Capítulo 1. Debora

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Una semana después

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Una semana después

Abro la amplia puerta. La sonrisa de Ana me abrazó primero. Esta mañana volvía a levantarme sin ánimos. Mucho me habían durado y ayer acabó por terminarse cuando tuve que cumplir mis deberes como esposa. La torturante labor de esposa que termina conmigo luchando desesperada porque Raphael se duerma y salir huyendo de la cama para intentar sacar de mí sus fluidos. Es un viejo truco que no sé si funciona pero me rehúso a darle hijos a este hombre.
Doy varios saltos hasta el cansancio, hasta que veo salir de mí ese líquido lechoso y espeso que muchas veces me da ganas de vomitarle encima. Y que espero haya salido todo. Siempre me queda la duda, y no vivo hasta que mi regla baja. Debo ser la primera mujer que aguanta feliz los cólicos por tal de que este hombre no me toque. Por tal de tener una razón en esos días para estar en paz.

Prefiero mil veces aquel balcón a que este hombre se mueva encima de mí. Me viole de esta manera. Odio cada roce, y tener que poner cara de placer solo porque él lo ordena. Odio tener que hacerlo para no recibir una golpiza. Quizás no pueda ser dueña de mi destino y esté atada a este hombre, pero sí puedo decir a quién darle hijos, o al menos espero que este intento funcione.

-Debora, ¿estás durmiendo bien?

-¿Así saludas a tu mejor amiga?

Ana deja ir un suspiro melancólico ligado a una media sonrisa.

-Da una vuelta conmigo, hace un hermoso día afuera, y no te veo desde el baile.

Antes disfrutaba salir con Ana. Era mi momento más feliz del día. Pero desde que Rafael halló gracia en pegarme pongo excusas para que Ana no me vea. Aunque sé que no es tan inocente. Si se ha dado cuenta jamás ha querido preguntarme. Quizás piense que como mujer que es no debe meterse en mi matrimonio, porque el día de mañana estará en mi lugar y en la sociedad, en la nuestra, una mujer no tiene voz; solo es un rostro bonito, que da herencia. Ve en mí una causa perdida y para qué hablar de lo que no tiene solución.

Pero esta vez no pondré excusas. Necesito respirar, salir de aquí. Tomo mi sombrero, la tomo del brazo, y cierro la puerta detrás de mí. Raphael me dijo que estará hasta por la noche metido en el consultorio. Según entendí hubo un asesinato en los barrios del sur y fue seleccionado para estar en la comisión médico forense. Mejor. Más tiempo sola. Más tiempo libre de él. Porque algo sí debo reconocer, es muy dedicado a su trabajo. Ojalá fuese de esa misma manera conmigo. Quizás valoraría la posibilidad de sentir al menos, respeto o admiración.

-¿A dónde quieres ir?

Le pregunto a mi amiga, la aventurera y que es dos años menor que yo. Yo poseía veintiuno, y Ana, acababa de cumplir sus diecinueve años. 

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