Capítulo 8. Francisco

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Su casa

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Su casa. Estoy en su casa. Sentado en su sala, aparentando que es primera vez que vengo aquí. Ella aún no ha bajado, y tengo que poner demasiada fuerza de voluntad en no mirar tanto en dirección a las escaleras.

Su esposo está sentado frente a mí, mientras conversa con otros hombres que había invitado a la plática. Amigos de la facultad y que llevan juntos la clínica, trabajando en distintas áreas de la misma. Yo soy el único que pertenece a otra rama profesional.

-Tu esposa, ¿no se nos une hoy Raphael?-

Dice uno de ellos. Pero antes de que Raphael conteste se empiezan a escuchar unos pasos en las escaleras. No tengo que voltear para saber que es ella. El olor que emana es suficiente. Una fragancia a verano, a flores silvestres. Más el de su sangre, dulce. Aprovecho que todos giraron para unirme yo también, tratando de mostrarme indiferente.

Ella llevaba un vestido ajustado negro, de tirantes. Algo muy sencillo. El único detalle era que la tela parecía hecha de estrellas, de cosmos. Brillaba con cada movimiento y reflejo de la luz. Su cabello recogido en un moño bajo, dejando solo sueltos algunos mechones que caían por su frente, sus orejas. Pero en su mirada, algo no andaba bien. Ni siquiera me miró. Se dejó caer al lado de su esposo. Este puso una de sus manos en su muslo, gesto que hizo que mi sangre ardiera debajo de mi piel. No me gusta que toquen lo mío.

Su mirada buscaba la ventana. Buscaba a todo menos a mí. Era obvio que me estaba ignorando, pero entiendo los motivos. Nadie sabe ni debe saber aún lo que pasa entre nosotros. Lo que lo hace mucho más disfrutable, y atractivo. El peligro y el misterio poseen una belleza incomprendida.

-Debo decir que estoy sorprendido-

Comienza Raphael en mi dirección.

-Tan joven y dueño de un ferrocarril, no solo aquí en Estados Unidos, sino en Europa-

Algo más que asombro rondaba en su voz. Algo que no era bueno.

-Quizás el haber nacido en una familia poderosa haya ayudado, pero desde joven mostré interés en las máquinas. Aprovechaba mi tiempo en aprender con mi padre en vez de jugar con otros niños. Estudié ingeniería y aquí estamos-

Mi mirada iba por todos ellos.

-Todos los jóvenes deberían ser así-

Responde.

-Ya solo falta una buena mujer-

Sigue diciendo Raphael, mientras le pasa un brazo a Debora por los hombros. Apreté un poco más la copa, teniendo cuidado de no romperla, de no ser tan obvio.

-¿Cuánto tiempo lleváis casados?-

Pregunto cómo quien no quiere las cosas.

-Un año, el más feliz de nuestras vidas, ¿no es así querida?-

Debora le mira, y le responde con una sonrisa que es de todo menos genuina.

-¿Eres feliz de verdad Debora?-

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