Capítulo XIII

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Los escuderos de Maralta engancharon nuestros botes y jalaron las poleas sin cesar hasta llegar a la altura mínima del navío. La primera persona que reconocí de esa tripulación fue a Lysandra Stone. Llevaba tanto tiempo sin verla que estaba a punto de sollozar. Con indescriptible alegría, salté de la barca hacia las maderas del imponente barco. Antepuse abrazarla a mirar a mi alrededor, pues aún más grata sorpresa me aguardaba si alzaba un poco la mirada hacia la popa de buque.

No podía ser real. Parpadeé hasta creer que lo que veía era cierto. Un cuerpo a contra luz se alzaba junto al timón del barco; capa, pelo negro ligeramente rizado, estatura media..., el capitán del Asunta era ni más ni menos que Dorian Stone. Había conseguido hacerse con su propio barco, que he de decir, era hermoso. Ya había navegado en esta nave al regresar de Maralta hace un tiempo, mas no es como entonces. Sus suelos pasaron de verse ajados y con manchas de sangre a pulidos y deslumbrantes;  velas cambiadas, una hermosa escultura tallada en el mascarón de la proa, mástiles reforzados con las puntas bañadas en plata que alardeaban de la nueva etapa en la casa Maralta; pues según las antiguas leyes de Ivhtia, cuando los varones de Maralta domen su navío, entrarán en época de casamiento. En ese punto, no importaba que Dorian había conseguido su permiso de navegación a tan corta edad, pues lo que todo hombre quiere es un linaje próspero. Se sabe que se casará con la más joven de la casa Vermithorm, pues su alianza a perdurado por cientos de años, y así seguirá.

-Hermosa joven de ojos castaños y busto marcado, cuánto tiempo hacía que no compartíamos un mismo lugar... Desafortunadamente, la última vez fue conmigo encamad, mas su estancia en Maralta me ayudó en la mejora de mis heridas. - Dijo el galante Dorian nada más verme.

-Estoy encantada de veros, mas no es exactamente un momento de gozo, pues nuestra casa ha sido arrasada por seres, a los cuales no me he podido enfrentar... Me creía valiente, mas solo soy una cría que persigue un estúpido sueño y por ello, he perdido a todos mi familiares. Ni si quiera pude enterrar el hacha de guerra con madre y padre, no pude explicarle el porqué de mi real devoción a la caballería. Por esto quedará en un eterno dolor en mi corazón hasta que sane la infecta yaga.

-Nos enteramos de la existencia de esos seres hace unas semanas, el reino fue alertado. Emprendimos la ruta lo más rápido que pudimos, marcamos rumbo a Minolia, pero desgraciadamente, no fuimos lo suficientemente ágiles como para llegar con un simple día de antelación. Me disculpo sinceramente, ya que si hubiéramos sido más capaces, su familia seguramente seguiría con vida, y muchos más en su pueblo. Asumo la responsabilidad como señor de la casa Maralta.- Dijo Dorian con la mano en el pecho sintiendo gran pesar.

-Lo último que quiero es que carguéis con una responsabilidad que no os concierne. El consejo de Minolia lo hizo mal, pues ocultaron por demasiado tiempo la situación hasta que ya fue incontrolable. Tuve frente a mí a una de esas criaturas, y no puedo explicar el pánico que siento por las noches al recordarlo. Por ello, no quiero que os culpéis de la muerte de miles de personas cuando no sabéis del peligro que corre Ivthia.

En ese momento, fui consciente de que estaba dejando atrás mi vida pasada. Miré una última vez a lo que una vez fue el castillo donde crecí y me despedí con un fuerte nudo en el corazón.

Ecos de magia y aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora