Capítulo 5: En Silencio

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El sol ya no brilla con la misma fuerza que antes. El verano terminó, y con él, todas las promesas que alguna vez pensé que me harían sentir mejor. Ahora, el calor parece más opresivo, como una manta de incomodidad que no puedo quitarme. El primer día de clases, cuando vi a Nick por última vez antes de que me ignorara, sentí cómo me clavaba su indiferencia como una daga. Lo peor es que no sé si tiene razón en hacerlo. Lo último que quiero es hacerlo sentir peor. Pero el dolor de no poder hablar con él me consume.

Desde ese día en que volvimos de Menorca, ni él ni yo hemos hablado. Nos cruzamos en la casa, compartimos los mismos espacios, pero es como si no estuviéramos ahí. Me siento como un fantasma. Un día el silencio se siente como un alivio, pero al siguiente lo odio, lo odio tanto que me duele el cuerpo solo por estar en él. Y, peor aún, sé que él también está sufriendo, aunque no lo quiera admitir.

El ambiente en casa es raro. Es como si todos estuviéramos tratando de hacer que las cosas sigan adelante, pero con una especie de tensión en el aire, algo pesado, algo que ni siquiera sabemos nombrar. Y entonces, entre todo eso, me doy cuenta de que lo que me hace sentir más perdida es mi silencio. Y el silencio entre nosotros, como una muralla que no sé cómo derribar.

El primer día de clases después de las vacaciones es como si todo se volviera más grande y más pesado a la vez. Los pasillos se llenan de risas, conversaciones, gente que se saluda y se encuentra. Y yo... yo soy solo un cuerpo en movimiento. Me siento invisible.

Es como si todo el mundo estuviera en su propio mundo, tan seguro de sí mismo, mientras yo me voy quedando atrás, desmoronándome lentamente. El ruido a mi alrededor parece más lejano, más distante, como una película en la que soy un personaje secundario. Me esfuerzo por sonreír, por parecer normal, por no mostrar lo que me está matando por dentro, pero lo hago mal. Al final, nadie parece notarlo, y de todos modos, no sé si me importa o si me duele más que nadie se dé cuenta.

Después de clases, la sensación de vacío sigue conmigo mientras salgo de la escuela. Pero entonces veo a Otis y Connor. Ellos están allí, charlando animadamente, y me siento un poco más ligera al verlos. No sé cómo describir lo que siento, pero es como si al verlos me recordara que todavía hay algo bueno en mi vida, algo que no está marcado por el dolor y la incomodidad.

Corro hacia ellos y, sin pensarlo, los abrazo. Otis se ríe y me aprieta un poco más.

"¡Hola, fantasma!" dice, bromeando. "¿Qué tal ese primer día de vuelta?"

Connor me sonríe, pero parece notar algo. "¿Todo bien, Hailey?" pregunta con una preocupación sutil, que me hace sentir más que un simple 'hola'.

"Sí, todo bien," respondo, pero mi voz sale débil, como si no tuviera fuerza para hacerla sonar convincente. Me siento como si estuviera actuando, como si estuviera interpretando un papel que ya no sé si quiero seguir representando.

Ellos comienzan a hablarme sobre su verano, cómo fue, lo que hicieron, las películas que vieron. Otis cuenta una historia divertida sobre una película que vio con su primo, y me esfuerzo por escuchar, por estar presente en la conversación. Pero todo lo que puedo hacer es asentir, sonreír de manera casi automática. No estoy realmente aquí. Solo estoy... pasando el tiempo.

Mientras ellos siguen hablando, no puedo evitar pensar en el vacío que siento, en cómo me siento tan pequeña, como si el mundo me estuviera empujando al margen. Y lo peor es que, por más que trato de ocultarlo, esa sensación sigue creciendo.

El verano quedó atrás, y con él, la idea de que todo podría mejorar. Pero aquí estoy, atrapada en un silencio que no sé cómo romper.

El resto del día en la casa de Otis había sido uno de esos días en los que intentas escapar, aunque sea un poco, del ruido que hay en tu cabeza. La película de terror que elegimos ver pasó sin pena ni gloria, y aunque yo traté de mantenerme en el momento, las emociones que se habían acumulado en mí durante todo el verano seguían pesando. Otis estaba muy metido en el juego y las bromas, pero Connor, aunque intentaba ocultarlo, estaba claramente incómodo con la película. Me dio risa verlo saltar en varias escenas, y, sin pensarlo demasiado, le ofrecí mi mano cuando la tensión aumentó. Él la tomó sin dudarlo, como si necesitara el contacto en ese momento. Lo miré de reojo, sintiendo algo cálido dentro de mí, aunque rápidamente intenté ignorarlo.

Después de la película de terror, Otis nos echó de su casa con un entusiasmo evidente, dejándonos a Connor y a mí caminando juntos hacia mi casa bajo el cálido cielo de verano. Había algo relajado en el aire, como si el sol mismo nos estuviera envolviendo, y al principio, ninguno de los dos decía mucho. La caminata fue tranquila, pero había una especie de tensión que no supe cómo manejar.

"¿Cómo te fue en el verano?" me preguntó Connor, rompiendo el silencio después de un rato, su voz suave y casual. "Noté que no subiste tantas fotos. Me pareció raro."

Me sentí un poco atrapada por su pregunta. Miré al suelo, sintiéndome un poco ridícula por no tener nada interesante que decir. "No tomé muchas fotos," mentí. "Estaba ocupada con los primos, ya sabes... No tenía tiempo para eso." Me encogí de hombros, tratando de que no se notara cuánto me molestaba que él me preguntara sobre eso.

Connor me miró con una sonrisa traviesa y sacó su teléfono. "Es una pena no haber capturado esos paisajes," dijo. "Pero... no podemos dejar que el verano pase sin fotos, ¿verdad? ¿Te importaría sonreír?"

Mis ojos se abrieron un poco, sorprendida. "No soy tan bonita," murmuré, casi en voz baja. De inmediato me sentí tonta por haberlo dicho.

Connor soltó una pequeña risa, algo cálida. "No puedes estar tan segura de eso. Deja de ser tan dura contigo misma."

Su tono era suave y amable, y de alguna manera, me hizo sentir un poco mejor. No pude evitar sonreír, algo que no había hecho en todo el día. "Está bien," dije, sintiéndome un poco tonta, pero a la vez, agradecida por su insistencia. Connor levantó el teléfono y tomó un par de fotos, y me hizo reír cuando me vio hacer un gesto torpe, tratando de posar de manera natural. Me miró a través de la pantalla y dijo algo gracioso, lo que hizo que me riera más. Al ver las fotos, una pequeña sensación de calidez se apoderó de mí. No era solo por las imágenes, sino por lo genuino que fue el gesto.

Cuando llegamos a casa, el ambiente entre nosotros cambió un poco. Connor parecía un poco incómodo para despedirse, algo que no pude evitar notar. Pero antes de que pudiera decir algo, me adelanté y lo abracé. Fue rápido, casi como si yo misma estuviera sorprendida por el gesto. Mis brazos rodearon su cuello y, por un momento, no pensé en nada más que en cómo se sentía tenerlo tan cerca. Connor se quedó un segundo más de lo necesario, devolviendo el abrazo, y eso me hizo sentir... bien. Más de lo que esperaba.

"Nos vemos, Hailey," dijo, con una pequeña sonrisa, antes de separarse.

Me quedé de pie allí, mirándolo alejarse, mientras entraba a casa. Y, en ese instante, algo extraño se agitó en mi pecho. No estaba segura de lo que era, pero mi estómago tenía un nudo y no podía dejar de pensar en cómo me había sentido en sus brazos. No era algo que pudiera explicar con facilidad. A veces, Connor hacía que me sintiera menos invisible, pero este momento había sido diferente. No sabía porqué, peor me había hecho sentir bien y por alguna razón, eso me aterraba.

Al entrar en casa, algo me hizo detenerme. Nick y Charlie estaban en el sofá. Charlie me saludó de manera nerviosa, y yo le devolví el saludo. Parecía que no sabía si me caía bien o no. Me devolvió la mirada, esperando una reacción, pero yo solo lo observaba, sin saber qué decir. El ambiente estaba raro.

Nick, sentado al lado de Charlie, no dijo nada. Lo miré y sentí que, otra vez, me estaba ignorando. Había un silencio denso entre los tres, un espacio invisible donde todos parecíamos estar, pero nadie quería reconocer.

"¿Te gustaría ver la película con nosotros?" preguntó Nick, sin mirar hacia mí. Me senté rígida, sintiendo esa incomodidad crecer dentro de mí. Sabía que no quería estar allí, no en ese momento. Pero no podía dejar de pensar que, si no aceptaba, eso solo lo alejaría más. Así que, con un suspiro, dije: "Sí, está bien."

Nos sentamos juntos en el sofá. Charlie y Nick estaban abrazados, como si no hubiera nada en el mundo que los separara. Y yo, aquí, en medio de todo, me sentía como un espectador en mi propia vida. Me sentía invisible. No pude evitar mirar sus gestos y cómo se veían tan cómodos, tan felices. Me costaba no compararme con ellos. Al final, Charlie y Nick estaban completamente sumidos el uno en el otro, y yo era la pieza fuera de lugar, el fantasma que se quedaba viendo.

La película avanzó y la incomodidad en mi pecho no desaparecía. No estaba triste, pero tampoco estaba feliz. Solo estaba... vacía.

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