Capítulo 7. Debora

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Ana se había antojado de ir a ver a una señora de un barrio de mala muerte a que le leyeran las cartas. Jamás he creído en semejante estupidez. Se enteró de su existencia por varias amigas de su madre que, oyendo a hurtadillas, descubrió que después de algunas visitas habían conocido abundancias y fortunas.
Además de buenos matrimonios.  

Y aquí estaba yo, con ella, sentada en una sala pequeña que parecía estarse encogiendo de la cantidad de adornos raros que poseía. Además de un color rojo chillón. Parecía estar metida dentro de un órgano bien decorado en el organismo. Delante de nosotras una mesa pequeña con una bola de cristal en medio. Era la quinta vez que tragaba saliva.

Detrás de una cortina de bolitas chillonas y sonoras cuando chocaban unas con otras emergió una mujer cuyas manos estaban adornadas de varios aros llamativos y de distintas formas y tamaños. Con un color rojo intenso en sus labios, y unos ojos tan azules como el cielo, también maquillados. De pelo rizado, rubio y corto. De unos cincuenta años podría decirse. De buena figura. Y yo no fui la única que miró de arriba abajo. Ella también nos contemplaba con curiosidad.

-¿En qué puedo ayudarlas?

Se sienta en la silla que estaba en el otro extremo de la mesa, frente a nosotras.
-Quiero saber….

-Si vas a morir pronto, si vas a encontrar el amor, si puedes confiar en quienes te rodean. Los infortunios o la suerte del camino que está por verse.

Ana le sostiene la mirada por un momento. Está claro que todos vienen por las mismas preguntas.

-Veamos que dicen las cartas, querida.

La mujer deja ver una sonrisa para animar un poco el ambiente y saca una baraja y la coloca delante de Ana. La hace elegir. Cuando Ana, temerosa, toma la carta el semblante de la mujer cambia. Su sonrisa desaparece y vuelve a mirar a Ana quien yace a la expectativa.

-Elige de nuevo, otra.

Mi mirada viaja por ambas. En silencio. Ana revela una segunda carta. La mujer se echa atrás en su silla sin dejar de mirarla.

-Hija, tus elecciones hablan de traición.

-¿Cómo que de traición?

-La primera carta, un Siete de Espada, habla de una traición a las espaldas, del uso de la pérdida de la ética para llevar a cabo acciones egoístas y personales. La falta de honestidad. Y la segunda, un Diez de Espadas. Una de las cartas que más asusta cuando sale, hablando de una traición profunda.

-Pero ¿traición de quién?

El tono de Ana era desesperado, sofocante y altivo.

-Las cartas no dan nombres, querida. Solo dan pistas y la historia es quien da respuestas. Vive, ya se sabrá.

-Debora, nos vamos. Hemos venido aquí a perder el tiempo. Usted no es más que una impostora.

-No soy yo quien eligió por ti. Es necesario que aprendas desde temprana edad que el camino no solo está compuesto por los momentos gratos. Es muy diferente saber ver lo bueno de los infortunios a esperar siempre por “lo bueno”. El dolor, la traición, también son parte de la senda la vida; y son males mucho más necesarios, porque prueban el valor de un hombre. Es en la adversidad en donde se revela el verdadero carácter.

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