Duelo de maestros

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El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojos y naranjas. Maicol y Nina, exhaustos tras su tensa discusión y posterior reconciliación, se encontraban recuperando el aliento cuando una figura familiar apareció a lo lejos. Fénix, con su porte imponente y sus ojos serenos, se acercaba lentamente. A su lado, otra presencia poderosa se materializó en el aire: Soru, el enigmático maestro de Nina, cuyos pasos parecían no tocar el suelo.

El viento sopló con fuerza, como si presintiera la intensidad de lo que estaba a punto de ocurrir.

—Parece que finalmente se han reunido —comentó Fénix, dirigiéndose a ambos hermanos con una sonrisa.

Soru, por su parte, permanecía en silencio, observando con sus ojos penetrantes, su presencia enigmática inundando el lugar.

—Sí, y nos costó —respondió Maicol, aún con la respiración agitada.

—Pero lo importante es que están juntos ahora —añadió Nina, intentando relajarse.

Sin embargo, la tensión en el ambiente era palpable, y no solo por lo que acababa de suceder entre los hermanos. Había algo más en juego, algo que aún no comprendían del todo.

De repente, Soru dio un paso adelante, clavando su mirada en Fénix.

—Fénix, he escuchado mucho sobre ti de mi aprendiz. Y parece que tú también tienes un discípulo prometedor —dijo Soru con voz calmada pero llena de autoridad.

Fénix cruzó los brazos, levantando una ceja. Sus ojos se encontraron con los de Soru y, por un momento, el aire alrededor de ellos pareció volverse más pesado.

—¿Así que tú eres el famoso Soru, el que ha estado entrenando a Nina? —respondió Fénix con un tono casi desafiante—. He oído cosas interesantes sobre tus métodos.

Soru asintió lentamente.

—Y yo he oído hablar de tus habilidades. La manera en la que has entrenado a Maicol es... impresionante. Sin embargo, me pregunto cuál de nosotros ha sido más eficaz en preparar a nuestros discípulos para lo que está por venir.

El silencio cayó como una losa. Nina y Maicol intercambiaron miradas de desconcierto, ambos sintiendo el peso de lo que estaba por suceder. Antes de que pudieran intervenir, Fénix sonrió con una confianza inquebrantable.

—¿Estás sugiriendo una pequeña demostración de habilidades? —preguntó, su tono mostrando emoción por lo que estaba a punto de suceder.

—Una demostración, nada más. Un simple intercambio para ver quién ha dominado mejor sus poderes. —Soru respondió con tranquilidad, como si lo que proponía fuera algo cotidiano.

—¡Espera, un momento! —intervino Nina—. ¿Van a pelear?

—Esto no es una pelea, Nina —le corrigió Soru—. Es una forma de medir quién está más preparado. Además, puede que aprendas algo al observar.

Maicol apretó los dientes, incapaz de ocultar su emoción. Por fin vería a su maestro Fénix en acción contra otro guerrero formidable. Esto no era solo un entrenamiento cualquiera.

Fénix se preparó, relajando sus brazos y dejando que su energía empezara a manifestarse. Al mismo tiempo, Soru flotaba levemente sobre el suelo, rodeado por una aura azulada de serenidad y poder.

—Será un empate... ya lo verás —susurró Maicol a Nina, aunque una parte de él no estaba tan segura.

Los dos guerreros se miraron a los ojos durante unos segundos eternos, hasta que, sin previo aviso, ambos se lanzaron el uno contra el otro con una velocidad que era imposible de seguir a simple vista.

¡BOOM!

El choque inicial sacudió el suelo bajo los pies de Maicol y Nina. La onda expansiva fue tan poderosa que ambos tuvieron que retroceder unos metros. El sonido resonó en el valle, y las montañas cercanas temblaron levemente. Fénix, con su fuerza bruta y velocidad, atacaba con golpes cargados de energía cósmica. Cada uno de sus movimientos parecía romper el aire, mientras que Soru, con su control impecable, bloqueaba y esquivaba sin esfuerzo, como si fuera una danza fluida.

—¡Increíble! —exclamó Nina, completamente absorta en la batalla.

Maicol observaba boquiabierto cómo Fénix descargaba una ráfaga de ataques consecutivos. Sus golpes no eran simples puñetazos; cada uno estaba envuelto en energía pura, proyectándose como relámpagos que iluminaban el campo de batalla. Pero Soru, con su calma inquebrantable, creaba barreras invisibles, deshaciendo cada ataque antes de que lo tocara.

—Fénix es una bestia... —susurró Maicol, admirando a su maestro—. Pero Soru... nunca he visto a alguien moverse así.

Los hermanos apenas podían seguir la velocidad del combate. Fénix, utilizando su poder para manipular la energía a su alrededor, lanzaba poderosas esferas de energía que explotaban con fuerza devastadora al chocar contra las defensas de Soru. Por su parte, Soru no se quedaba atrás; su control del espacio le permitía desvanecerse y reaparecer en un abrir y cerrar de ojos, atacando con ráfagas de energía precisa y letal.

En un momento, ambos se elevaron en el aire, y el cielo parecía llenarse de destellos y chispas mientras intercambiaban golpes, cada uno más feroz que el anterior. La velocidad y la precisión de cada movimiento dejaban a Maicol y Nina completamente asombrados.

—¡Nunca había visto nada así! —gritó Maicol, casi sin aliento, mientras trataba de seguir los destellos de energía en el aire.

—Están peleando en un nivel completamente diferente... —añadió Nina, impresionada—. Esto es más de lo que jamás pensé que veríamos.

A medida que la batalla continuaba, las fuerzas de ambos maestros seguían chocando, pero ninguno lograba superar al otro. Fénix, en un movimiento rápido, apareció frente a Soru con la intención de darle un golpe final. Sin embargo, Soru desapareció en un destello de luz, reapareciendo justo detrás de él y lanzando una poderosa onda de energía que obligó a Fénix a retroceder.

—Eres rápido —admitió Fénix, respirando con fuerza.

—Y tú eres poderoso —respondió Soru, aún sereno, pero con una ligera sonrisa—. Pero no lo suficiente para vencerme.

Ambos se quedaron inmóviles por un momento, midiendo sus próximas acciones. El aire a su alrededor chisporroteaba con energía pura.

Finalmente, en un movimiento coordinado, ambos liberaron todo su poder en un último ataque, uno que dejó a Maicol y Nina con el corazón en la boca. Pero cuando el impacto final ocurrió, la energía se disipó en un brillante destello que iluminó todo el cielo. Ninguno de los dos guerreros había superado al otro.

Fénix y Soru aterrizaron suavemente en el suelo, ambos visiblemente agotados, pero sonriendo.

—Un empate, como lo predije —dijo Maicol, impresionado, mientras Nina asentía en silencio, aún absorta en la pelea que acababan de presenciar.

—Creo que ambos hemos demostrado algo hoy —dijo Fénix, extendiendo la mano hacia Soru.

—Ciertamente —respondió Soru, estrechándole la mano—. Nuestros alumnos estarán listos para lo que viene.

Nina y Maicol no dijeron nada más, pero sabían que lo que acababan de presenciar no era solo un entrenamiento, sino una muestra de lo que ellos también podrían llegar a ser. Ambos comprendían que la batalla contra el Devastador estaba cada vez más cerca, y que necesitarían todo el poder y sabiduría de sus maestros para enfrentarlo.

La verdadera guerra estaba por comenzar.

CONTINUARA..

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