11. Dosis de emergencia.

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El lugar lentamente comenzaba a vaciarse. Los asistentes, aún atrapados en la atmósfera de la actuación, comentaban emocionados la actuación de Furina. Los murmullos sobre la intensidad de su interpretación y la belleza de su voz llenaban los pasillos mientras el público se retiraba, algunos aún tarareando la melodía.

Entre ellos, se encontraba Neuvillette, quien, como siempre, había sido una presencia constante en todas las presentaciones de su querida amiga.

"¿Me amas?" Las palabras se repetían en su mente, haciéndole pensar en su propia situación. Sabía bien que su corazón estaba entregado a una sola persona. Wriothesley siempre había sido distante, reservado en público. Y aunque compartían momentos cercanos, la duda siempre se instalaba en su corazón. ¿Sentiría lo mismo por él?

- Neuvillette. - dijo Wriothesley, su tono bajo y algo nervioso.

El peliblanco se sobresaltó cuando sintió una presencia a sus espaldas. Una voz profunda y familiar lo sacó de su ensoñación.

El Juez se giró rápidamente, sorprendido de verlo ahí. Lo que le resultaba aún más extraño era que Wriothesley, quien solía evitar cualquier interacción pública de ese tipo, se encontraba frente a él, ligeramente agitado, con el rostro sonrojado y una fina capa de sudor cubriendo su frente. Algo inusual para alguien siempre tan sereno y controlado.

Neuvillette no pudo evitar que sus pensamientos divagaran un poco más de la cuenta.

¿Por qué se ve tan…? —el Juez, por un momento, dejó que su mente lo traicionara. El aspecto ligeramente desaliñado del alcaide, su respiración aún acelerada, y esas gotas de sudor que corrían por su cuello… Todo aquello provocó que se imaginara situaciones no tan apropiadas para el lugar en el que estaban.

Ellos nunca habían tenido encuentros sexuales antes, si bien hubo veces en que los besos en la oficina del Alcaide llegaron a que lo tomara con sus manos no hubo actos más íntimos, ambos se dejaban con las ganas.

Por favor, compórtate, se dijo a sí mismo, volviendo al presente. Pero el calor en sus mejillas era evidente. Hizo un esfuerzo por mantenerse serio, aunque el brillo en sus ojos lo delataba.

- ¿Pasa algo? -

Wriothesley se rascó la nuca nerviosamente, un gesto que no pasó desapercibido para Neuvillette. Normalmente tan confiado y firme, verlo así le resultaba… adorable, por decirlo de alguna manera. Aunque claro, nunca se lo diría en voz alta.

—Yo… esto… —Wriothesley tartamudeó, algo completamente fuera de lo común para él—. Quería… quería preguntarte algo, pero no aquí, no ahora, digo… sí aquí, pero no… no así. ¿Me entiendes?

El Juez parpadeó, completamente desconcertado.

—Creo que no… —respondió, sin poder ocultar la ligera sonrisa que se formaba en sus labios—. ¿Quieres aclarar qué está pasando?

El pelinegro respiró hondo, sus ojos bajando un momento hasta las manos de Neuvillette. Y antes de que el Juez pudiera reaccionar, sintió un ligero roce en su mano. Discretamente, como si no quisiera que nadie más lo notara.

El contacto era cálido, y el pulso de Neuvillette se aceleró. Su rostro se tornó aún más serio, tratando de no perder la compostura, pero por dentro… estaba teniendo gritos.

Wriothesley, por su parte, parecía luchar con las palabras.

- Me preguntaba si… tú… yo… - volvió a tartamudear, mientras el sudor en su frente parecía aumentar. - Quiero decir, tal vez, podríamos… salir algún día. Juntos. Tú y yo. Solo nosotros. Algo sencillo. Algo como una… cita.

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⏰ Última actualización: Oct 06 ⏰

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