T/n Malfoy, una mortífaga nacida en una familia atrapada en las oscuras artes y lealtades inquebrantables, nunca imaginó que su vida tomaría un rumbo tan peligroso e inesperado. Mientras lucha por mantener la apariencia de lealtad a su padre, Lucius...
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La noche había caído sobre la Mansión Malfoy como un manto oscuro y denso. T/n caminaba por los pasillos en silencio, sus pasos amortiguados por las alfombras lujosas. El eco de sus pensamientos resonaba con fuerza en su mente, y cada sombra que veía parecía proyectar la figura de Alastor Potter. No podía quitárselo de la cabeza desde el encuentro en el Callejón Knockturn. No podía dejar de pensar en su sonrisa confiada, en la forma en que la había desafiado, como si viera más allá de su fachada de hielo y entendiera lo que ocultaba en su interior.
Su madre, Narcissa, la observaba desde el salón, con la mirada afilada de quien intuye que algo está fuera de lugar. —¿Estás bien, querida? —preguntó con voz suave, pero firme.
—Sí, madre, solo un poco cansada —respondió T/n sin detenerse, esforzándose por mantener su tono indiferente. No quería que nadie sospechara que algo había cambiado en ella, que algo la estaba perturbando.
Narcissa asintió, pero no dejó de mirarla con esos ojos fríos y calculadores. T/n sabía que su madre era capaz de ver a través de las mentiras, pero por ahora, su respuesta parecía suficiente. Se dirigió a su habitación y cerró la puerta con un suave clic. Necesitaba estar sola. Necesitaba pensar.
Se acercó a su escritorio y sacó una pequeña llave de plata de su bolsillo. Abrió un cajón escondido y sacó un objeto que había recuperado del callejón: una insignia dorada con el escudo de los Potter. ¿Por qué lo había tomado? No lo sabía, pero desde que lo había hecho, sentía una extraña conexión con él, como si ese simple pedazo de metal tuviera el poder de atraerla hacia Alastor, de recordarle que había algo más allá del odio y del rencor.
De repente, una suave corriente de aire recorrió la habitación, y la ventana se abrió de golpe. Un pergamino atado a la pata de una lechuza se dejó caer sobre el escritorio. T/n se acercó con cautela, desatando el mensaje. Su corazón se aceleró al reconocer la letra.
Esta es una invitación para probar algo diferente.
Si quieres respuestas, nos veremos esta noche en el Bosque Prohibido.
Ven sola.
La firma al final era inconfundible: A.P.
T/n sintió una oleada de adrenalina. Su primer instinto fue ignorarlo, quemar el pergamino y olvidar todo lo sucedido. Pero había algo en la promesa de ese encuentro que despertaba su curiosidad más profunda. Se dirigió a su armario y tomó su capa, guardando su varita en el cinturón. Esta era una locura, una traición a todo lo que había jurado proteger. Pero su mente ya no tenía control sobre su cuerpo; una fuerza invisible la impulsaba a aceptar la invitación.
El Bosque Prohibido se alzaba imponente bajo la luz de la luna. Las ramas de los árboles se movían como dedos largos y huesudos, rozando el cielo nocturno. T/n avanzaba con cautela, cada crujido de hojas bajo sus pies resonaba como un grito en la noche silenciosa.
De repente, una figura emergió de entre las sombras, iluminada por la luz de la luna. Alastor estaba allí, esperando, con su varita guardada y una sonrisa suave en los labios.
—Sabía que vendrías, Malfoy —dijo, con una mezcla de diversión y alivio en su voz.
—¿Por qué estás tan seguro de eso? —respondió T/n, cruzándose de brazos. Sus ojos escudriñaban cada rasgo de su rostro, intentando entenderlo.
—Porque, como yo, sientes que hay algo más allá de esta guerra absurda. Algo que vale la pena descubrir. —Alastor dio un paso hacia ella, su tono era sincero, y en su mirada no había burla ni hostilidad, solo una extraña mezcla de anhelo y esperanza.
T/n soltó una risa amarga. —No sé de qué hablas, Potter. Si esto es una trampa, pagarás caro.
Alastor negó con la cabeza lentamente. —No es una trampa, T/n. Solo quiero entenderte. Quiero saber por qué alguien como tú, con una mente tan brillante, elegiría el camino de las sombras.
—No elegí nada, nací en ello —replicó ella con dureza, aunque su voz temblaba un poco. —Y tú, Potter, ¿qué sabes sobre caminos elegidos?
—Lo suficiente como para saber que tú tampoco has elegido realmente. —Él dio otro paso, quedando a solo unos metros de ella. —Y creo que podrías elegir diferente si quisieras. Podrías ser más que solo un nombre, más que una tradición.
—¿Por qué te importa? —susurró ella, sintiendo un nudo en la garganta. Nadie, jamás, le había preguntado qué quería ella, qué deseaba, qué soñaba más allá del legado de los Malfoy.
Alastor sonrió, una sonrisa que no era de burla ni de superioridad, sino de genuino interés. —Porque te veo, T/n. Veo la persona que podrías ser, y creo que eso vale la pena arriesgarlo todo.
La joven Malfoy sintió que algo en su interior se rompía, una muralla que había construido para protegerse. Por un momento, se sintió tentada a bajar su guardia, a confiar en esas palabras que resonaban con una sinceridad inusual.
Pero el temor, el deber, y los años de odio aprendido eran difíciles de ignorar. —Esto es peligroso, Potter —murmuró, pero su voz ya no tenía la fuerza de antes.
—Todo lo que vale la pena lo es —respondió él, extendiendo una mano hacia ella.
Y, por primera vez en su vida, T/n Malfoy no supo qué camino tomar.