30| La primera flor

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Los primeros días de Marzo habían llegado, el frío comenzaba a ceder y la nieve comenzaba a derretirse. Hipo había decidido que su cumpleaños se convertiría en un baby shower, pues aunque no lo hiciera así estaba seguro que recibiría muchos regalos para su bebé. 

Había hablado con Elaine para pedirle su autorización para hacer dicho festejo en el santuario y esta había accedido, advirtiéndole que cada doncella querría ser parte de ese día tan especial y seguramente recibirían más regalos de los esperados. Acordaron realizar dicha reunión una semana después de su cumpleaños, debido a que se acomodaba al horario de todos los invitados.

Él había aceptado, siempre y cuando los regalos no fueran realmente costosos, así como también les pidió mantener un poco de distancia con Elsa, pues había estado muy estresada. La platinada había dejado de trabajar en la empresa de su familia en enero, después de haber tenido dolores constantes por el estrés. 

Kristoff tomó el mando por completo de la empresa en Berk y había acordado con Rapunzel no preocupar a Elsa con temas empresariales. Mérida se había ofrecido a pasar algunas mañanas con ella para que no estuviera sola y Hamish había cambiado algunas de sus clases para poder pasar más tiempo con ella.

La platinada se sentía consentida, disfrutando de la deliciosa comida que hacía su precioso novio y los postres que Amelia le mandaba con Gogo o con Snotlout, quien se había ofrecido a cocinar para ella en más de una ocasión y le había dado clases a su primo un par de veces.

Esa mañana, cuando estaba terminaba de arreglarse, el castaño se percató de que la platinada sentía dolor nuevamente, por lo que se acercó enseguida.

—Esta bien, estamos bien. —murmuró la platinada, tomando la mano del chico y poniéndola en su vientre —Solo está inquieto. —sonrió a medias

—No debiste comer tantos chocolates. —bromeó el castaño, dejando un beso en su mejilla mientras acariciaba el vientre de Elsa, donde se sentían los movimientos de su hijo

—No debiste traer esos chocolates. —le acusó con media sonrisa

—Pero tú me los pediste. —le recordó

—Tu hijo quiere dulces. —se encogió de hombros

—Mi hijo. —sonrió feliz y se inclinó para besarla con dulzura —Es nuestro hijo. —murmuró separándose apenas de sus labios

—Nuestro bebé. —ella sonrió ampliamente y lo besó nuevamente

Él sonrió, abrazándola lo mejor que podía para asegurarse que el beso durara más. Ella soltó un suave gemido adolorido sin poder evitarlo, separándose de él unos segundos después y llevando una mano a su vientre.

—¿Sigue moviéndose mucho? —preguntó el castaño en bajo, poniendo su mano sobre la de ella

—Ese movimiento me dolió. —admitió en bajo, haciendo una mueca — Es como si ya quisiera salir. —bromeó

El castaño soltó una risa baja y dejó un beso en su frente, acariciando su vientre con suavidad mientras le hablaba de manera melosa a su niño para que no se moviera tanto.

—Vamos a llegar tarde. —murmuró la platinada con una sonrisa

—Tenemos el beneficio de que la fiesta no empezará sin nosotros, así que técnicamente no llegaremos tarde. —dijo divertido, haciéndola reír suavemente

—Anda ya, no los hagamos esperar. —dejó un beso en su mejilla y se separó despacio de él, quien tomó el bolso de la platinada y los abrigos para poder salir de su apartamento.

UN NUEVO LEGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora