Sus pisadas resonaban con gran estruendo en mitad de la noche. Mientras se dirigía al campo, había pensado en mil excusas creíbles que poder dar a los guardas de la puerta y que justificaran su presencia en el puesto de trabajo a las tres de la madrugada. Pero cuando había visto la estúpida cara de los soldados que estaban a sus órdenes, había concluido que no tenía por qué dar explicaciones a esa panda de borregos.
—¡No es asunto tuyo! —había rugido cuando le habían preguntado, y sin siquiera mostrar su identificación, se adentró en el recinto como si se tratara del dueño del lugar.
Sus pasos aceleraron a medida que llegaba a la oficina. Los soldados que estaban en los puestos de vigilancia lo saludaban poniéndose firmes y volvían a dar vueltas de forma soñolienta. Katsuki alcanzó la puerta con el corazón latiéndole en las sienes. Nadie tenía por qué saber lo que estaba haciendo allí. Todos lo tenían como un devoto trabajador del régimen, y a nadie le extrañaría que invirtiera sus horas de sueño en la oficina. Y aun así, no podía evitar que una sensación de temor recorriera su cuerpo.
Abrió la puerta y se adentró en la estancia oscura. Las persianas estaban bajadas y un fuerte olor a humo invadió sus fosas nasales. Se preguntó quién sería el cabrón que había estado fumando en su lugar de trabajo, y en esos pensamientos estaba cuando alguien posó una mano sobre su hombro. Se volvió de forma instintiva con la palma derecha preparada para lanzar una explosión. Por suerte, Kirishima había aprendido en todo aquel tiempo a su lado que debía estar alerta, y endureció su piel a tiempo para evitar mayores daños.
—¡Pero, ¿qué haces, tío?!
—¡Joder, qué susto! —masculló Katsuki. Lo agarró del brazo y lo lanzó al interior. Encendió las luces y cerró la puerta con llave —. ¿Qué cojones haces aquí?
—Hoy me toca guardia de noche —le recordó —. La pregunta es qué haces tú aquí. Los soldados me han avisado de que venías para acá.
—Putos bocazas... —El olor a humo volvió a invadirlo y se llevó la mano a la nariz. Qué asco. Nunca había soportado el olor del tabaco —. ¿Has estado fumando aquí?
Kirishima negó.
—Soy un tío sano. No fumo.
Aquello no le gustó a Katsuki. Aquella oficina era principalmente suya y de Kirishima. El resto de capitanes tenían sus propios centros de trabajo a lo largo del resto del campo. Nadie tenía por qué entrar allí cuando ellos no estaban, y mucho menos quedarse a fumar como si estuvieran en su casa. Sin embargo, en ese momento no tenía tiempo para pensar en aquellas nimiedades.
Se dirigió a su escritorio y sacó una carpeta de uno de los cajones. Kirishima se acercó para ojear lo que estaba haciendo. Katsuki chistó. Odiaba que curiosearan por encima de su hombro.
—Deku está enfermo —le dijo. Kirishima puso cara de circunstancia y Katsuki continuó —. Parece muy débil. Arde en fiebre, está pálido y tan delgado que parece que vaya a romperse en cualquier momento.
No quería ver la expresión de su compañero. No podía verlo a los ojos y descubrir lo que estaba pensando. Ambos sabían lo que pasaba en el campo cuando alguien enfermaba. Kirishima, en cambio, tragó saliva e intentó ocultar sus pensamientos detrás de una voz serena.
—¿Qué piensas hacer?
—Entre los prisioneros del campo debe haber algún puto médico —respondió, comenzando a leer una por una las profesiones de las fichas de datos de los sin-don.
—Si Shigaraki te pilla...
—Estaré muerto —terminó Katsuki, sin quitar los ojos de las páginas que tenía entre las manos—. Lo sé. Pero ¿qué mierda quieres que haga? —Pasaba una hoja tras otra, señalando con el dedo al lugar donde ponía la profesión. Camarera, basurero, dependiente, economista, abogada. Con cada papel que dejaba a un lado, sus dedos temblaban más y su paciencia comenzaba a agotarse. Llegaba un momento en que le costaba centrar su atención. Su mente no hacía más que viajar hasta su casa, donde su amigo de la infancia yacía en su cama—. No puedo dejar morir a Izuku.
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Noche y niebla (Bakudeku)
FanfictionEn Japón, AFO, rodeado de fervientes seguidores, ha dado un golpe de Estado y ha proclamado la superioridad de la raza de personas con poderes sobre aquellas que han nacido sin don. Izuku llega a uno de los campos de concentración de AFO, donde los...