Capítulo VII

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-Golpee más firme mi señora, tiene que aprovechar que aún es baja de estatura contra su oponente, eso es un punto fuerte para vos- Recalcó Sir Nicholas ante mi fallido puñetazo al saco de arena.

-Trato de golpearle lo más fuerte que puedo, pero pierdo la técnica que me habéis enseñado, no soy capaz de combinar ambas- Contesté mientras jadeaba.

Sir Nicholas, se mostró dotado de una paciencia digna de los grandes maestros. Durante tres largos ciclos de luna, él me adiestró en el arte del combate cuerpo a cuerpo, desentrañando con cada lección los secretos ocultos tras las grandes batallas dadas en Ivthia. La dureza del entrenamiento no conocía tregua. Su firme voluntad exigía que no cesáramos en nuestra empeño hasta que yo pudiera demostrar mi fuerza ante su atenta mirada. Sin embargo, a pesar del sudor que empapaba mi frente y las marcas que adornaban mis brazos tras cada encuentro, sentía en lo más profundo de mi ser un cambio extraordinario. No solo se debía a la asiduidad de las prácticas; también había algo mágico en el aire: la llegada de la flor roja, símbolo del crecimiento y la prematura madurez en la mujer.

Tras los seis meses de entrenamiento, noté que mis músculos se volvían más firmes y mis reflejos más rápidos. Fue entonces cuando comprendí que no solo estaba forjando mi cuerpo, sino también templando mi espíritu para enfrentar lo que el destino pudiera tener reservado para mí. Con cada día que pasaba al lado de Sir Nicholas, la esencia de un verdadero guerrero iba cobrando forma dentro de mí.

-Deseo batirme en duelo con vos- Dije segura a Sir Nicholas.

-No batiréis duelo conmigo, sino con el saco.

-¿Acaso no me cree capaz después de mi duro entrenamiento tras largos meses de verano?.

-Le triplico en edad y le doblo en altura, no quiero herirla, mi señora.-Dijo con tono protector.

-Está bien, pues destrozaré el saco con mis propias manos.

Me preparaba para pelear ante un saco de arena, robusto y colmado de granos, que pendía de una estera de hilos trenzados. Esto, era el principal símbolo del desafío que me esperaba en el futuro. Parecía reírse de mi esfuerzo con su presencia inerte. Con los ojos fijos en el objetivo, suspiré profundamente y me acerqué hacia el saco, sintiendo cómo el aliento en mis pulmones se convierte en una llamarada de determinación. Mis manos se cierran en puños firmes y mis pies se colocan firmemente sobre la tierra húmeda del establo. El viento sopla alrededor mía, cual manto familiar que me provee del coraje necesario. Desato una ráfaga de golpes contra el saco; cada puñetazo resuena con un eco sordo al impactar con su superficie. La tela cede ligeramente ante la fuerza bruta de mis ataques, pero no lo suficiente para descomponerlo por completo. Con cada golpe asestado, imagino conmigo cada vez que padre me ha regañado por querer seguir mi propio destino, dándome más fuerza. Así es como prosigo: muerdo las astillas del tiempo mientras continúo atacando con rabia controlada; corono mi asalto con patadas precisas que vuelven a hacer temblar la estructura del saco. Los hilos que lo sostienen crujen como si estuvieran advirtiéndome del daño infligido al interior. Pero el objetivo aún no ha caído: su resistencia me engaña y provoca un fuego aún más tenaz en mi pecho. Es entonces cuando aprovecho cada gota de sudor convertido en determinación para canalizar la fuerza que reside en mí. Con un grito que rebosa en el ambiente, lanzo una combinación explosiva: primero un gancho seguido por una patada baja que amenaza con desgarrar las entrañas de mi adversario. Finalmente, arrojo toda mi vitalidad en un golpe definitivo, utilizando tanto el cuerpo como el alma; una embestida poderosa cuyo eco parece resonar entre las montañas. El saco tiembla violentamente bajo mi ofensiva antes de ceder completamente a la tormenta desencadenada por mi pasión ardiente. La arena brota por sus costuras como si fueran lágrimas derramadas ante su derrotado destino.

Así concluye mi combate contra aquel paquete sin vida; aunque sólo haya sido un simple saco a mil pedazos desgarrados conforme descansaba triunfante donde batallé. En este duelo interno he forjado no solo mis músculos sino también mi espíritu para seguir enfrentándome a cada reto que me depare este mundo.

-Noble Valeria, he sido testigo del esfuerzo que has vertido en tus entrenamientos. Tus músculos han crecido en fuerza y determinación- Dijo Sir Nicholas con una sonrisa satisfecha.

-Gracias, Sir Nicholas. El saco me ha hecho más fuerte, pero siento que aún me queda mucho por aprender.- Respondí buscando recuperar el aliento.

-Su tenacidad y valor son admirables. La veo lista para empuñar la espada de madera y aprender los fundamentos del combate. ¿Qué opináis?

-¿De verdad creéis que estoy preparada para manejar una espada? He anhelado este momento desde hace meses. -Con ojos llorosos.

-Sin duda alguna. La espada es extensión del guerrero; ha demostrado no solo fuerza física sino también el espíritu de lucha que todo caballero debe poseer. Ahora, deberá aprender cómo utilizar esa fuerza con gracia y precisión.

-Estoy preparada. La idea de luchar con una espada me llena de fervor y deseo de desafiarme a mí misma aún más.

-Entonces venga conmigo- mientras toma la madera astillada que arrancó hacía meses- Esta será tu primera enmienda, serrarla.

Ecos de magia y aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora