CAPITULO 11

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Pov Jungkook.

El aire, que estaba cargado de tensión sexual solo unos minutos antes, ahora se había transformado en un cóctel molotov de ansiedad y pánico.

La garganta se me cerró, y por mucho que me esforzara por tranquilizarme, a duras penas lo conseguía.

No estaba dispuesto a mostrarle mi debilidad a nadie, sobre todo, a Jimin.

Podía palpar su miedo, que alimentaba el mío y crecía a un ritmo vertiginoso.

Vi luces parpadeantes, y a mi madre desmayada en una esquina de un ascensor atascado de una parte peligrosa de la ciudad, con una jeringa en el brazo.

Joder.

Odiaba ese recuerdo, y estaba tratando de sofocarlo cuando escuché a Jimin gemir a mi lado.

—Eh, no pasa nada —dije, colocándome delante de él.

Necesitaba algo a lo que aferrarme, al igual que Jimin.

El calor de su cuerpo a unos centímetros del mío me calmaba y me alarmaba al mismo tiempo.

Le tomé la cara entre las manos para hacer que me mirara, y sus ojos, abiertos de par en par, se encontraron con los míos.

Me agarró de los brazos, distrayéndome por un momento con el fuego que me atravesó.

Desapareció tan rápido como había aparecido, pero sus efectos perduraron.

Bastó para que fijara su atención en mí y que nuestras miradas se encontraran antes de que nos envolviera la oscuridad.

—¡Mierda! —gruñí, preparándome para que otra oleada de pánico nos atacara, y entonces se encendieron las luces de emergencia.

—¡Putas películas de miedo! —chilló Jimin.

Fue inesperado, y casi me hizo reír hasta que me di cuenta de que sus inspiraciones eran cortas y agitadas.

—Eh, eh, eh. No pasa nada. Estoy aquí —lo tranquilicé—. Abre los ojos.

Nos miramos y, durante un momento, me olvidé de la tensión de mis propios músculos.

Me centré solo en Jimin y en calmarlo antes de que comenzara a hiperventilar.

Lo último que necesitábamos eran dos malditos adultos desmayados cuando el ascensor empezara a moverse al fin, porque una vez que Jimin lo hiciera, yo no iba a poder controlarme.

El puchero de sus labios y la arruga que se había formado en su ceño me hicieron darme cuenta de que el movimiento fantasmagórico del ascensor no estaba sucediendo en realidad.

Me concentré en las pecas que tenía en las mejillas y la nariz.

En las manchas de color verde y marrón de sus ojos avellana.

Levanté la mano y alisé la arruga de su ceño con el pulgar, pero su expresión no cambió.

En su lugar, al pánico se le añadió la confusión.

Le acaricié la cara con los dedos, acunándolo con suavidad mientras le recorría el labio inferior con el pulgar.

Me agaché, cerré la escasa distancia que nos separaba y lo besé.

Soltó un jadeo cuando lo toqué, y separó los labios.

Cuando pasó el momento de sorpresa, me recibió un gemido que abandonó su boca y llegó hasta la mía.

Me envolvió el cuello con los brazos y me apretó más contra su cuerpo.

Nuestra batalla de voluntades pasó de palabras a labios y lenguas.

Todo mi cuerpo se consumió en llamas y lo estreché con fuerza.

Nos separamos para respirar, y me estremecí al contemplar sus párpados pesados y sus ojos nublados.

Estaba seguro de que los míos estaban iguales, que el deseo se había apoderado de todos mis pensamientos y me empujaba a querer más.

Lo ataqué con mis dientes, con mi lengua, con mis labios, alentado por sus gemidos agudos de placer.

La energía que vibraba en mi interior necesitaba una vía de escape, y estaba desesperado por aplastarlo contra la pared o el suelo.

En cualquier parte en que pudiera meterle mi dura polla en su trasero.

Le recorrí el cuerpo con las manos, abarcando lo máximo posible, memorizando cada dulce curva.

Su culo, su cintura, sus pechos.

Mis pulgares le rozaron los pezones y notaron algo duro.

Los toqué de nuevo: dos bultos, uno a cada lado del pezón.

Solté un gemido, y la polla se me puso todavía más dura cuando me di cuenta de lo que era: Jimin se había puesto piercings en los pezones.

Le metí la lengua más adentro, lo apreté con más fuerza, pero seguía sin tener suficiente.

No podía sentir lo suficiente de él como para aplacar el hambre insaciable que me acuciaba.

Había deseado a varias personas antes, pero nunca en la misma medida en la que deseaba a Jimin.

Por su pasión, por la manera en que me agarraba y me mordía el cuello, supe que él sentía lo mismo.

Ambos necesitábamos un desahogo para la tensión que flotaba siempre entre nosotros.

El ascensor se agitó y la electricidad volvió, lo que nos hizo volver a la realidad.

Jimin se separó con los ojos como platos, los labios hinchados y rosados y la piel sonrojada.

Estaba totalmente impresionante.

Antes de que pudiera protestar, se alejó de mis brazos y se apoyó en la pared de enfrente.

Ambos respirábamos con dificultad, y me costó la vida no acortar la distancia entre los dos y continuar.

Él apartó la mirada, concentrado en la pantalla que había sobre la puerta mientras se peinaba, y observó los números hasta que el ascensor comenzó a ir despacio y, al final, se detuvo en el primer piso.

En cuanto las puertas se abrieron, salió a toda prisa delante de mí.

😳Casual Encounter👣||Kookmin||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora