A la mañana siguiente, sin demora, caminé hacia los establos para reunirme con Sir Nicholas y comenzar mi entrenamiento, o al menos eso pensaba. El tiempo nublado no auguraba buen presagio, pues el serio rostro de mi instructor parecía indicar que tendríamos que volver a posponer nuestros planes. Llegó una paloma; Dorian Stone había resultado herido de gravedad durante su examen de navegación, consiguió concluir el recorrido con éxito pero, al tornar para desembarcar, atravesó un inesperado temporal que iba dirigido a la tormentosa Vermithorm. La nave quedó destrozada y según lo comentado en la carta, le traspasó un pedazo del mástil por el abdomen, dando lugar a una hemorragia que lo mantuvo encamado, además de la aparición de alarmantes fiebres.
Mis manos temblaban tras la noticia, caí despavorida al suelo siendo casi inmediato mi colapso. No podía permitirme dejar este día pasar sin intentar llegar hasta él. Traté de armar las fuerzas necesarias para mantenerme en pie -mi señora, ¿se encuentra bien?- preguntó Sir Nicholas mientras trataba de sostenerme. Apenas podía hablar, me costaba incluso respirar, lo que ya se hacía costumbre.
-Necesito que me lleve hasta Maralta-Susurré débilmente.
-¿Cómo pretende que haga eso mi señora?, no se encuentra en condiciones ni de caminar y deberíamos informar al capataz al mando de los navíos de Minolia, por no mencionar el permiso del señor Zilzegar.
-Por... por favor-Volví a susurrarle débil, mientras trataba de mirarle.
Sin replicar mi súplica, Sir Nicholas me cargó en su hombro y llevó hacia la playa. Me soltó un instante en la orilla para remolcar una pequeña barca escondida bajo ramas caducas; íbamos a emprender una travesía en secreto. No hacía buen tiempo. Correríamos un riesgo. Me impulsó al bote y, comenzó a empujar la embarcación hasta desencallarla de la arena. De un salto ágil, subió a bordo. Remó durante varias millas. En el transcurso de lo recorrido, perduré acurrucada en la madera sin apenas poder mantener una conversación. Mis ojos se entrecerraban mientras observaban a Sir Nicholas bogar sin cesar.
Pasó bastante tiempo desde la última vez que mantuve los ojos abiertos. Ya sentía mi cuerpo con energía. Acomodé como pude la manta que me arrullaba cuando observé que Sir Nicholas estaba exhausto -déjeme remar a mi, así vos descansáis-dije mientras me acercaba para coger ambos remos.
-No mi señora, descansad.
-Le pido que me deje ayudarle, tal vez cuando desembarquemos necesite su ayuda, pues el bote es muy pesado y no podré encallarlo sola, si se cansa ahora, más tarde le dolerán los brazos.
-De acuerdo, no había pensado en ello, entonces descansaré. ¿Sabe? Usted es una joven gentil e inteligente. Los muchachos allá en Minolia no son así, no muestran interés en la vida que les espera hasta que ya son adultos y se ven sin pan que llevarse a la boca. Vos sois previsora y no os rendís, me alegra serviros.-Mientras quitaba su armadura.
Medio sonreí. La presencia de Sir Nicholas me tranquilizaba, pues fue el más fiel aliado de padre durante su juventud. Ambos desenvainaron sus espadas para los mismos propósitos. Sin ninguna flaqueza, afrontó cientos de enzarzas.
Ya durante un tiempo remando, comencé a ver el castillo de Vermithorm desde las alturas. Era imponente. Una fortaleza de piedra robusta, con vegetación creciendo en sus laderas. El clima es de lo más húmedo. Pensar a cuántos pies estaríamos del suelo no entraba en mis planes, pues el agua era demasiado profunda. La brisa salada acariciaba mi rostro, llenando mis pulmones con el aire fresco del mar, mientras la silueta del fortín se hacía más nítida. La ansia por ver a Dorian me llenaba de determinación. A ese punto del trayecto, cobré consciencia de que no sabía que hacer una vez allí, pues emprendí camino sin pensarlo. Según yo, sabré actuar en el momento; pues no le daré mayor importancia. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la arena de la playa se asomó ante nosotros, demarcando el final del viaje en pequeño bote. Sir Nicholas ancló cuidadosamente y luego extendió una mano para ayudarme a desembarcar. Mis piernas flaquearon momentáneamente al tocar la tierra firme, pero me aferré a su brazo como si fuera una tabla de salvación -Aguarde, si no puede caminar, la llevaré yo mismo en mis brazos-dijo rápido ante mi paso en falso. Le aseguré que iría a mi propio pie aunque tardase horas en subir hacia el castillo.
Fue suerte que tuviéramos la mar calmada, pues el oleaje de Maralta es un fenómeno fuera de lo común. Corrimos un riesgo de lo más gratuito, pues solo los nativos de estas islas conocen los lugares por los que navegar sin que acabe en una tragedia, o al menos no por culpa de las tormentosas nubes que se agrupan en los cielos de Vermithorm, sin dejar un solo día de calma entre su eterna tempestad. Caminamos al castillo bajo el manto de una húmeda nube cálida que nos hiperventiló. Dos golpes en el portón y tres guardas a caballo.
-¿Quiénes sois?-Balbuceó un guarda mientras secaba su sudor con un pañuelo.
-Sir Nicholas, caballero real de Minolia, la dama que me acompaña es la señorita Valeria Lunaflor, retorno de Zilzegar Lunaflor.
-¿Que les trae por Maralta? No fuimos informados de su llegada, ¿acaso no han navegado con tripulación?.
-Lo cierto es que hemos atravesado este pedazo del mar Zar remando una barca durante horas, con tal de ver lo antes posible al señor Dorian Stone, amigo de mi señora, pues se encuentra encamado y ha causado gran preocupación la última paloma enviada a nuestro reino.
-Esa travesía es temerosa para que la haga una noble, pues es peligroso, podíais no haber llegado con vida a Maralta.
-Era el deseo de la señorita Valeria, solo puedo complacerla, pues es un honor servirle.
-Abriremos el portón principal, tras ella, encontraréis una puerta azulada, caminad hasta esta.-Concluyó el guarda.
La guardia abrió a remolque el gran acceso que protegía el castillo. Nos dirigimos hacia la mencionada puerta azulada donde, tras ella se encontraba Dorian Stone. Mi corazón latía cual ardilla, pues era una visita que no esperaba. Lo vi encamado con un vendaje que recubría su abdomen y parte de su brazo derecho. Estaba medio adormecido. Sir Nicholas cerró la puerta. Quedé a solas con Dorian, mas no me parecía buen momento, así que marché con mi acompañante para que reposara por el momento. De iguales maneras, me gustaría informar a los señores Stone de mi llegada a la fortaleza, si los guardias no lo hicieron ya.
Subimos hasta la sala del cuervo donde esperaban a recibirnos los señores Stone. Una gran estancia donde ventanales predominaban antes que sus hermosas columnas talladas en piedra. Perplejos por mis ropajes mojados, preguntaron cómo llegamos hasta allí sin un barco. Contamos una vez más nuestra travesía. Incluso perdieron la compostura un instante para recalcar la insensatez cometida, pero no me importaba la riña, pues había llegado con vida a Maralta y con una nueva historia que contar para cuando fuera adulta. La señora Isolde me tendió su mano para que la acompañara hasta unos aposentos -te instalarás en esta alcoba- dijo mientras abría la puerta. Mis ojos comenzaron a brillar al ver el hermoso techo que había grabado.
-¿Sabe? Tiene verdadera suerte de seguir con vida, pues este mar es la mayor traición que hay en los reinos prioritarios, no le deseo a ninguna casa que tenga este horror de maldición.- Comentó Isolde mientras se sentaba en la que sería mi cama por esa noche.- No se nos permite comentar a los menores de edad lo sucedido hace años en estas tierras, pero vivir en este castillo es un tormento.
-¿Vos no erais una Howthorm? Pensaba que vivir rodeada de centenares de rayos cayendo por doquier era temeroso.
-Lo cierto es que los rayos no golpean el suelo ni las superficies, siempre truenan en las nubes. No hay victimas mortales, a diferencia de aquí. Habéis sido afortunada.
-Lo comprendo, lamento haber causado preocupación a su casa. Me gustaría enviar una paloma a Minolia para informar de lo sucedido.
-Ya ha sido enviada, ahora descansad, en cuanto Dorian despierte, le diré a una doncella que la avise.
A solas en el cuarto, comencé a contemplar lo hermoso que eran mis alrededores. No comprendía del todo lo que me había dicho la señora Isolde sobre esta casa. La historia del asentamiento de Ivthia y los reinos prioritarios, eran de lo más tentador.
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Ecos de magia y acero
FantastikValiente y con pasión profunda por la caballería. Desde temprana edad, es su deseo, pero se ve frustrado. Expediciones, descubrimientos, batallas, criaturas, reinos, traiciones, sacrificios, orgullo, honor, deshonra...