4 - Sombras del pasado

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—¡JAJAJAJAJAJAJAJA!

Como odiaba esa escena. Mahito y Sukuna riéndose de Itadori por su ingenuidad y corazón puro. Cuando empecé a ver el anime de Jujutsu Kaisen no me gustó, además no le tenía mucha fe. Pero por insistencia de mi hermana continué viendo, y me enamoré de la historia. Personajes únicos y complejos en una historia donde el bien y el mal no están completamente definido, si no que más bien muestra la crueldad e indiferencia que tanto odio de este mundo. Los héroes no existen, los humanos son inherentemente malvados, incluso yo soy malvada por querer que un gran meteorito caiga en la tierra y mate a todos, a mi incluida. Me duele tanto cuando veo a un pobre animalito indefenso sufriendo por la crueldad humana, es como si me lo estuvieran haciendo a mí. ¿Por qué nadie los impide de golpearlos? ¿Por qué pasan frente a los mendigos de la calle como si no existieran? ¿Por qué hay hambre y pobreza extrema? ¿Por qué adoran al dinero y desprecian a los débiles? ¿Qué culpa tienen de haber nacido diferente? ¿Por qué, por qué, por qué? Las preguntas no dejaban de arremolinarse en mi mente. No entendía como podían ser tan crueles. Eso me daba tanta rabia, el odio se acumulaba dentro de mí, pero cuando me imaginaba matando a esas personas... simplemente no podía. Era como si me estuviera matando a mí misma, era como si su dolor fuera el mío. Dejé de salir de casa siempre que podía para no ser testigo de la maldad humana.

El capítulo acabó y decidí dejarlo por hoy. Apagué la tele y me dirigí a la cocina. No tenía realmente ganas de comer, pero necesitaba hacerlo. No encontré nada en la alacena o la heladera que pudiera satisfacerme, tendría que salir a comprar algo. Suspiré cansada, no quería salir. Me quedé de pie mirando al techo debatiendo si realmente era necesario comer. La voz de mi madre insistiendo en que debo comer porque estoy muy flaca interrumpió mi línea de pensamiento. Suspiré nuevamente, al final tendría que salir.

Agarré algo de dinero, un abrigo y salí tratando de no mirar a nadie ni nada. Me compré cualquier cosa en la tienda de la esquina sin mirar demasiado. Cuanto antes volviera a casa, menos tiempo tendría para encontrarme con algo malo. Pero como siempre, las cosas nunca salían como lo planeado. En el callejón que está cerca de mi casa, unos hombres estaban jugando con un gatito maltratado y su perro rabioso. Incitaban al perro para que atacara el gatito, el cual trataba de defenderse, pero el perro era mucho más grande que él. Tenía que hacer algo, tenía que impedir que mataran a ese pobre animalito. Antes que diera un paso en dirección a ellos, el perro mató el gatito bajo las risas de esos humanos crueles. La bilis subió por mi garganta y apenas tuve tiempo de apartarme antes de vomitar nada más que jugo gástrico.

Alcancé mi casa como pude, y abandoné lo que había comprado en la heladera. Mi mundo empezó a girar, no había comido en todo el día y si lo hiciera ahora volvería a vomitar. Como pude me eché en el sofá. Respiré hondo y pausadamente para ahuyentar las náuseas. Por ese tipo de cosas había dejado de salir de casa. Desde la pandemia me asignaron trabajo en casa, cosa que pedí continuar una vez que las cosas normalizaron, ahora solo tenía que ir al trabajo en fechas específicas. Con esta era digital, casi todo se podía hacer en casa, lo que contribuyó a mi estilo de vida. Extrañaba la ignorancia de la infancia, el mundo desde la perspectiva de un adulto es un asco.

Es un asco...

Un asco...

Asco...

Miré a mi alrededor. No estaba en mi casa, ¿dónde entonces? Había muchos árboles a mi alrededor. Bajé la mirada y vi un riachuelo cristalino. Algunos peces se paseaban alrededor de mis pies, como si estuvieran jugueteando. Reí por las cosquillas que me hacían.

—¡Jun! —Un hombre de cabello rosa palo me llamó —. Tenemos que volver, los Gojo ya te están buscando.

—¡Sí, maestro! —Salí del río con una pequeña sonrisa, me encantaba pasar tiempo con él —. ¿Cuándo me dirás tu nombre, maestro?

Sempiterno: la princesa del santuario divino [JJK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora