Capítulo 11

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Sin reloj, lo único que tenemos para saber cuánto tiempo transcurre hasta llegar a la cueva son nuestras sensaciones y el cielo; ya es de un azul pálido, signo de que el día ha llegado en toda su plenitud y ha dejado atrás el profundo amanecer. Mark pasa al interior directamente para recostarse cerca de Emma, pero yo permanezco fuera unos segundos. No puedo evitar quedarme embobada mirando la textura de la roca que forma la cueva; grisácea, con numerosos pliegues y algunas manchas negras, y cubierta por determinados sitios de musgo fresco y verde. Al palpar el material noto cada centímetro de la piedra. La roca, antes caliente debido al sol, ha bajado ligeramente su temperatura gracias a la noche. Me quedo inmóvil ahí durante unos segundos, o eso creo, hasta que decido entrar. No es sino cuando estoy demasiado cerca que aprecio que Will está sentado y con los brazos cruzados, observándome.

-¿No estabas durmiendo?

-He oído cómo llegaba Mark- me responde, cortante.

-Vale. ¿Quieres algo?

-¿Por qué estabas con él?

Su tono imperativo me sorprende sobremanera. No alcanzo a entender el porqué de su pregunta.

-¿Importa eso?

-Quiero saberlo.

-No es asunto tuyo, William.

Le miro a los ojos, desafiante. La conversación con Mark me ha calmado, pero volveré a sentir rabia si no termina con esto. Más vale que la conversación acabe, o bien que tome otro camino.

Suspira, meneando la cabeza como si yo fuera incorregible, por algún motivo que no llego a comprender.

-Vamos fuera. Aquí pueden oír.

-¿Otra vez? Acabo de regresar, y ellos están en el séptimo sueño.

Él no me contradice, sólo se levanta, me coge de la mano y me arrastra tras de sí.

-No deberías tener confianza en exceso con ese chico- me dice entre susurros una vez fuera.- No me termina de gustar.

-Espero que sea broma- le replico.- Fuiste tú el que le metió en nuestras vidas.

-Eso era distinto. Era la única ocasión que teníamos de escapar. Incluso podemos ser amistosos con él, si así lo quieres. Pero te lo advierto, nada de sobrepasar los límites.

-¿Qué límites, William? Si estamos aquí es gracias a él. Al principio no me gustaba e hiciste que me adaptase. Ahora que nos empezamos a llevar bien me lo reprochas. ¿Por qué no me dices qué quieres exactamente y acabamos con el juego?

-Si se trata de nuestras vidas no es ningún juego. Es sencillo, debemos encontrar la virtud entre dos franjas: hay que ser lo suficientemente amistosos como para que nos guíen, pero no descuidados. No les conocemos lo bastante, piénsalo: si así lo desean pueden fastidiarnos en cualquier momento y lugar.

Entiendo lo que dice, y en el fondo sé que tiene razón, pero él ha provocado esto y yo no puedo controlarme ahora.

-¿Fastidiarnos? ¿Cómo? ¿Como nos fastidiaste tú al ser violento en la prueba? ¿Así?

-No lo hice adrede. Tampoco fui tan agresivo.

-Como si tú no supieras que al gobierno el grado de agresividad le importa una mierda.

-Pudo haberle pasado a cualquiera.

-Pero te sucedió a ti, y nos arrastraste al resto. Si no deseas que Mark sepa nada de ti, de acuerdo, no lo sabrá. No seré yo quien suelte prenda. Pero no te atrevas a prohibirme hacer nada con mi vida, mis relatos y mis problemas ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Lo peor de todo es su tranquilidad. Si al menos me contestase sabría que esto no le da igual, pero transmite cada palabra con tanta calma que apenas es soportable. Que me grite, que se defienda, que haga algo; pero que no me mire como si fuera un padre dando una charla inspiradora sobre las notas obtenidas en el colegio.

-¿No vas a decir nada?

-No tengo nada que decir. Me has dejado muy claro lo que piensas de mí: que soy incomprensible, inmaduro e incauto. Sobre todo lo último. Pero, dime, ¿cambiaría algo si me defiendo? Ya contesto yo: no lo haría. ¿Para qué molestarme siquiera?

Tengo ganas de gritar.

-¡Me irritas, William!

-Genial. También soy irritante. ¿Algo más?

Doy una patada en el suelo de la forma más infantil posible, pero así es como mi cuerpo reacciona. Tampoco puedo decir ni hacer otra cosa.

-Escucha, Julia. De verdad que mi intención no era arrastraros a todos hasta aquí. Pensaba que las cosas saldrían mejor, pero también cabía la posibilidad de fallar, por eso me acerqué más y más a Mark. Sin embargo, eso no significa que confíe en esos tres plenamente. Medítalo.

En cierto modo tiene razón. No tengo tiempo de reflexionar antes de oír voces bastante potentes. Miro a mi mejor amigo, el cual me coge del brazo en cuanto reacciona y empieza a correr. Le sigo, intentando zafarme de sus dedos que comienzan a hacerme daño. Pasamos a la cueva, situada a pocos metros, y avisamos a nuestra gente:

-Se acercan buscadores- dice Will.

Emma levanta la cabeza alerta y mira de un lado a otro desconcertada.

-Mierda. Estarán haciendo expedición por los alrededores. Tenemos dos opciones: correr y escondernos en otro lado o tentar a la suerte y permanecer aquí.

-¿Cuál es más segura?- pregunto.

-Ninguna. Ambas son arriesgadas y suponen un peligro. Si nos quedamos, podemos simplemente rezar por que no nos descubran, lo cual es poco probable que pase. No ponen mucho empeño en buscar, pero algo tan obvio como una cueva espaciosa no les pasará desapercibida. No obstante, si salimos es posible que nos vean, pero tal vez escapemos. Decidid.

Huir es lo que decidimos todos. Por lo menos está la remota opción de irnos sin ser apreciados. Por suerte, todas las provisiones están guardadas en las mochilas, por lo que no es necesario detenernos a recopilarlas. Cada uno coge la suya propia y corremos siguiendo a Emma, que juntos a su amiga es la que más conoce el terreno.

-¡Eh, ahí!- oímos que grita una de las voces.

Atemorizado, William da un respingo muy leve, pero no para, ni yo tampoco. Ninguno lo hacemos. Las pesadas botas características de los soldados resuenan tras nosotros. El sonido de las suelas chocando contra el suelo se me hace insoportable y parece que está cada vez más cerca. <<Corre, Julia, corre, no te canses ahora>>.


Contaminados #wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora