La sombra del pasado

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A Katsuki le iba a estallar la cabeza de un momento a otro. La noche anterior no había dormido ni una hora y su tensión, así como su ritmo cardiaco, estaban por las nubes desde hacía horas. Ni Kirishima ni él habían tenido un segundo de descanso desde que habían puesto en marcha su plan para salvar a Deku. Cada pequeño avance podía convertirse en cualquier momento en un paso en falso que los llevara a la perdición. 

A Katsuki le faltarían años en su vida para agradecer a Kirishima todo lo que estaba haciendo por él. Si hasta hacía poco, había desconfiado de sus intenciones, con esto se había ganado completamente su confianza y su lealtad. Haría lo que fuera para devolverle cada uno de los favores  —si es que se les podía llamar así a todos los riesgos que estaba corriendo por él — que le había hecho. Pero por ahora debía centrarse en lo más importante: salvar a Izuku. 

El doctor les había dado algunas pautas médicas que seguir con los escasos medicamentos y recursos que Katsuki tenía en casa. No serían suficientes para sacar de peligro a Deku, pero al menos lo mantendrían con vida un poco más de tiempo hasta que Katsuki consiguiera todo lo que el doctor le había pedido. 

Devolver al señor a su barracón sin que nadie lo viera era otro problema al que tendrían que enfrentarse. Con los registros diarios que llevaban a cabo los soldados, era imposible que ese señor se quedara en la casa hasta que llegaran las medicinas que necesitaba. Saltaría la voz de alarma y creerían que se había escapado del campo. Lo que ocurriría a continuación sería que irían directamente a por la familia del tipo como castigo. 

 —No te preocupes, tío. Yo me ocupo de devolverlo a su barracón  —le había dicho Kirishima, y él le había tomado la palabra. Había demasiados problemas por resolver y él no podía encargarse de todo solo. 

Tan pronto como Kirishima y el doctor salieron de la casa, Katsuki descolgó el teléfono y tecleó el número de su casa. El teléfono dio un par de tonos antes de que se escuchara al otro lado la voz  de su madre. 

 —¿Diga? 

 —Vieja, soy yo. 

 —¿Katsuki? —preguntó con un matiz de angustia en su voz—. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? 

—Estoy bien, pero necesito tu ayuda. Es urgente. 

—¿Qué ocurre? —Escuchó la voz adormilada de su padre preguntando quién era—. Es Katsuki. Ha pasado algo. 

—Es Deku —dijo Katsuki—. Llegó hace un tiempo al campo. 

—Oh, cielos... Por eso Inko no lo encontraba... 

—Quise avisaros, pero... —se interrumpió a sí mismo. No era el momento de contar todo el follón de la carta y de la vigilancia a la que había tenido que someter a Izuku. Lo primero era lo primero—. La cuestión es que está enfermo. Muy enfermo. Necesito que consigáis algunas cosas y me las hagáis llegar al campo. Tenéis un amigo enfermero, ¿verdad?

Intentaba mantener la calma. No quería que se le notaran los nervios en la voz. Pero le estaba costando permanecer sereno cuando, a apenas un par de metros, tenía a Izuku tendido en la cama tan pálido como la sábana que lo cubría. 

Su madre ni siquiera dudó. Escuchó cómo trasteaba al otro lado de la línea y la imaginó buscando algo con lo que escribir. 

—¿Qué necesitas?

—Necesito suero, una vía, inyecciones y los siguientes medicamentos...

Sus sentidos estaban tan alerta que le pareció escuchar el sonido del bolígrafo sobre el papel. 

—Mañana a primera hora los tendremos —dijo Mitsuki—. ¿Cómo te los hacemos llegar?

Bien, el primer problema —cómo conseguir los medicamentos— estaba solucionado. Ahora venía el segundo problema. 

Noche y niebla (Bakudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora