Capítulo III

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Tan rápido como acabamos de conversar, corrí hacia mis aposentos a desenlazar el nudo de mi corset para ir a dormir lo antes posible. Inquieta, apenas dejaba de entremover los pies. No conseguía conciliar el sueño, mas me levanté y dirigí hacia el ventanal de mi alcoba. Las vistas desde las alturas eran magníficas, se podía ver el poblado aún despierto, celebrando la buena vida. Minolia era el reino más pacífico entre los cinco prioritarios, sus habitantes jamás dieron motivos de rebelión a la corona. Por ello, sentimos orgullo de nuestra unión y fuerza con los plebeyos.

A la mañana siguiente, desperté más tarde de la hora acordada con Sir Nicholas, así que me encamisoné, cogí mis pertenencias y corrí hacia los jardines del castillo.

-¡Ya estoy aquí!-Grité jadeando mientras corría hacia su encuentro.

-Llega tarde mi señora-Contestó mientras sin esfuerzo alguno, arrancaba una manzana del árbol-El sol ya está alzado, eso significa que ha perdido su clase y comienza mi guardia en los establos.

-Anoche no podía dormir de emoción esperando que llegara el día de hoy para que me enseñara a usar la espada.

-Lo siento mi señora, pero no puedo desobedecer las órdenes del señor Zircegard.

-Se me ocurre que, mientras vos hacéis guardia en los establos, me instruís, ¿le parece novedoso?.

-Como temo que no dejará de intentarlo, accederé en ese caso, pero solo por hoy por qué habéis llegado a deshora.

-Se lo prometo.-Contesté segura con la mano en el corazón.

Ya en el establo, divagué sobre mi primera coreografía aprendida con espada y que la iba a mostrar al pueblo entero en la gran plaza. Tan pronto como pensé, Sir Nicholas estuvo atento para reír a carcajadas.-Hahaha... ¿De veras cree que hoy aprenderá a ejecutar un movimiento con la espada?...Hahaha...-Reía mientras azotaba su pierna. Yo no perdí ni un ápice de esperanza, estaba dispuesta a demostrar lo valerosa que podía llegar a ser. Sin esperarlo, mi instructor arrancó un pedazo de la valla del establo -tenga-dijo mientras me la entregaba- lije esta madera hasta que no astillee, dándole forma de espada- terminó de añadir. ¿De veras ese era mi primer cometido? No esperaba que tuviera que hacer tal trabajo, tampoco comprendía la utilidad de ello.

-Ibais a instruirme en la caballería, ¿para qué debo tallar mi propia espada?-Confusa.

-No veo el problema mi señora, usted requiere de una espada, pues ármela.

Aún con muchas preguntas, decidí aceptar el reto que me supuso; según yo, me uniría más a  mí espada y, quizás en el futuro pueda herrar la mía propia. -¿Cómo he de empezar?-. A mí me resultó una pregunta de lo más coherente, ya que no me facilitó ningún instrumento de carpintería ni nada por el estilo. Sir Nicholas tan solo podía mofarse ante mis simples preguntas. No pretendía ser cómica, tan solo necesitaba alguna herramienta. -Debéis probar vos misma-Comentó en medio de su carcajada. Agotada por su burla, pateé el astillado taburete donde sentaba sus malolientes posaderas, rompiendo una pata y dejando caer a Sir Nicholas.

-Disculpe si carezco de sentido del humor y si le parece que abuso de su confianza, pero le confié uno de los sueños más ansiados que tengo. Si vos no me ayudáis a cumplirlo, o al menos intentarlo, buscaré a otro caballero que sí cumpla su palabra.

El rostro de Sir Nicholas cambió por completo ante la conversación -disculpadme mi señora- mientras se postraba- no era consciente de la importancia que le procesaba a ese futuro, sea compasiva, jamás oí a una muchacha tan joven hablar tan claramente sobre el futuro, y menos prepararse ya para él- concluyó. Sus palabras me conmovieron. Carecía de sabiduría y experiencia, solo podía ser constante hasta conseguir la plenitud.

-Disculpadme vos Sir Nicholas, no he actuado de buena manera ante su hospitalidad. Dígame cómo debo enmendar mi error.-Arrepentida mientras mantenía la cabeza alta.

-Me llenaría de dicha que os convirtiérais en aquello que deseáis. Si no excede su confianza, me llenaría de orgullo combatir a su lado cuando se convierta en caballero.

Lágrimas de alegría brotaron de mis ya cristalizados ojos. Sir Nicholas era de las pocas personas que conocían mi más oculto deseo de ser caballero, además de apoyar mi causa. Poco tardé en fantasear, una cruzada con el señor Dorian y Sir Nicholas; los tres contra los terribles vándalos y mercenarios, enzarzando justas.

Ya puestos a comenzar el arduo trabajo, encontré una sierra y una lija en la parte más alta del establo, entre otras muchas cosas. Sostuve con una mano la madera mientras que con la otra serraba. Tal vez no fuera la manera idónea, pues en un descuido podría perder la mano. Até mi cabello para obtener mayor comodidad, acto seguido, desquité el vestido aterciopelado que llevaba, quedándo en paños menores. No era de mayor importancia, ya que contaba con la confianza de Sir Nicholas. Nuevamente, inicié cortando la madera restante del trozo de valla. Mis escuálidos brazos sentían la presión de llevar horas ejerciendo fuerza, y tan solo llevaba varios minutos. En ese momento, supe que mi primera tarea para convertirme en caballero, no podría ser tratada aún, ya que carecía dela fuerza necesaria para utilizar de manera continua un artilugio pesado. Sin abrir boca, marché hacia el patio de entrenamiento del castillo, donde se encontraban las armaduras amontonadas, los sacos de arena, las armas, etc...

Cargué como pude dos sacos de arena a mis hombros, apenas podía caminar de lo que me costaba llevarlos; cuando siento que me los arrebatan. Sir Nicholas había notado mi ausencia y aprisa vino a ayudarme a transportar la arena al establo. Ya allí, uno de ellos lo colocamos empalado de manera vertical, simulando un enemigo y el otro, lo dejamos en el suelo.

-¿Sabeís lo que tenéis que hacer con ellos, mi señora?-Preguntó Sir Nicholas mientras sacudía el polvo de su armadura.

-He de ser fuerte, por el momento para serrar mi espada.

Decidí centrarme en ser fuerte. Sin demora ni titubeo, cargué nuevamente el saco del suelo, esta vez para andar a cuestas con él por el terreno del castillo. Era muy pesado, incluso para mi edad. Quizás el proceso sea lento, pues por lo menos debo poder correr con la arena sin apenas sentir dolor. Esa mañana, desobedecí mis quehaceres para perfeccionar mis habilidades físicas, la riña sería inminente. Anduve por horas, doce al parecer. Lo cierto es que no recuerdo ni pizca de lo ocurrido, pues desmayé de cansancio antes del atardecer.

Al despertar de tan fatídico momento, aún mareada, me dirigí hacia el establo para así empuñar nuevamente la sierra e intentar cortar la madera, pero no dio resultado. No estaba aún lista, ni mucho menos, pues con entrenar una tarde no bastaba. -Debéis tener más cuidado la próxima vez, no os excedáis, pues ya sabéis lo que ocurre- dijo Sir Nicholas detrás de mí- bastará con hacer un entrenamiento de dos horas diarias, si sigue con esa energía, en menos de lo que imagina, podrá serrar la madera.-

Ecos de magia y aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora