12 - Entrenando para el porvenir

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Cuando vi a Nanami y Haibara, por fin me acordé de lo que me estaba olvidando. Era en este año que ocurría la misión del recipiente de plasma estelar, lo que daba inicio a la caída de Suguru. Estuve muy nerviosa los siguientes días, aún si la misión no ocurriría si no hasta la primavera, tenía que prepararme, tenía que mejorar, tenía que hacerme más fuerte, para encontrar una manera de salvar a Geto. No podía dejar que una persona como él tirara su vida, no podía dejar que... se alejara de mí. Sí, debía admitir que me había encariñado demasiado con él, mejor dicho, con los tres. Hablar con Suguru era como hablar con una persona que me entiende, y aunque nunca le hablé de mis oscuros secretos, teníamos una bonita conexión. No quería que uno de mis amigos cavara su propia tumba.

Había empezado a despertarme antes que el sol saliera para ir a entrenar y en el segundo día había ganado un compañero de entrenamiento inesperado. Haibara se había enterado de que entreno en ese horario, y con cierta vergüenza se acercó a mí. Me había preguntado si podía entrenar conmigo, si no me molestaría. Había aceptado con gusto, aunque solo fuera entrenamiento físico. Unas pocas semanas después, me di cuenta de que había ganado fama en el mundo de hechicería, y que por ese motivo Haibara se había acercado a mí.

—Itadori-senpai, ¿es verdad que eres una princesa? —Me preguntó con brillitos en los ojos. Sonreí ante su alegría y ternura.

—Supongo que me dieron un título como "la nueva princesa" o algo así, pero no me gusta. Lo único que hace es parecer que soy inalcanzable cuando solo soy una persona normal. —Empecé a hacer estiramiento, acabábamos de terminar los ejercicios de fuerza.

—¡Ah, yo...! —Haibara parecía haberse marchitado ante mi respuesta.

—No tienes que disculparte, Haibara. —Le hice señas para que me copiara en el estiramiento —. Seguramente creciste escuchando las historias de la princesa del santuario divino de la era Heian.

—Sí, son mis historias favoritas. —Respondió con timidez. Quería decirle algo como que yo no soy esa princesa, pero eso sería mentira, y me había dado cuenta de que no conseguía mentirle a una persona tan pura como él —. Me encanta como la princesa ayudaba a otros sin mirar a quien. ¡Ayudó a los hechiceros a mejorar sus técnicas!

Aproveché que estábamos haciendo estiramientos para ocultar mi rostro de Haibara. Había dicho algo que me pesaba, porque el verdadero motivo por el que ayudé a los hechiceros a mejorar era para derrotar a Sukuna y evitar que este mundo llegara a su fin. ¿Pero como se explica eso sin revelar quien soy realmente?

—Haibara... —Empecé con duda —. ¿Cuál es tu técnica?

—Puedo crear flechas de energía maldita. ¡Pero no soy bueno! —Agregó tan rápidamente que tuve que mirarlo. Estaba jugando con sus manos, parecía muy nervioso.

—Es una buena técnica. —Giró su rostro hacia mí tan rápido que podría haberse lastimado —. Pero tienes que entrenar si quieres mejorar.

—Eso hago, pero no logro grandes avances. —Miró el suelo algo desanimado.

—Acompáñame.

Me puse de pie y empecé a caminar a otro campo de entrenamiento que Yaga-sensei había logrado habilitar después de que casi destruyera la preparatoria entrenando mis técnicas. Haibara miraba a todos lados, ese campo es especial. Es mucho más grande que el campo de entrenamiento que normalmente tenemos acceso y está dividido en secciones. Está el área de tiro para entrenar puntería, el área de control de energía y el área de pelea. Todos tenían barreras que se activaban con el mínimo de energía maldita imbuida. Llevé a Haibara hasta el área de tiro y activé la barrera.

—Muéstrame lo que puedes hacer.

Haibara asintió y se puso en la posición de tiro. Invocó una flecha de energía azul trémula y la lanzó hacia el blanco, pero esta se desvaneció a medio camino. Volvió a invocar la flecha y esta explotó en su mano, causándole una herida.

Sempiterno: la princesa del santuario divino [JJK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora