Noche y niebla (Bakudeku)

La máscara

Última encuesta: 

¿Cómo queréis que reaccione Izuku cuando se entere de que Inko fue a buscarlo al campo?

a) Se enfurece por la forma en la que Katsuki trató a su madre y se enfrenta a él. (0 votos)

b)Intenta escapar del campo por el agujero del muro, pero Katsuki se lo impide. (1 voto)

c)Se derrumba y se echa a llorar. (5 votos)

♥♥♥

Un par de días más tarde, Izuku había recuperado el color y el apetito. Aún se encontraba algo débil, pero había sido capaz de levantarse de la cama cuando Carla le había ofrecido un baño. El agua caliente y el cambio de pijama le había venido muy bien, y la mujer le había estado metiendo en la comida, a petición de Katsuki, diferentes complementos vitamínicos, por lo que ya no necesitaba el suero. 

El rubio por fin podía irse a trabajar sin el miedo constante de encontrarse a Izuku muerto cuando regresase a casa. Sabía que lo que necesitaba ese chico en ese momento era algo que lo animara para que se recuperación fuera total, y mandó a llevar a Eri a la casa. 

La niña corrió a la habitación donde descansaba Izuku y se tiró en sus brazos tan pronto como lo vio. 

—¡Eri-chan, tenía muchas ganas de verte! 

La niña se aferraba a él y no quería soltarlo. Izuku se dio cuenta de que algo ocurría. 

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Eri. 

—Ya me siento mejor —respondió—. Muy pronto volveré contigo al campo. 

Eri fijó en él una mirada extraña, mezcla de tristeza y de duda. 

—¿Seguro que vendrás? —le preguntó. 

—Claro, no puedo quedarme siempre aquí. Bakugo no lo permitiría —rio. 

—Bakugo-san te ha cuidado mucho durante este tiempo —mencionó la niña. 

Izuku bajó la mirada. Sabía que Katsuki había estado pendiente de él. Carla no hacía nada sin que él lo ordenara. Se había encargado de que tuviera ropa de cama limpia y medicinas, de que se le controlara la temperatura y la tensión cada pocas horas y de que estuviera debidamente alimentado e hidratado. Durante las horas de delirio febril que había pasado, le había parecido oír su voz y sentir sus manos sobre su frente. Había sido testigo también de cómo sus ojos rojos lo vigilaban cuando pensaba que estaba dormido. 

—Lo sé —respondió—. Pero este no es nuestro sitio. 

Las manos de Eri temblaban y parecía ansiosa por preguntar algo. Izuku le pidió que se sentara a su lado y le preguntó qué era lo que ocurría. 

—Izuku-san, ¿no te vas a ir?

Izuku no entendía lo que la niña quería decir. 

—¿Irme? ¿A dónde?

—A casa... —murmuró la niña, como si le avergonzaran las palabras que salían de su boca—. ¿No ha venido tu madre a recogerte?

Aquello desconcertó al chico, que sintió una punzada en el corazón al escuchar mencionar a su madre.

—¿Mi madre?

—La escuché desde el muro —explicó Eri, mirándose las manos—. Estaba trabajando cerca de él y la oí. Había una señora gritando tu nombre. Decía que era tu madre. Quería verte. ¿No...No ha venido para llevarte?