CAPITULO 4

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Pov Jimin.

—Vamos, Sunny —lloriqueé, sosteniendo una cucharada de yogur delante de sus labios.

Llevábamos así cinco minutos, y ya iba con otros cinco de retraso.

Arrugó la cara y se giró con el ceño fruncido al tiempo que empujaba la cuchara.

Suspiré y lamí el yogur, volví a coger otra cucharada grande y tiré el recipiente en la basura.

Después le eché unos cuantos cereales encima de su bandeja.

—¿Estás contenta ya?

Levantó un puñito regordete y chilló mientras sus deditos descoordinados atrapaban cuantos cereales les fuera posible.

—Ahora mismo vuelvo —le dije, antes de entrar en el baño.

Tampoco iba a entenderlo, pero al menos podía hablar con ella, incluso aunque no me respondiera.

En el baño, seguí atento a los sonidos que procedían de la otra habitación en tanto que me ponía algo de rímel y delineador de ojos.

Eché un vistazo fuera, y la encontré cazando cereales tan contenta por toda la bandeja de la trona, y después volví a entrar en el baño.

Media hora más tarde, me despedí de ella en su guardería con un beso y con la promesa de verla más tarde.

Ella me dijo adiós con la mano y me dedicó esa sonrisa feliz tan dulce que me encantaba ver todos los días.

Media hora después de eso, salí del ascensor y giré a la derecha.

Luego di media vuelta y giré a la izquierda.

Solo con ese cambio de dirección sobre la moqueta se esfumó toda la calma de mi rutina matinal.

A cada paso me sentía más enfadado con aquella situación.

Era completamente absurda.

Era imposible que Jeon hubiera podido hacer lo que había hecho, y me habría gustado que, de no ser por la absorción de Worthington, Matt lo hubiese mandado a freír espárragos.

Entonces recordé que estaba hablando de Matt.

Un tipo genial, pero los hombres como Jeon se merendaban a tipos como Matt Rolland en un pispás.

Mi jefe era un director genial y se portaba de maravilla con todo el departamento, pero él pertenecía a marketing.

Jeon era como James: un tiburón.

Cuando entré en la zona adyacente a su despacho, recibí unas cuantas miradas de compasión de los cubículos cercanos.

La puerta de su oficina estaba abierta y solté el aire para calmarme, tratando de reunir toda la energía positiva posible.

No iba a abofetearlo.

Ni a darle un puñetazo.

Ni una patada.

Ni un lametón.

Ni a follar…

«¡Jimin!», me reprendí.

Las imágenes de mí mismo matándolo a patadas se transformaron en otras formas de quemar la energía que bullía en mi interior cada vez que lo tenía cerca.

Sabía que era imperfecto, que no era el tipo de chico que buscaban los hombres a la larga.

No esperaba que Jungkook me tratara de forma distinta.

Siendo realista, ni siquiera buscaba una relación…

Pero ¿el sexo con Jungkook?

Merecía la pena pensarlo.

😳Casual Encounter👣||Kookmin||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora