† (11) ᴊ ᴜ ᴇ ɢ ᴏ s †

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Londres
21:00 horas

Desconocido


Las sombras parecían cobrar vida al borde del salón, donde él esperaba oculto. Sus ojos eran como brasas encendidas, recorrían con lentitud el lugar, analizando cada movimiento, cada gesto, y cada susurro en ese lujoso salón de mármol y luces parpadeantes.

Se encontraba una fiesta poco elegante, la música vibraba suavemente aunque no descontrolada. Las personas se movían a ese aburrido y monótono ritmo, la mayoría eran adolescentes con demasiado en la cabeza como para preocuparse por lo que hacian, de igual manera, para él eran solo una colección de mortales, frágiles y triviales, inmersos en su propia insignificancia.

Alguien en la multitud lo observó de reojo y dio un paso atrás, quizás intuía que algo oscuro se escondía detrás de su mirada. Un destello de placer cruzó por su rostro. Sí, un animal como ese percibía el peligro, aunque no lo comprendiera del todo. No importaba, esa alma era insignificante. Su verdadera presa, la que lo había atraído a ese lugar, no había notado su presencia.

Con una calma felina, salió de entre esas sombras, avanzando en silencio entre los invitados, él podía mezclarse con la oscuridad en un parpadeo, pero a la luz, a ella él también la controlaba con un solo movimento.

Los murmullos y risas parecían hacer pasar desapercibido a su paso, y eso lo molestó, porque normalmente tenía un efecto inevitable en aquellos seres tan… patéticamente humanos. Solo algunos que ya había visto en algún otro lugar como ese, lo saludaron con sonrisas nerviosas.

—Señor, qué placer tenerlo aquí —murmuró un hombre regordete y de bigote gris, que seguramente había trabajado su vida entera para alcanzar una pizca de poder. Él apenas le dedicó una mirada, un toque de sus dedos en el hombro, que para el hombre fue como una bendición.

—El placer es mío… me imagino —respondió con una sonrisa suave, aunque en sus labios el gesto parecía más bien una amenaza disimulada.

Después avanzó hacia una mujer de cabello rubio y labios rojos que lo miraba y reflejaba interés. Ella era joven y hermosamente envuelta en una ilusión de seguridad, rodeada por otros humanos que se creían importantes. Eran por poco los menos interesantes de esa velada.

—No sabía que teníamos la suerte de contar con tu presencia esta noche —dijo ella avanzando a su encuentro, sus palabras fueron cubiertas de una capa de coqueteo y falsedad que él podía saborear, era su efecto en ellos, pero no tenía él tiempo de jugar ahí.

—Mi querida, los buenos anfitriones siempre logran atraer a las criaturas más interesantes —replicó él, dejándole un escalofrío, con la intención de que esa breve interacción quedara en su mente mucho después de que él desapareciera.

Ella solo era un peón, nada más.

Sin embargo, más adelante, entre el tumulto, se cruzó con una figura que hizo que una sonrisa torcida apareciera en sus labios. Allí estaba él. Su verdadera presa.

Era un tipo joven, de rostro sobrio y mirada ingeniosa, que parecía ignorar completamente las superficialidades a su alrededor, pero a la vez divertirse con ellas. Incluso en su presencia, parecía cómodo, inmune al aura perturbadora que emanaba de su alrededor. Eso lo irritó y fascinó a partes iguales.

A él se acercó un nuevo chico. Un rubio con aires de superioridad muy pasado de copas, quien claramente pretendía ponerle un nuevo ritmo al aburrido encuentro.

IMMORTAL¹ | ʜʏᴜɴʟɪxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora