† (2) ᴅ ᴏ s ᴍ ᴜ ɴ ᴅ ᴏ s †

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La curiosidad es algo nato del ser humano, y alberga en su esencia la capacidad de llevarnos tanto a la luz como a la oscuridad. Es una fuerza que en su aparente inocencia, nos empuja de alguna forma a querer revelar los misterios que se ocultan en las profundidades de la mente, allí donde los deseos más ocultos y perversos se esconden bajo capas de moralidad y razón.

En lo más hondo de cada ser humano habitan anhelos oscuros, deseos que rara vez se expresan en la superficie, pero que están presentes, esperando el momento adecuado para aparecer.
La mente en su complejidad infinita construye laberintos para contenerlos, pero en su interior, cada paso que damos hacia la comprensión de nosotros mismos es también un acercamiento a eso que tememos reconocer. Porque al final, el verdadero terror no esta en lo que desconocemos, sino en lo que conocemos demasiado bien, en aquello que se esconde dentro de nosotros mismos.

¿Qué tan lejos estamos dispuestos a llegar cuando la curiosidad despierta esos deseos? ¿Qué sucede cuando el alma se enfrenta a la verdad de sus propios impulsos? Las barreras entre lo que es aceptable y lo que es prohibido se vuelven borrosas, y entonces surge la pregunta: ¿Es el deseo lo que nos define, o es nuestra capacidad de resistirlo?

En Félix habían albergado los deseos por responder todas esas preguntas. Porque su vida siempre se había visto basada en restricciones y negativas por parte de su familia y amigos. Todos siempre lo habían considerado frágil, creían que con cualquier choque de realidad, él se quebraria en mil pedazos. Jamás le habían permitido ver el mundo, todo se había basado siempre en un "no". Todo lo había vivido bajo un burbuja.

Pero eso no lo había contenido para siempre.

No importaba cuántos años pasaran, sabía que siempre lo tratarían como si fuera de cristal, como si una leve brisa pudiera romperlo. Desde pequeño, todo había sido calculado con muchas normas: no correr, no jugar solo, no salir sin alguien vigilándolo. Al principio no entendía por qué. Solo sabía que en su casa, las reglas eran diferentes. Su madre siempre tenía esa expresión preocupada y su padre apenas hablaba de lo que pasaba fuera. "Es por tu bien", le decían una y otra vez. Pero Félix nunca sintió que fuera así.

Una tragedia qué había tocado las puertas de su "hogar" mucho antes de su nacimiento, algo de lo que nadie nunca se había atrevido a mencionar en voz alta, fue el motivo de todo. No hubo detalles. Félix solo sabía que por eso lo trataban como si pudiera desaparecer. Las paredes de su casa, tan lujosas y decoradas, las sintió más como una cárcel.

Por eso solo le había quedado huir. Huir de su propia vida, aunque eso fuese prácticamente imposible.

Supo que al menos tenía el apoyo de su hermano, de la única persona que lo había acompañado siempre, quien nunca le había permitido perderse en esa realidad que le habían creado todos a su alrededor. Él era Christopher.

Y era todo lo que Félix admiraba. Él siempre había sido fuerte, decidido, y sobre todo, libre. Nunca le habló como si fuera débil. De hecho, Chris fue el único que se atrevió a cuestionar las reglas, a desafiar la asfixiante protección de su familia.

Aunque ambos sabían perfectamente que lo más cobarde que podían hacer, era huir de sus problemas para no afrontarlos, esa fue su única salvación, habían preferido que los llamaran cobardes, una y mil veces de ser necesario.

Había pasado ya un año de aquel despegue para ambos, y una mañana, mientras Félix se preparaba para ir a la Universidad, pensaba en todo lo que habían pasado, y recordó como una conmemoración, el día que habían dejado todo atrás.

Era una tarde, después de una de esas interminables cenas familiares, donde el silencio era más pesado que la conversación, Chris se acercó a Félix en su habitación.

IMMORTAL¹ | ʜʏᴜɴʟɪxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora