2 - Colegio técnico de magia metropolitana de Tokio

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Podía escuchar voces, pero no entendía que decían. Traté de moverme o, aunque sea abrir los ojos, pero no pude. Mi abdomen dolía, no tanto como cuando Kyuu me atravesó con su garra, pero aún dolía. No había sanado completamente, pero podía sentir mi ritual inverso actuando. Era una suerte haber entrenado hasta casi la muerte este ritual, al punto en que lo activara inconscientemente.

—Su energía está aumentando. —Por fin pude escuchar lo que decían. Era una voz masculina joven.

—Desde que la encontramos ha estado usando el ritual inverso, incluso estando inconsciente. —Esta vez fue una voz femenina.

—Yaga-sensei, ¿qué va a pasar ahora? —Otra voz masculina llegó a mis oídos.

—Ella luchó sola contra esas maldiciones hasta que llegamos, e incluso a ustedes dos les costó someter al kitsune. Si no fuera por el portal no sé qué habría pasado. —Supongo que ese fue Yaga hablando. ¿De qué me suena ese nombre? —. Si tiene ese potencial sin estar en una escuela, la acogeremos aquí.

—Esa maldición kitsune era rara, ni siquiera el azul le hizo daño —el primer chico volvió a hablar. ¿Qué era eso de azul? Me suena, pero no lo ubico —. Además, ¡atravesó mi infinito! ¡Eso no puede ser posible! —Oí como si alguien pateara el suelo.

—Por eso siempre digo que deberías tener más cuidado, Satoru. —Yaga volvió a hablar, y por fin mi mente hizo clic. ¡El director Yaga y Satoru Gojo!

Me removí incómoda en la cama, ¡por fin podía mover algunos músculos! Aunque todavía no podía abrir los ojos. Por unos segundos no escuché a nadie hablando, pero luego la chica que había escuchado antes habló.

—Está despertando. Es más, debería estar despierta ya.

Algo me estaba impidiendo despertar completamente, pero no entendía que era. Escuché un jadeo colectivo y luego un peso sobre mis caderas. Una sensación de alivio y paz se extendió por mi cuerpo y en pocos segundos estaba curada.

—¡¿Cómo entró una maldición aquí?! ¡La voy a exorcizar ahora!

No sé quién dijo eso y no me importaba, no dejaría que trataran de herir a una de mis invocaciones, porque sí, ya me había dado cuenta de que fue Haru, mi fenrir blanco, el que me curó. Abrí los ojos de golpe viendo frente a mí un labrador blanco peludo, la versión menor de Haru. Levanté mis dos brazos flexionando mis dedos en garras, y las cadenas de sellado atraparon a los tres chicos y el sensei. Los cuatro me miraban fijamente.

Me senté como pude, no tenía ni idea de cuánto tiempo había estado inconsciente, pero incluso con la curación de Haru me costaba moverme. Mi cabeza empezó a doler por el esfuerzo, pero nuevamente el fenrir extendió su curación para ayudarme.

—Gracias, Haru. —Acaricié la cabeza del labrador —. Puedes volver. —Entró por un pequeño portal dorado.

Observé a los presentes que me miraban en silencio, parecían estar más calmado al ver que Haru no era una amenaza. Me fijé que las cadenas estaban tocando el cuerpo de Gojo, ¿no tiene activada su técnica? Hice que las cadenas desaparecieran.

—Lo siento por eso, pero no podía dejar que ustedes dañaran a una de mis invocaciones. Y menos un fenrir de luz que tiene poderes de cura. —Como pude me acomodé en la cama de manera que mi espalda se recostara contra la pared.

Observé como los chicos abrían la boca para hacer preguntas, pero Yaga los impidió con un ademán. Luego se dirigió calmadamente a mí.

—¿Cómo te sientes?

—Como si me hubiera atropellado un camión. —Toqué mi hombro —. No me duele nada, la curación de Haru es muy eficiente, pero mi cuerpo está rígido. Por cierto, me llamo Itadori Mio. —Trato de no sonreír al ver la cara rara que hace Yaga.

Sempiterno: la princesa del santuario divino [JJK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora