Capítulo 19: ENCANTOS Y CORTESÍAS

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El balcón del castillo ofrecía una vista espectacular al océano. Las luces de la gala reflejaban en las olas del mar, y el aire fresco de la noche envolvía a Erik y Aquata mientras seguían conversando. Él estaba encantado con su compañía, y su mirada no podía alejarse de ella. Mientras tanto, dentro del salón, Ariel y Greg habían tomado asiento en una elegante mesa de mármol decorada con flores y candelabros.

-Voy por algo de beber -dijo Greg, inclinándose hacia Ariel con una sonrisa cálida-. No tardo.

Ariel asintió con gratitud, observando cómo él se alejaba hacia la mesa de bebidas e intercambiaba unas palabras con unos invitados. Justo en ese momento, un joven príncipe, con una porte elegante y sonrisa segura, se acercó a ella.

-Buenas noches -saludó el príncipe con una reverencia-. Soy el príncipe Alistair. No he podido evitar notar su presencia esta noche. Resaltando desde que llegó.

Ariel, con su natural amabilidad, esbozó una sonrisa y le devolvió el saludo.

-Buenas noches, príncipe Alistair. Soy Ariel -respondió con sencillez, sin revelar más de lo necesario.

-¿Ariel? -repitió él, inclinando la cabeza con interés-. Un nombre tan bello como usted. Me sorprende no haberla visto antes en ningún baile de gala. ¿De qué reino viene?

Ariel, manteniendo su calma y discreción, respondió de forma tranquila.

-Vengo de un reino más allá del mar.

Alistair pareció intrigado por su respuesta, sus ojos brillando de curiosidad.

-Un reino más allá del mar... fascinante. -La miró fijamente, casi tratando de descifrar más-. Perdone mi atrevimiento ¿me concedería el honor de un baile?

Ariel, con su dulzura característica, asintió.

-Claro, vamos.

El príncipe le ofreció su brazo, y Ariel lo tomó con delicadeza, levantándose de su asiento. Se dirigieron a la pista de baile donde la música envolvía el ambiente con un ritmo suave y elegante. Se saludaron y comenzaron la danza en cuanto la música empezó. Mientras bailaban, Alistair no apartaba su mirada de ella.

-Nunca había conocido a alguien tan encantadora -comentó él, con una sonrisa amable-. Si me lo permite... ¿Le gustaría salir conmigo alguna vez? Creo que sería maravilloso compartir más de su tiempo.

Ariel lo miró con amabilidad, pero con una sonrisa suave y firme respondió:

-Es muy amable, pero ya salgo con alguien.

Alistair arqueó una ceja, claramente sorprendido, pero no se dio por vencido.

-Lo noté, viene acompañada esta noche. Pero permítame impresionarla mi lady. -El príncipe comenzó a enumerar, con orgullo-. Soy heredero de vastas tierras, poseo un castillo en las colinas, y tengo un ejército a mi servicio. Además, he ganado varios torneos de caballería en los últimos años.

Ariel, siempre gentil, lo escuchaba atentamente pero sin mostrar el asombro que Alistair esperaba. En cambio, sonreía con educación.

-Es admirable, príncipe Alistair. -dijo, su voz suave-. Pero no busco títulos o riquezas. Lo importante para mí es la conexión que tengo con quienes aprecio, no lo que puedan ofrecer.

El príncipe, visiblemente intrigado y quizás un poco desconcertado, sintió que su interés por ella crecía aún más. Estaba acostumbrado a que los elogios a su estatus lograran captar la atención de cualquiera, pero Ariel era diferente.

-Usted es única, sin duda. -dijo Alistair, bajando la voz-. Espero que nos volvamos a encontrar en otro evento. -Dijo en cuanto terminó la música.

Justo en ese momento, Greg regresó con dos copas de vino. Al notar la cercanía entre Ariel y el príncipe, una sombra de confusión cruzó su rostro. Alistair, viendo la llegada de Greg, decidió retirarse con una última mirada a Ariel.

-Espero poder verla nuevamente -dijo el príncipe, haciendo una ligera reverencia y besándole la mano antes de alejarse.

Greg observó cómo el príncipe se iba, y luego miró a Ariel claramente curioso.

-¿Quién era? -preguntó, entregándole la copa de vino.

Ariel, aún con una sonrisa en los labios, se encogió de hombros.

-Un príncipe llamado... Alistair. Quería impresionarme con su lista interminable de logros y propiedades. -Rió suavemente-. Pero no me interesó.

Sonrio también, la miró con alivio.

-¿Quería impresionarte? Parece que no sabe con quién está hablando. Eres la chica más increíble de este salón, y no necesitas que nadie te impresione.

Ariel lo miró con ternura y tomó un sorbo de su vino.

-Tú siempre sabes cómo hacerme sentir bien.

-Es mi trabajo -dijo con una sonrisa juguetona-. ¿Quieres que le ponga un alto la próxima vez que se acerque?

Mirándolo con una risa suave, negando con la cabeza.

-No hace falta. Estoy segura de que fue solo un encuentro pasajero.

Ambos se quedaron un momento en silencio, disfrutando de la compañía mutua y del ambiente vibrante a su alrededor. La música continuaba llenando la gran sala del castillo, mientras las risas y charlas de los invitados resonaban entre las paredes decoradas con tapices dorados y cristales brillantes.

-Vamos, bailemos -dijo Ariel de repente, mirando a Greg con una chispa traviesa en sus ojos-. No desaprovechemos esta oportunidad de bailar.

Greg sonrió ampliamente, dejándose llevar por su entusiasmo.

-A la pista, entonces -dijo, ofreciéndole su mano con elegancia-. Cómo podría negarme a mi maestra de baile

Ella sonrío más y aceptó su mano.

-Eso es más que suficiente para mí.

Los dos se unieron a las demás parejas que estaban en la pista de baile, fundiéndose en la magia de la noche, donde cada paso, cada sonrisa y cada mirada compartida hacía que la velada se sintiera aún más especial.

Tierra y mar: la historia de La Sirenita y un forasteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora