En la oscura noche, Sir Nicholas se hallaba en una apurada carrera hacia el salón del vasto castillo. Su corazón, aún agitado por su reciente escapatoria de las criaturas que habían asolado los bosques cercanos, se encogía con fuerza. Las ominosas sombras que danzaban a su alrededor apenas acariciaban su armadura, y el eco de las campanas resonaba a lo lejos, un llamado a la defensa y la unidad en momentos de peligro.
Al llegar al gran salón, los rostros pálidos reflejaban inquietud y miedo; los murmullos eran constantes como un río agitado. Con voz firme y solemne, Sir Nicholas alzó su mano enguantada para señalar su jadeante llegada. Sin embargo, tras haber cumplido con su deber de alertar, era esencial que él también enfrentara sus propias sombras internas. Aquella noche no hubo cena. Tras las últimas llamas del fuego titilante en la chimenea del salón principal, Sir Nicholas contuvo su preocupación mientras me conducía hacia mi alcoba. Temblaba visiblemente; mis manos eran una manifestación del terror que me consumía.
-Tenga valor- dijo Sir Nicholas con suavidad mientras cruzaban el umbral- Mientras yo esté presente, nada malo le ocurrirá.
Sus palabras sinceras me envolvían como un abrigo cálido frente al helado aliento de lo desconocido. Comencé a sentir que el temor menguaba. Su mirada firme hablaba más allá del lenguaje.
La noche se deslizaba lentamente mientras las estrellas intentaban hacerse ver detrás del manto nublado y oscuro del cielo; dentro del alcázar resonaban murmullos pasajeros traídos por el viento frío. Inquieto, Sir Nicholas salió al pasillo, pues el leve sonido que le perturbaba, parecía venir del interior del castillo. Ahí comenzó a hacerse más y más fuerte, a medida que caminaba. Los susurros no decían palabras claras, pero si penetraban en la cabeza de Sir Nicholas. Con antorcha en mano alumbrando los rincones del frío carrejo, enfocó su mirada hacia un extraño charco de tacto poco usual, parecía un moco de aspecto sangriento. Hundiendo más su dedo en el extraño hallazgo, notó entre lo espeso, un cuerpo que le hizo tragar saliva. Era una falange desprendida de su carne. Tan rápido como fue consciente, regresó a mí alcoba donde dormía. Trató de despertarme y, sin despertar aún del todo, me subió a sus hombros y me sacó de la habitación. Teníamos que llegar hasta la habitación real.
Corrió tanto como sus piernas le permitieron, mas no fue suficiente. Encontramos caballeros desangrados y esa espesa sustancia por las paredes y el suelo. Retornamos la dirección y fuimos hacia el ala oeste.
-Pero padre y madre...¡Suéltame!- Dije frenética mientras trataba de bajar de los hombros de Sir Nicholas.
-Mi señora no puedo hacer eso, en este ala corremos peligro, la habitación real estaba custodiada por varios caballeros, recemos al Gran Cuervo Blanco por qué no haya caído, mas debemos proseguir, son órdenes de su padre.
-¿Co...cómo?¿que...?
-No hay tiempo mi señora-Dijo Sir Nicholas mientras me colocaba nuevamente en sus hombros.
En aquel siniestro día, las criaturas grotescas que previamente acechaban en las llanuras aledañas, habían cruzado las murallas y tomado la fortaleza. En cada rincón resonaban los gritos agonizantes de caballeros, sirvientes y nobles que, en su intento por resistir, encontraron una muerte brutal. El aire denso se impregnaba con el hedor a sangre. En nuestra mente resonaba una única idea: alcanzar la playa donde habíamos convenido encontrarnos con aquellos que lograran sobrevivir a tal masacre. Sir Nicholas sabía que podría llegar el día de un desencuentro con las bestias, así que acordó con los caballeros reunirse en este lugar para sobrevivir como reino caído y dirigirnos a otro castillo para salvaguardarnos.
Atravesamos las puertas de la cripta que daban a la playa. El mar chocaba con furia contra las rocas mientras observábamos el horizonte. La bruma discurría lentamente y reveló ante nuestros ojos la amarga realidad: éramos los únicos entre la desolación; solo unos pocos caballeros lograron salir con vida. El gélido aire marítimo nos envolvió. Frágiles sombras pertenecientes al mundo caído hacia el abismo alcanzaron nuestra visión. Miré las caras cansadas de los sobrevivientes, quienes se aferraban desesperadamente a sus espadas. En ese trágico momento, sentí por primera vez el verdadero dolor; darme cuenta que ni madre ni padre habían escapado del castillo. Me negaba a esa realidad. Mis lágrimas brotaron desconsoladamente mientras daba vueltas sobre mí misma, asegurándome de que ninguna de esas personas era de mi familia. Ni Lucian...,ni Awen..., ni padre, ni madre.
Un grito salió de entre mi pecho mientras caía desconsolada en la arena alertando a Sir Nicholas. El corrió hacia donde yo estaba, pues se había alejado para hacer recuento de sobrevivientes. Me ahogaba en mi propia respiración. Traté de mirar más allá del mar para calmar mis sentimientos por un instante. Enfoqué mi vista hacia un pequeño punto que cada vez se hacía más y más grande mientras limpiaba mis lágrimas, no estaba segura de si lo que estaba viendo era una alucinación provocada por el reciente trauma o realmente era un barco abanderado con el blasón de la casa Maralta. Eso solo podría significar una cosa, no iba a regresar a Minolia en mucho tiempo.
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Ecos de magia y acero
FantasyValiente y con pasión profunda por la caballería. Desde temprana edad, es su deseo, pero se ve frustrado. Expediciones, descubrimientos, batallas, criaturas, reinos, traiciones, sacrificios, orgullo, honor, deshonra...