Angel abrió los ojos lentamente. Su cuerpo dolía en cada rincón, como si hubiera sido aplastado por una montaña. El aire estaba frío, y un escalofrío recorrió su piel. Intentó moverse, pero sus músculos protestaron con cada intento. El lugar en el que estaba era pequeño, casi claustrofóbico. Las paredes metálicas lo rodeaban, opresivas y frías al tacto. Una celda.
El silencio era abrumador. Apenas podía escuchar su propia respiración, mientras sus ojos se adaptaban a la oscuridad. Miró a su alrededor, tratando de entender dónde estaba. No había mucho que ver, solo un espacio reducido, frío y sin vida. El suelo era de metal y sentía el eco de sus movimientos al mínimo contacto.
"¿Dónde estoy?" pensó, su mente aún nublada por el dolor y la confusión.
A medida que sus sentidos se despejaban, se percató de algo más. No estaba solo. Levantó la vista y, en la penumbra, vio la silueta de uno de los cazadores de pie fuera de la celda, observándolo en silencio. Su rostro era inescrutable, pero la forma en que lo miraba hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Angel.
Intentó moverse, pero el dolor lo mantenía en su lugar. Solo podía mirarlo, esperando algún tipo de respuesta, alguna explicación de lo que iba a suceder. Pero el cazador no dijo nada. Después de unos tensos segundos, sin razón aparente, el hombre se dio la vuelta y se retiró, dejando a Angel solo una vez más.
"¿Por qué...?" pensó Angel, su mente dando vueltas en busca de respuestas. "¿Por qué se fue?"
No tenía certeza de lo que estaba ocurriendo, pero algo estaba claro en su mente: debía escapar. No sabía cuánto tiempo le quedaba ni qué planeaban hacer con él, pero sabía que no podía quedarse allí. El frío del metal bajo su cuerpo solo aumentaba su urgencia. Tenía que salir a toda costa.
Miró a su alrededor, tratando de orientarse. La celda era pequeña, con apenas espacio para moverse. Un destello de luz parpadeaba en la esquina de la puerta, indicándole que el seguro era electrónico. "Diantres...", murmuró para sí mismo. Eso complicaba las cosas. No podía simplemente forzar la puerta para salir.
Sus ojos recorrieron la habitación en busca de algo, cualquier cosa que le ayudara a escapar. Pero no había nada. Solo él, el frío metal de la celda, y la sensación de estar completamente solo.
Entonces lo vio. A lo lejos, en una de las paredes, había una pequeña ventana. Apenas un cuadrado, con barrotes de metal, pero eso no importaba. "Es mi oportunidad..." pensó Angel, con una chispa de esperanza encendiéndose en su interior. Si podía romper esos barrotes, podría huir.
Sin pensarlo más, se arrastró hacia la ventana, cada movimiento acompañado por un latido doloroso en sus músculos. El camino no sería fácil, pero esa pequeña ventana era su única salida.
Los barrotes eran gruesos y resistentes, pero Angel sabía lo que debía hacer. Ya había roto candados antes. Tenía que romper esos barrotes, aunque le costara. Apretó los puños con determinación, sintiendo el calor familiar de las llamas arder en su interior.
-Vamos... -murmuró entre dientes, golpeando los barrotes con todas sus fuerzas.
El primer impacto resonó en toda la celda, pero el metal no cedió. Angel no se detuvo. Golpeó nuevamente, una y otra vez, sus manos ardiendo con cada golpe. Sabía que si fallaba, no tendría otra oportunidad.
Finalmente, tras un golpe especialmente fuerte, uno de los barrotes se dobló ligeramente. Angel sintió una oleada de esperanza. "¡Está funcionando!" pensó, con una mezcla de alivio y ansiedad.
Sabía que tenía que darse prisa. Pronto, alguien podría venir a comprobar su celda, y si lo encontraban intentando escapar, todo terminaría. Con un último esfuerzo, lanzó un golpe final, quebrando el barrote por completo. Ahora solo tenía que abrirse paso por la ventana y huir.
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"𝑀𝑎́𝑠 𝑎𝑙𝑙𝑎 𝑑𝑒́... 𝑢𝑛𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑘𝑒𝑚𝑜𝑛"
FanfictionAngel, un fan de Pokémon, siempre soñó con ser parte de ese mundo. Despertar como un Pokémon parecía un sueño hecho realidad, ¿quién no preferiría ser un poderoso compañero en lugar de un simple entrenador? Peleas vibrantes, ganar la Liga Pokémon, t...