Capítulo 3: Bajo la Sombra de la Traición

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El aire era frío en el Bosque Prohibido, y el silencio se volvió abrumador mientras T/n Malfoy contemplaba la mano extendida de Alastor Potter. Cada fibra de su ser le gritaba que no debía aceptar, que esto era un error. Pero había una parte de ella, una pequeña voz en su mente, que se rebelaba, que susurraba: ¿Y si esto es lo que realmente quieres?

Finalmente, con una decisión que sintió como un salto al vacío, T/n alzó su mano y rozó los dedos de Alastor. La piel de él era cálida, a pesar del frío que los rodeaba, y el contacto envió una descarga eléctrica por su cuerpo. Sintió como si el mundo se detuviera en ese instante, como si no existiera nada más allá de esa conexión.

—Es solo un paso, Malfoy —dijo Alastor en voz baja, observándola con esos ojos verdes tan intensos—. No tienes que decidirlo todo ahora.

T/n asintió lentamente, pero su mente estaba llena de preguntas. —¿Por qué confías en mí? —preguntó, con la voz teñida de incredulidad.

—Porque sé lo que es vivir a la sombra de un apellido, de una expectativa que nunca pediste. —Alastor la soltó, pero sus ojos no se apartaron de los de ella—. También sé lo que es querer más. Querer algo real.

T/n sintió un calor inesperado en su pecho, una chispa de emoción que nunca había sentido antes. Sin embargo, esa chispa era peligrosa. Estaba jugando con fuego, y lo sabía. —Esto... esto no puede continuar —dijo, dando un paso atrás.

Alastor asintió, pero había una leve sonrisa en sus labios. —Lo sé. Pero aquí estamos.

La joven Malfoy se giró bruscamente, tratando de controlar la confusión que la invadía. Sin decir más, desapareció en las sombras del bosque, dejando a Alastor solo entre los árboles. Mientras corría, su corazón latía con fuerza, y su mente estaba dividida entre el deseo y el miedo, la lealtad y la traición.

En la Mansión Malfoy, la tensión era palpable. Al llegar, T/n se topó con la mirada acusadora de su padre, Lucius Malfoy, que estaba de pie en el vestíbulo, esperando. Su cabello rubio estaba perfectamente peinado, pero sus ojos claros estaban llenos de sospecha.

—Has estado fuera mucho tiempo —dijo él, sin alzar la voz, pero con un tono que sugería desaprobación—. ¿Dónde estabas, T/n?

Ella se detuvo y levantó la barbilla, escondiendo cualquier rastro de duda o emoción. —Solo necesitaba un momento de aire fresco, padre —respondió con calma, aunque su corazón aún latía desbocado.

—No es momento para paseos nocturnos, especialmente ahora que la situación es tan delicada —continuó Lucius, acercándose lentamente. La expresión de su rostro era severa—. Hay rumores de movimientos de la Orden. Están buscando aliados, intentando socavar nuestro poder desde dentro. ¿Estás segura de que no te has cruzado con nadie indeseable?

T/n sintió que su sangre se helaba. Sabía que cualquier error en su respuesta podría significar el fin de cualquier oportunidad de seguir viendo a Alastor. —No he visto a nadie, padre. Solo estaba pensando... en todo lo que se nos viene encima.

Lucius la observó por un momento más, buscando cualquier señal de mentira en su rostro. Finalmente, pareció satisfecho, aunque su mirada se mantuvo fría. —No quiero que te acerques a ellos, ¿me oyes? A ningún Potter, a ninguna criatura de esa calaña. Son peligrosos, y tú, como Malfoy, tienes responsabilidades.

—Lo sé —respondió ella con firmeza, pero sintió una punzada de culpabilidad en su pecho. "¿Qué estoy haciendo?", se preguntó.

Lucius asintió, dándole la espalda y caminando hacia el estudio. —Bien. Mantente alerta. La familia depende de nuestra lealtad. No lo olvides.

Mientras su padre se alejaba, T/n se sintió atrapada, como si las paredes de la Mansión Malfoy se cerraran sobre ella. La culpabilidad y la duda la carcomían, pero no podía dejar de pensar en la forma en que Alastor la había mirado, en cómo la había hecho sentir viva, diferente.

Días después, T/n recibió una nueva carta. Esta vez, la caligrafía era apresurada, pero inconfundible:

Necesito verte. Es urgente. Esta vez, ven al campo de quidditch abandonado, a medianoche.

— A.P.

El corazón de T/n dio un vuelco. Sabía que era imprudente, sabía que arriesgaba demasiado. Pero había algo en ella que no podía resistir. Un anhelo, un deseo de entender, de descubrir por qué este joven de la familia que debía odiar tanto la hacía sentir tan viva.

A medianoche, se encontró en el campo de quidditch. La luna llena iluminaba el lugar con una luz fantasmal, y el viento soplaba suavemente entre las gradas abandonadas. Alastor apareció de entre las sombras, con el ceño fruncido y una expresión de urgencia.

—Gracias por venir —dijo él rápidamente, acercándose.

—¿Qué pasa? —preguntó T/n, sintiendo que algo estaba mal.

—Me han seguido, T/n. La Orden sabe que te he estado viendo. Sospechan de mí. —Su voz era baja, pero intensa—. Si se enteran de esto, no solo estaré en peligro yo, sino tú también. Y quizás, mucho peor.

Ella sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. —¿Y qué propones? —preguntó, la desesperación filtrándose en su voz.

Alastor se acercó más, hasta que sus rostros estaban a solo centímetros de distancia. —Te propongo que huyamos. Lejos de todo esto. De los Malfoy, de los Potter, de la guerra. Tú y yo, juntos.

T/n sintió que su mundo se tambaleaba ante esa idea. Una vida lejos de la guerra, de los conflictos, de las expectativas... Una vida con Alastor. ¿Pero estaba dispuesta a traicionar todo lo que conocía por algo tan incierto?

—Alastor, no puedo... No puedo simplemente dejarlo todo —susurró, pero su voz traicionó su conflicto interno.

—Sí, puedes. Y creo que en el fondo, quieres hacerlo tanto como yo.

T/n cerró los ojos, su mente girando en un torbellino de emociones. Sabía que tenía que tomar una decisión, y sabía que, sea cual fuere, cambiaría sus vidas para siempre.

Corazones ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora