PRÓLOGO

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Mecí a la bebé entre mis brazos tratando de calmarla.

¿Tenía hambre?

¿Se había ensuciado el pañal?

El corazón se me aceleró al ver su cara arrugadita.

¿En qué estaba pensando?

Me invadió el pánico.

Solo habían pasado cuatro horas desde que los Servicios Sociales me habían llamado y me habían dicho que tenía una sobrina.

Después, me habían informado de que debía quedarme a la bebé o iban a tener que enviarla a una casa de acogida.

¿Podía dejar que la cuidaran otras personas?

La decisión fue una reacción instintiva: pues claro que iba a quedarme con ella.

Ni siquiera sabía que mi hermana pequeña, Ryn, estaba embarazada, pero no la había visto en seis meses.

La última vez estaba colocada y desesperada por conseguir dinero.

¿Estaba ya embarazada entonces?

Hice los cálculos y temblé de rabia.

Durante años, Ryn había elegido las drogas por encima de todo lo demás, y, al parecer, tener un bebé no le había hecho cambiar de opinión.

Huyó.

Se marchó del hospital y desapareció.

Seguro que se fue a otro antro de crack.

—¿Tienes hambre? —le pregunté a la diminuta bebé que tenía en mis brazos.

La niña ni siquiera tenía nombre.

Mi hermana ni se había molestado en hacer eso por ella.

Y, de nuevo, como era adicta a las drogas, tenía que ocuparme yo de pagar sus platos rotos.

La bebé soltó un alarido que me hizo temblar todavía más.

¿En qué me había metido?

No sabía nada de bebés, y en una sola tarde me había llegado uno.

Por suerte, los Servicios Sociales pudieron proporcionarme las cosas esenciales para salir del paso, pero iba a pasarme toda la noche en Amazon pinchando en todos los productos de la sección de bebés.

Estábamos a martes.

¿Qué iba a hacer con el trabajo por la mañana?

Había encontrado uno que me encantaba y tenía un jefe increíble, pero ¿cómo iba a reaccionar cuando tuviera que cogerme tiempo libre de repente?

¿Tenía derecho a tomármelo por asuntos familiares?

Mi repentina paternidad iba a requerir cambios drásticos, y necesitaba una estrategia.

Pero tenía que esperar a hablar con mi jefe.

Si para entonces ya no estaba hecho un manojo de nervios.

El mayor problema iba a ser mi novio, Pete.

En los cuatro años que llevábamos juntos habíamos hablado sobre nuestro futuro, sobre casarnos y tener niños, pero nunca llegamos a hacer nada para convertirlo en una realidad.

Cada vez que sacaba el tema, él me ponía alguna excusa.

—Todavía somos jóvenes, Jimin. Tenemos tiempo.

Un estremecimiento me recorrió las venas, y me preocupé.

Empecé a hacer conjeturas, pero otro pequeño gruñido del bulto que tenía en el regazo me provocó un aguijonazo en el corazón y me recordó que, pasara lo que pasara, ella merecía la pena.

😳Casual Encounter👣||Kookmin||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora