El despertar de un guerrero

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Maicol observó al extraño frente a él con cautela. La figura de Fénix estaba envuelta en una capa oscura que ondeaba ligeramente con el viento. Sus ojos, de un color ámbar penetrante, parecían ver más allá de lo que Maicol podría imaginar.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Maicol, todavía en guardia.

—Veo potencial en ti, chico. Un poder oculto, pero también una ira que no te permitirá avanzar si no la controlas —respondió Fénix con una voz profunda, casi enigmática.

Maicol lo miró confundido.

—¿De qué hablas? No soy nadie especial... mis hermanas tenían razón, no puedo enfrentarme a esos monstruos.

Fénix soltó una carcajada, aunque no era de burla, sino de entendimiento.

—Todos los grandes guerreros comienzan así, dudando de sí mismos. Pero lo que te hace especial es que ya llevas dentro de ti algo que ni siquiera comprendes. Déjame enseñarte lo que eres capaz de hacer.

Sin esperar respuesta, Fénix levantó su mano, y el cielo, que había estado claro, se oscureció de repente. Rayos de energía cayeron a su alrededor, formando un círculo que los envolvía a ambos. Maicol dio un paso atrás, sorprendido, pero Fénix permaneció inmóvil, mirando fijamente al joven.

—Esto es solo una fracción del poder que tú también puedes dominar —dijo Fénix, con sus ojos brillando intensamente—. Ahora, observa.

Fénix extendió su otra mano, y un destello de luz surgió de sus dedos. La energía se condensó en forma de un orbe que comenzó a girar sobre sí mismo, liberando ondas de poder en todas direcciones. Sin previo aviso, lanzó el orbe hacia Maicol, quien, por puro instinto, levantó ambos brazos para protegerse.

Pero en lugar de sentir el impacto, algo inesperado sucedió. Una barrera invisible se formó frente a él, bloqueando el ataque de Fénix. Maicol se quedó paralizado por un momento, mirando asombrado el escudo que había generado sin siquiera saber cómo lo había hecho.

—¿Qué... qué es esto? —preguntó Maicol, asombrado.

Fénix sonrió con satisfacción.

—Ese es el poder dormido dentro de ti, Maicol. Un poder que no sabías que tenías. La sangre de tus padres, los antiguos reyes de Azuna, corre por tus venas. Eres mucho más de lo que crees.

Maicol respiraba con dificultad, procesando lo que acababa de pasar. Siempre había creído que su fuerza residía únicamente en su entrenamiento físico, pero esto... esto era algo completamente diferente. Un poder que nunca había sentido antes.

—¿Qué tengo que hacer? —preguntó Maicol, decidido.

Fénix bajó su mano, y el cielo volvió a despejarse.

—Para empezar, debes aprender a controlar tus emociones. La ira te hace fuerte, pero si la dejas gobernarte, te destruirá. Tu poder no debe depender de cómo te sientes, sino de tu voluntad. Ahora, ven. El entrenamiento apenas comienza.

Los días pasaron, y Maicol entrenaba sin descanso bajo la guía de Fénix. En la Tierra, el tiempo avanzaba rápidamente, pero en su mente, cada segundo se sentía como una eternidad. Fénix le enseñó a canalizar su energía interna, a utilizar su cuerpo como una extensión de su poder. Los ataques que antes parecían imposibles de bloquear ahora eran repelidos con facilidad, y Maicol descubría cada día nuevas habilidades.

Un día, mientras entrenaban en un desierto apartado, Fénix lo observó con una mirada analítica.

—Estás mejorando, pero todavía hay algo que no has comprendido. Tu poder no solo está en tu fuerza bruta, sino en tu capacidad para adaptarte a cualquier situación. El verdadero guerrero no solo es fuerte; es inteligente, perspicaz y, sobre todo, implacable.

Maicol lo escuchaba atentamente, sus músculos adoloridos por el entrenamiento constante. Sentía que cada día aprendía algo nuevo, pero aún había una barrera que no lograba superar.

—¿Qué debo hacer para ser más fuerte? —preguntó Maicol, jadeando después de esquivar un ataque de energía lanzado por Fénix.

—No se trata de ser más fuerte —respondió Fénix, cruzando los brazos—. Se trata de ser más consciente de tu poder. Ahora, vamos a algo más avanzado. Quiero que cierres los ojos.

Maicol obedeció, aunque dudando de lo que sucedería.

—Concéntrate en tu interior —continuó Fénix—. Siente el poder fluyendo en ti. Deja que tu energía te guíe. No pienses, simplemente siente.

Durante unos minutos, Maicol solo escuchaba el viento y su respiración. Luego, algo cambió. Dentro de su mente, una pequeña chispa comenzó a arder, una llama que crecía lentamente hasta convertirse en un fuego intenso. Era su energía, su poder, esperando ser desatado.

De repente, sus ojos se abrieron, y todo a su alrededor pareció ralentizarse. Las dunas de arena se movían despacio, el aire se hacía denso, y cada partícula de energía en el ambiente vibraba con vida. Sin pensarlo dos veces, Maicol levantó su mano y lanzó un ataque de energía que atravesó el aire como una flecha, destruyendo una enorme roca cercana.

Fénix sonrió con aprobación.

—Lo has logrado, Maicol. Este es solo el principio. Tu verdadero poder está despertando.

Maicol bajó la mano, sintiendo el flujo de energía en su interior. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía miedo ni dudas. Ahora sabía que tenía la fuerza necesaria para enfrentarse a cualquier enemigo.

Pero aún quedaba mucho por aprender.

—Estoy listo para lo que venga —dijo Maicol, con los ojos llenos de determinación.

Fénix asintió, sus ojos brillando con satisfacción.

—Así es como debe ser. Pero recuerda, Maicol... el verdadero poder no se mide solo por la fuerza, sino por lo que haces con ella. Pronto llegarán nuevas pruebas, y cuando llegue ese día, deberás estar preparado para enfrentar no solo a tus enemigos, sino a ti mismo.

CONTINUARÁ...

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