5 - El tesoro de Mio

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Los siguientes días evité estar a solas con Geto o Gojo. Me mantenía cerca de Shoko siempre que podía. Ella había estado preocupada después de descubrir lo que me había pasado. Geto, preocupado, se acercó a ella a preguntar si yo estaba bien y le contó lo que había sucedido. Cada dos por tres me preguntaba si estaba bien, y yo me limitaba a responder que sí.

—¡Qué no estás bien! ¡Ya para de mentir! —Me gritó un día en la puerta de mi dormitorio. La miré incrédula, nunca había visto a Shoko así, ni siquiera en el anime. Pestañeé tratando de limpiar la imagen que tenía delante mío, pero Shoko seguía frente a mí con los brazos cruzados y una mueca de disgusto. Suspiré, al parecer no se rendiría.

—Espérame un momento. —Entré en mi habitación y tomé un abrigo azul cielo con detalles marrones; mi favorito. Luego salí, cerré la puerta y tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida—. Hoy es mi día libre, ¿me acompañas? Iré a ver a mi familia.

—Y-yo... —Parecía un poco incómoda, pero yo solo le sonreí.

—Descuida, volveremos en la tarde. —Empecé a caminar y ella me siguió. Solo mandé un mensaje a Yaga-sensei avisándole que Shoko saldría conmigo, si los vejestorios causaban problemas, después les plantaría la cara. De cualquier manera, ellos ya pusieron sus ojos en mí.

Necesitaba tomar un tren bala para economizar tiempo ya que Sendai no estaba cerca de Tokio. En el camino hablamos de cosas que nos llamaba la atención, como nuestra fascinación por la medicina, aunque yo no quería volver a estudiarla. Cuando Shoko se daba cuenta que yo sabía sobre un tema específico, me llenaba de preguntas. También hablamos de cosas más comunes como gustos musicales, color favorito, que nos atrae en una persona, etc.

—O sea, tu tipo básicamente es Suguru. —Shoko señaló cuando terminé de hablar no solo sobre la apariencia que más me atrae, si no que sobre el comportamiento también—. Espera a que Satoru lo descubra. —Empezó a reírse mientras yo la miraba incrédula.

—¡Shoko! —Hice un puchero —. Se supone que eres mi amiga, no vayas por ahí esparciendo lo que te cuento.

—Jamás dije que yo le diría. —Me sonrió con burla —. No negaste que Suguru es tu tipo ideal. —Sentí que mi rostro se calentaba, posiblemente me había puesto totalmente sonrojada.

—Shokoooooo. —Hice puchero nuevamente.

—Con razón te alejaste cuando se acercó a ti en el entrenamiento. —Por un momento no entendí que quería decir, pero luego me acordé de la prueba de los vejestorios. Suspiré sonoramente, tal vez debería decirle la verdad, o al menos parte de la verdad.

—No. —Mi voz era casi un susurro —. Tuve un episodio de pánico cuando el dedo de Sukuna cayó en mis manos. Muchos malos recuerdos me asaltaron. Geto solo tiene la mala suerte de recordarme a una persona que me hizo mucho daño.

—¿Es por eso por lo que te niegas a llamarlo por su nombre? —Recosté mi cabeza en su hombro pensando cómo responder a esa pregunta.

—No realmente, simplemente no creo tener ese grado de intimidad con él. No me siento cómoda.

—Entendible.

Al llegar a la casa de mi padre, la primera persona en recibirnos fue mi sobrino. El corrió y se lanzó contra mí, y tuve que recubrir mi cuerpo de energía para que no me lastime. Incluso a esta tierna edad Yuuji ya era muy fuerte, y todavía no lograba controlarla completamente. Luego de saludar a mi padre y que nos invitara a pasar, decidí presentar correctamente a Shoko.

—Yuuji, esta hermosa chica que ves aquí es mi mejor amiga, la señorita Ieiri. —Él alzó su mirada y sonrió de oreja a oreja con cierto brillo en sus ojos.

Sempiterno: la princesa del santuario divino [JJK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora