mi queridísima madre no ha podido evitar tomar el control de todo desde bien temprano.
-Mamá, no voy a ir a una cena formal. Se supone que es una prueba que hacen prácticamente a diario, y estarán hartos de ver pimpollos paseándose por las salas.
Mi madre se hace la ofendida. Sé que en el fondo no lo está, pero le encanta el drama.
-Ese vestido no es de pimpollo.
-Ya lo sé, pero aun así me parece excesivo. Iré normal, con mis vaqueros y mi camiseta, y punto.
Ella pone cara de exasperación, y ese gesto sí que es en serio, pero no dice nada más y simplemente se va.

El sitio donde se realiza el examen es grande, pero no tanto como esperaba. También tenía la idea de una sala que estuviese decorada con gusto, pero no hay nada especial. Las paredes están pintadas de un blanco impecable y la única decoración destacable son unas sillas amarillas para sentarse mientras esperas tu turno. También hay unas cuantas plantas y un par de cuadros tan discretos que podrían pasar desapercibidos.
Desde luego, Will, tan previsor como siempre, ya está aquí, y Mark, cómo no, aún no ha aparecido. Sin embargo, mientras pienso en ello la piel morena de éste aparece, y da la sensación de que todo el cuarto se ensombrece. Le pido a mi madre que se vaya a casa ya que ellos dos están solos, y da bastante vergüenza ser la única acompañada. Además, con ella delante no podremos hablar de lo que nos interesa. En cuanto se va, Mark comienza la explicación en voz baja, procurando que el resto de los jóvenes de la sala no nos oigan.
-Intentaré ser breve, porque no sé cuánto tiempo tenemos antes de que nos llamen. Creo que yo soy el primero en entrar. Mi hermana no conoce nuestro horario, pero se las ha apañado para que mi nombre aparezca justo antes que el vuestro. No sé cómo, así que no preguntéis- lo dice en plural, pero su mirada se dirige a mi-. El caso es que los tres lo haremos en la sala donde está Emma, por eso yo soy el primero. Así sabrá que los dos siguientes sois los contaminados. No mencionéis absolutamente nada sobre este tema una vez atraveséis esas puertas. Lo único que tenéis que hacer es seguir las indicaciones.
A pesar de todo lo que ha dicho, creo que me he enterado de lo más importante. Realmente lo único que a mí me interesa saber son dos cosas: que no debo hablar de nuestra situación, lo cual resultaba evidente, y que tengo que seguir las instrucciones de una tal Emma, que supongo que será su hermana.
No tardan mucho en llamar a Mark, el cual nos lanza una mirada de precaución antes de desaparecer tras la puerta. Los que terminan se marchan por una salida trasera, así que no sé con exactitud cuanto dura. De todos modos, creo que estaré ahí dentro unos veinte minutos, ya que ese es el tiempo que ha pasado hasta que me han llamado a mí.
Al oír mi nombre me revuelvo nerviosa en mi asiento y noto como la presión crece en mi vientre. Sonrío a William y suspiro. Allá vamos.
El pasillo que recorro es igual de soso que la sala de espera, excepto por los grandes ventanales que proporcionan el triple de luz. Al final del corredero distingo la puerta que me conducirá directa a mi pesadilla. Prohíbo a mi cerebro pensar más y decido parar de torturarme. Lo mejor será andar más rápido para que esto acabe cuanto antes. Paso y me encuentro con otra salita y cinco puertas más. Esto parece un maldito laberinto. Me empiezo a preguntar cuál debería atravesar, pero entonces me doy cuenta de que hay una señorita que parece estar esperándome. Es morena y, a pesar de que sus cálidos ojos son verdes y no oscuros, se nota a kilómetros de distancia que es la hermana de Mark. Me saluda con un gesto de cabeza, pero sin mediar palabra, y ambas entramos. Me coloca unas pinzas en los dedos bastante ajustadas y que van enganchadas a un polígrafo digital. Las líneas que marca son verdes y constantes.
-Bien, te haré una pregunta y me tienes que mentir ¿vale? Es solamente para que veas cómo funciona- me informa.
-¿Por qué tenemos que ver eso?
Se encoge levemente de hombros.
-No lo sé. Son las normas, siempre se ha hecho así. Ahora, dame una respuesta falsa a esto: ¿cómo te llamas?
-Anna- es lo primero que se me ocurre.
Unas líneas rojas distorsionan durante un momento la raya verde de la pantalla, para luego volver a la normalidad. Soy consciente de que me he puesto nerviosa, aunque no sé en qué se ha basado la máquina. Debo tener más cuidado. Sé que Emma me ayudará en lo que pueda, pero si mis fallos son muy obvios no podrá cubrirlos todos.
-¿Ves? Eso es lo que ocurre. ¿Lista para empezar?
-Sí.
Las líneas rojas vuelven a aparecer en la pantalla. Emma me sonríe comprensiva, o esa es la impresión que me da, y comienza.
-¿Tu nombre es Julia?
-Ajá.
-¿Hoy cumples dieciocho años?
-Sí.
-¿Tu color favorito?
-Verde.
Esto no puede ser tan sumamente simple, ¿qué clase de broma me están gastando? Creía que venía a hacer una prueba de vida o muerte, no a hacer un test de personalidad. Estúpido gobiern...
-¿Posees cuchillos u otras armas secretamente?
-¿Qué?
-Que si tienes armas.
-¡Madre mía, no!
Vaya cambio de tema más brutal. Parece que hayamos pasado de hacer un cuestionario para adolescentes a responder preguntas que te podrían mandar a un manicomio. Las lineas de la pantalla se mantienen verdes, claro está. El único arma que he tenido en la mano ha sido un cuchillo para untar mantequilla y eso apenas corta, y mucho menos pincha. Pero puede que a partir de hoy coja algo más peligroso... sólo puede.
A partir de esa cuestión se empiezan a intercalar preguntas inocentes, grotescas y ofensivas, sin olvidar que muchas de ellas pretenden confundir. Creo que mis respuestas han sido decentes. De vez en cuando distinguía el color rojo en el monitor, pero estoy segura de que Emma podrá hacer un par de arreglillos para ocultarlos.
-Bueno, ya está. Lo has hecho muy bien.
Hace una pausa en la que yo no sé cómo actuar, pero vuelve a intervenir ella.
-Tranquila.
Eso es todo lo que me dice. Noto un peso en esa única palabra, como si fuera más una advertencia que un gesto amable. No obstante, las facciones serias desaparecen en cuestión de segundos y las sustituye una sonrisa.
-Se sale por la puerta que hay justo detrás mía. Solamente tienes que seguir el camino de tierra que atraviesa el parque trasero. Al fondo verás una caseta. Una compañera mía te espera allí para informarte.
-Vale -le digo, pero luego añado algo más.- Gracias.
Me corresponde con un ligero asentimiento casi imperceptible y yo me voy sin esperar nada más.
Nada más salir, un crío me lanza un globo de agua que me empapa entera. Mi cara de sorpresa se hace notar, pero me recuerdo que estoy rodeada de gente y por ello no puedo perder los nervios. El niño pone un puchero adorable y me pide perdón, y yo se lo concedo lo más amablemente que puedo. Él regresa a lo que estaba haciendo, y yo avanzo estirándome la camiseta para que no se me pegue más al cuerpo. Odio la sensación que da la ropa mojada. Resoplo, abandonando por completo mi inútil intento. Total, por mucho que haga me tengo que aguantar con estas prendas hasta que consiga algo para cambiarme.
-¿Esos pantalones no son demasiado pequeños? Existen tallas más grandes, ¿Sabes?
Cuando me doy la vuelta descubro al un hombre con cara de pocos amigos. Por favor, que esto pase pronto.
-En realidad no lo son. Un niño me ha mojado y por eso parecen tan apretados.
-No creo que sea por eso.
-Mire, señor, no voy enseñando nada. Y de todos modos, si lo hiciera... no haría daño a nadie.
-Supongo que no.
Le concedo mi mejor sonrisa y continúo mi camino. Espero que no noten lo blancos que están mis nudillos por la presión. Me parece que el <<tranquila>> que había escuchado en boca de Emma era por ésto. Aún me están poniendo a prueba, el polígrafo solo era la primera fase. A lo mejor si corro evitaré más agresiones a mi persona. Tampoco es que me pueda quejar de esta conducta a nadie. Se supone que lo del globo fue un accidente, y el hombre era borde pero no tenía intención de iniciar una pelea, ni tampoco es que me haya insultado.
Resbalo con algo y caigo de bruces. He pisado una caca. Una caca de perro. Que asco. Localizo al dueño y corro hacia él.
-Perdone, se le ha olvidado recoger lo que ha hecho su perro.
Pero el tío sólo se encoge de hombros y se va. Menudo morro.
Por fin llego a la caseta con vida, lo cual es un milagro, a mi parecer. Allí ya está Mark hablando con una chica pecosa y pelirroja. Él se gira cuando me oye entrar.
-¿Qué tal? ¿Has superado todo?
-Eso creo. ¿A todos nos hacen lo mismo en el parque?
-Sí.
-Y a ti, ¿qué te ha dicho el segundo hombre?
-Que era una vergüenza que me pasease sin camiseta por ahí.
-¿Has hecho nudismo en un parque público?
-Sólo ha sido la parte de arriba. Si el enano del principio no me hubiese mojado, no habría echo falta.
-¿Y tu tatuaje?
-Me he tapado esa parte como he podido.
-Ya. En mi caso parece ser que mis pantalones tienen problemas de tamaño.
Me esperaba una respuesta burlona, pero da la vuelta y se sienta en una silla.
- Y ahora ¿qué?
La compañera de Emma, que hasta ahora no había abierto la boca, se dirige hacia mí.
-Ahora hay que esperar a tu amigo. Le deben quedar unos diez minutos, así que todavía tenemos que quedarnos aquí un rato.
Me siento al lado de Mark y me intento quedar quieta. Tengo algunas virtudes, pero hasta yo admito que la paciencia no es una de ellas, y por eso no paro de removerme en el asiento. Y también por eso Mark me gruñe constantemente... creo que el movimiento le molesta. Bien.
-¿¡Se puede saber qué narices le pasa?! ¡Acabo de pisar la mierda de su perro y usted sólo se encoge de hombros y pretende marcharse como si nada! O recoge su porquería o juro que le restriego el zapato manchado por la maldita calva.
<<Mierda... mierda, mierda>>. Mark y yo nos miramos un segundo antes de salir corriendo de la caseta. Él y yo habíamos aguantado todo, pero Will no. Es tolerante por lo general, pero que le hagan algo así tres veces en dos minutos ha hecho que reviente. Será imbécil... y yo una ilusa. Por un momento había llegado a pensar que todos podríamos engañar a la máquina y superaríamos ésto sin tener que luchar físicamente. Menuda tontería.
Cuando llegamos hasta William, lo primero que hago es taparle la boca con una mano. Me chupa y me intenta morder para que la aparte, pero no lo consigue. Entre mi compañero y yo logramos sujetarle por los brazos y lo arrastramos lo más rápido que podemos hasta donde se encuentra la chica de la cabaña. Will sigue forcejeando, y me hace daño en la muñeca. Antes de que me de cuenta ya le he soltado, y la palma de mi mano se estrella contra su mejilla. Inmediatamente para de gruñir y me mira perplejo.
-¿Por qué has hecho eso?- pregunta Mark, sorprendido.
-¡No sé, joder, no sé! Es lo único que se me ha ocurrido para que cerrara la bocaza.
-¡A callarse todo el mundo!-nos interrumpe la chica- Hay que huir, así que dejaros de tonterías y corred. El gobierno ya debe de saber esto y seguramente estén de camino. ¡Vamos!
Nadie dice ni una palabra. Salimos a trompicones y solamente puedo pensar en correr. Correr hasta que no sienta los pies. Los cuatro nos adentramos en el espeso bosque que hay tras la caseta. La luz se va apagando a medida que avanzamos lo más rápido que podemos. Ojalá que encontremos un escondrijo pronto; aunque me haya matado a entrenar y correr estos días, mi resistencia no es demasiada, y pronto noto cómo el flato se apodera de mí. Pero eso no me impide seguir, no puede hacerlo.

Contaminados #wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora