El pasado de fenix

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El sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, y el desierto donde entrenaban Maicol y Fénix adquiría una tonalidad rojiza y dorada. Ambos permanecían en silencio tras una sesión de entrenamiento agotadora. Maicol había avanzado mucho en los últimos días, pero todavía sentía que había algo más profundo que Fénix no le estaba revelando. Y esa sensación lo inquietaba.

—Fénix... —dijo Maicol, rompiendo el silencio—. He aprendido mucho contigo, pero siempre he tenido esta duda. Desde el primer momento, tú sabías quién era yo, sabías que no pertenecía a este planeta. ¿Cómo lo supiste?

Fénix, con los ojos fijos en el horizonte, suspiró profundamente. Sabía que este momento llegaría.

—Es hora de que conozcas la verdad —dijo finalmente, con una voz que parecía pesada por el recuerdo de un pasado lejano—. No soy de la Tierra, Maicol. Y tampoco soy solo un guerrero errante, como pensabas.

Maicol lo miró con sorpresa.

—¿No eres de la Tierra? Entonces, ¿de dónde vienes? ¿Y por qué decidiste entrenarme a mí?

Fénix bajó la mirada, como si los recuerdos lo envolvieran. Lentamente, comenzó a relatar su historia.

—Hace miles de años, yo también fui un habitante de otro mundo. Un planeta que una vez fue próspero y poderoso... Phoros. En muchos aspectos, era muy parecido a Azuna. La gente de Phoros, al igual que tú y tus padres, poseía un poder inmenso. Nos llamaban los Guerreros Eternos, y éramos los protectores de nuestro mundo. Pero al igual que en Azuna, nuestra prosperidad llamó la atención de alguien que quería destruirnos.

—¿Pop? —preguntó Maicol, intrigado.

Fénix negó con la cabeza.

—No, Pop es solo una pieza en este tablero. El verdadero enemigo es alguien mucho peor... El Devastador. Una entidad tan antigua y poderosa que ni siquiera tiene una forma física fija. Viaja por el universo, encontrando planetas con civilizaciones avanzadas, y los destruye para absorber su energía. Pop, Killer Queen, y Killer Lady son solo sus títeres, seguidores que buscan poder bajo su mando.

Maicol sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escuchar el nombre del Devastador. No podía imaginar un enemigo más terrible que Pop, pero el simple hecho de pensar en una fuerza aún mayor le daba miedo.

—¿Y qué pasó con Phoros? —preguntó Maicol, con la voz temblorosa.

—Phoros fue destruido. Igual que Azuna —dijo Fénix, con amargura en la voz—. El Devastador llegó a mi planeta cuando yo era joven, tal vez de tu edad. Mis padres, los líderes de los Guerreros Eternos, intentaron defender nuestro hogar, pero fue inútil. El ejército del Devastador arrasó todo a su paso. Yo sobreviví por pura suerte... o quizá por algo más.

Fénix levantó su mano, y una pequeña llama azulada apareció flotando en su palma. No era una llama ordinaria; su energía era pura, casi etérea, como si proviniera de algo más allá de lo físico.

—Esta es la Llama del Fénix —dijo, observando la chispa con una mezcla de tristeza y orgullo—. Un poder antiguo que solo unos pocos en mi planeta podían despertar. Es la fuente de mi fuerza, pero también mi mayor carga. Cuando Phoros fue destruido, yo no pude hacer nada para salvar a mi gente. Solo pude huir, y en mi desesperación, hice algo impensable... busqué la ayuda de aquellos que había jurado destruir.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Maicol, cada vez más intrigado.

—Fui a ver al Devastador —dijo Fénix, su voz ahora fría y distante—. Me arrodillé ante él y le rogué que me dejara vivir. Le prometí que me uniría a su ejército si me concedía el poder de la inmortalidad. Y él, burlándose de mí, aceptó.

Maicol lo miró horrorizado.

—¿Te uniste a él? ¿Al Devastador?

—Por un tiempo... sí —respondió Fénix, con un tono lleno de remordimiento—. Fui uno de sus cazadores, como Killer Queen y Killer Lady lo son ahora. Viajé a otros planetas, destruyendo todo lo que encontraba a mi paso, consumido por la rabia y el odio. Pero con el tiempo, me di cuenta de que esa no era una vida. La inmortalidad es una maldición si no tienes algo por lo que luchar. El Devastador no me ofreció la vida eterna, solo me convirtió en un esclavo sin alma. Y cuando comprendí eso, lo traicioné.

Fénix apagó la llama en su mano y miró a Maicol directamente a los ojos.

—Desde entonces, he vagado por el universo, tratando de enmendar mis errores. Busco redimirme por todo lo que hice. Y cuando sentí la presencia de seres de Azuna en la Tierra, supe que era mi oportunidad. Tus padres, los antiguos reyes, eran conocidos incluso en otros rincones del universo. Sabía que si tú, Jane y Nina sobrevivieron, podrían ser la clave para derrotar al Devastador y a sus seguidores.

Maicol se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Todo lo que creía saber sobre Fénix se había vuelto más complejo, pero a la vez, comprendía por qué este guerrero era tan poderoso y por qué lo había reconocido de inmediato.

—Entonces, ¿me estás entrenando para que yo haga lo que tú no pudiste hacer en Phoros? —preguntó Maicol, con un nudo en la garganta.

—No —respondió Fénix, con firmeza—. Te estoy entrenando porque veo en ti la fuerza para hacer lo correcto. No estás destinado a repetir mi historia. Tú tienes el poder de cambiar tu destino, Maicol. Y lo más importante, no estás solo. Jane, Nina, y yo estamos contigo en esto. Pero debes estar preparado, porque el Devastador no es como ningún enemigo que hayas enfrentado antes.

Maicol asintió lentamente. La historia de Fénix lo había marcado profundamente, pero también le había dado una nueva perspectiva. Entendía ahora que el enemigo al que se enfrentaban era mucho más grande de lo que imaginaba, pero también sabía que no podía rendirse.

—Entonces... ¿qué debo hacer ahora? —preguntó Maicol, con determinación en la mirada.

Fénix lo miró con una sonrisa, algo que rara vez se veía en su rostro.

—Ahora, Maicol... ahora entrenaremos de verdad.

CONTINUARÁ...

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